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Imagen del Kibutz Nir Oz, con la imagen de Oded LifshitzAndrea Polidura

El Debate en Israel

La vida se abre paso en los kibutzim del sur de Israel un año después del horror de la masacre de Hamás

Muchos de los vecinos de las comunidades agrícolas atacadas el 7 de octubre de 2023 aún tienen miedo, pero existe una gran mayoría que considera que la reconstrucción de sus hogares supone la «victoria real y significativa»

Desde el kibutz Nir Oz, en el sur de Israel, se puede ver con perfecta claridad las edificaciones de la franja de Gaza. Tan solo 1,6 kilómetros de campos de cultivo separan esta comunidad agrícola israelí de Abasan al-Kabira, un suburbio de la ciudad gazatí de Jan Yunis. Hace más de 13 meses, cientos de milicianos de Hamás se infiltraron en territorio hebreo para causar el mayor daño posible a los israelíes. Los terroristas derribaron la fina valla de alambre que rodea los kibutzim y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. Todavía, un año después, en Nir Oz se puede ver la magnitud de la masacre. Casas quemadas hasta los cimientos, manchas de sangre en el suelo o disparos en las puertas de las habitaciones de seguridad dan cuenta de la peor tragedia en la historia de Israel.

Todos los hogares de la comunidad esconden una terrible historia. En cada puerta están las fotos de los rehenes secuestrados del kibutz. En Nir Oz, un enorme cartel a la entrada recuerda a los pocos visitantes y residentes que Hamás aún retiene a 29 de sus vecinos en algún recóndito lugar de Gaza, entre ellos la familia Bibas, con un bebé (Kfir) de apenas nueve meses y que ha cumplido su primer año de vida en cautiverio. Esta familia se ha convertido en un símbolo de la crueldad de Hamás. Nir Oz fue uno de los kibutz más arrasados durante aquella madrugada del 7 de octubre de 2023. Los terroristas entraron a la comuna por 29 puntos distintos, y además de los secuestrados, otros 57 israelíes fueron asesinados a sangre fría. Antes de aquella fatídica jornada, en esta comunidad agrícola vivían hasta 417 personas, ahora solo quedan siete.

«Nunca pensamos que Hamás podría llegar a hacer algo así. En el sur, la principal amenaza era el lanzamiento de cohetes», confiesa el capitán de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Roni Kaplan. El uniformado se lamenta al recordar que los militares no fueron capaces de llegar hasta el lugar de los hechos hasta las 12:30 de la mañana, es decir, seis horas después de la infiltración de miles de terroristas de Hamás en el sur de Israel. La primera tarea de las FDI fue inspeccionar el kibutz en busca de milicianos y posibles amenazas y lo que se encontraron fue la absoluta devastación. Los residentes de la comunidad fueron realojados en hoteles en distintos puntos del país. Un año después, parece que la vida quiere abrirse de nuevo paso entre el horror. Los vecinos de Nir Oz han decidido de manera conjunta, y a través de una votación este mes de noviembre, reconstruir y regresar a sus hogares.

Roni Kaplan, capitán de las FDI, en el kibutz Nir OzAndrea Polidura

En una carta enviada al Gobierno israelí, liderado por el primer ministro Benjamin Netanyahu, la comunidad asegura que la vuelta a sus casas será la «victoria real y significativa» sobre Hamás. Los vecinos pidieron al Ejecutivo hebreo que «garantice una construcción completa y óptima del kibutz» para poder lograr la «resurrección» de Nir Oz. A pesar de las buenas intenciones de la comunidad, muchas familias ya han confesado que no tienen intención de volver. El trauma y el miedo están aún muy presentes entre los israelíes, sobre todo, entre los supervivientes de la masacre. A poco más de diez kilómetros de distancia, se encuentra el kibutz Re'im, otro de los muchos lugares en los que los terroristas de Hamás dejaron su sangrienta marca. Antes del 7 de octubre de 2023, Re'im contaba con unos 300 vecinos, más de 13 meses después tan solo 50 han regresado a sus casas.

Esta comunidad, por fortuna, no registra el nivel de destrucción de su vecino Nir Oz. Uno de sus habitantes, Pablo Gabriel Kapustiansky, 50 años, pasea por el kibutz para pararse frente a una explanada de tierra repleta de agujeros. «El Gobierno nos ha dado la primera parte del presupuesto para empezar a construir. Se derribaron las casas que había aquí porque era imposible recuperarlas», explica este israelí. Kapustiansky aún recuerda a los cinco vecinos asesinados durante el ataque terrorista, pero afirma con contundencia: «Vamos a construir el barrio como era antes del 7 de octubre».

Una de las muchas casas quemadas del kibutz Nir OzAndrea Polidura

La vida vuelve poco a poco a la normalidad, un grupo de niños juega en el patio de una escuela, mientras que, de vez en cuando, se escuchan los bombardeos israelíes en Gaza. El hombre cuenta que su casa se salvó del ataque, pero reconoce que tan solo fue «cuestión de suerte». Los terroristas irrumpieron en el inmueble de enfrente, matando a su vecino Dvir Karp, 46 años, y su pareja Stav Kimhi, 35, que se enfrentaron a los milicianos para tratar de poner a salvo a los dos hijos del primero, Daria y Lavi.

La exmujer de Dvir, Reut Karp, también residente de Re'im, se encontraba pasando unos días en el centro de Israel cuando recibió un mensaje de su hijo diciendo que había visto cómo los terroristas habían matado a su padre. «Estuve al teléfono con Daria (su hija) durante tres horas», cuenta Reut. Tras más de nueve horas en el cuarto seguro, los dos niños pudieron ser rescatados, junto a ellos los terroristas habían escrito en la pared con pintalabios rojo: «Al-Qassam (brazo armado de Hamás) no mata niños». Unas 24 horas después se reencontraron con su madre. Reut ha querido honrar la memoria del padre de sus hijos asesinado recreando su particular receta de chocolates. Ahora estos dulces se venden en el Café Otef.

Retrato de Dvir Karp, junto a sus chocolates@cafeotef_reim

A pesar de tener su negocio lejos del kibutz, esta israelí está decidida a volver a su hogar, a Re'im. «Volveremos antes de junio», dice con contundencia Reut, desde su cafetería en Tel Aviv. Reut confiesa que sus hijos aún siguen traumatizados, el más pequeño todavía se niega a ir al colegio y tampoco quiere salir de la habitación porque tiene miedo. «Aquí están muy aislados, no tienen amigos y nadie les entiende, porque no han pasado por lo mismo», explica. Esta madre defiende que lo que realmente necesitan sus pequeños es volver a su ambiente, regresar a Re'im, donde corrían y jugaban al aire libre y en libertad. Kapustiansky contempla el kibutz, todavía demasiado vacío, y reflexiona: «Esto es 99 % paraíso y 1 % infierno». Y ese 7 de octubre de 2023 se cumplieron las peores predicciones.