Entrevista
Angélica Garrido, ex presa política cubana: «Me tiraron en una celda de aislamiento llena de gusanos»
Junto a su hermana María Cristina, la Justicia castrista las condenó por haber participado en las manifestaciones pacíficas del 11 de julio de 2021
Angélica Garrido Rodríguez, que cumplirá 45 años dentro de unas semanas, casada y madre de dos hijos, lleva unos días en España -ofreció su testimonio en el Senado, tras haber hecho lo propio en el Parlamento Europeo-, después de haber sido liberada el pasado 10 de julio. Ese día cumplió íntegramente los tres años que la había impuesto la Justicia castrista por haber participado en las manifestaciones pacíficas del 11 de julio de 2021, en compañía de su hermana María Cristina.
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Tres años de feroz calvario por pedir libertad. Era la primera vez que los cubanos bajaban de forma masiva a la calle para cuestionar al régimen comunista. Ellas, no: desde pequeñas, sus padreas les inculcaron la pasión por la libertad.
-¿Se esperaba a que las detuvieran?
-En cierto modo, sí, pese a que la manifestación en Quivicán (provincia de Mayabeque), era pacífica. Tampoco se cometieron actos de vandalismo. Pero el régimen no permite esas consignas de libertad. Por eso nos arrestaron, a mi hermana María Cristina y a mí, de una manera brutal, en contra de la Ley de Procedimiento. En ese arresto arbitrario, donde recibimos golpes -fue la tortura más dolorosa que padecí-, y en el que me oriné en el coche personal del jefe de la Policía, nos fabricaron delitos, ya que no podían justificar legalmente nuestra detención.
- ¿De qué les acusaron?
-De atentado y desacato, delitos que, según ellos, cometimos en contra de la Policía.
-Del coche del jefe de la Policía…
-Nos llevaron a un 'técnico de instrucción', donde uno es sometido a largos interrogatorios. Ahí comienzan las torturas psicológicas: no te dejan dormir, te despiertan en diferentes horarios, no sabes si es de día o de noche. Todo en una celda extremadamente pequeña. Así durante un mes.
-De una celda a otra, la de la prisión preventiva
-Sí, en la Prisión de Mujeres de Occidente, conocida como El Guatao. Allí me pasaron a un destacamento donde había reclusas que ya estaban juzgadas, que eran reincidentes y multi reincidentes por delitos de derecho común. Un detalle importante.
- ¿Y el juicio?
-A lo largo de 2022, aunque no recuerdo las fechas.
- ¿Recuerda cómo transcurrió?
-Fue un montaje total, partiendo de que los abogados defensores fueron amenazados por la Seguridad del Estado. Sabían de antemano que su labor iba a ser en vano, pero, respetando su posición como abogados quisieron representarnos. Y la letrada Odalys hizo un buen trabajo: se comprobó que nuestro arresto fue ilegal porque la manifestación fue conforme a la Constitución. Esa es la razón por la que fabricaron esos delitos de atentado y desacato. De víctimas pasamos a victimarias.
- ¿Qué concluyeron los fiscales?
-A mi hermana le pidieron 15 años de cárcel y 10 para mí. Al final [en la sentencia] fueron 7 para ella y tres para mí.
- ¿Por qué la condena de su hermana fue más dura?
-Le pusieron cuatro años más porque la vincularon con una riña tumultuaria que sucedió aquel 11 de julio, sin nada que ver con la manifestación pacífica: unas personas que estaban ebrias fueron al parque en mitad de una contramanifestación organizada por el Gobierno. Esas personas se enfrentan a la Policía. Allí vinculan a María Cristina, a la que añaden otro delito de atentado y otro de desacato.
- ¿Pero estaba en el lugar de los hechos?
-Su casa estaba siendo vigilada por agentes de la Seguridad del Estado y ella estaba dentro. La persona que dio el falso testimonio en el juicio es el agente Gervasio Escalona. En su declaración dijo que, de soslayo, vio a una rubia que, alejándose de él, le había dado por detrás.
Los jueces se basaron en esa declaración, que es una mentira. Además, no todos los testigos llevados por la defensa pudieron dar su testimonio, que era que María Cristina estaba en su casa y no en el parque. Me lo confirmó el agente de la Seguridad del Estado Richard Castillo.
- ¿Por qué no lo dijo antes?
-Porque esos agentes no tienen agallas ni principios. Mi hermana está ahora pagando esos cuatro años más.
-Volviendo a sus años de estancia, ¿qué tipo de torturas padeció en la Prisión de Mujeres de Occidente?
-Sobre todo, psicológicas.
- ¿Por ejemplo?
-Cuando en prisión estiman que cometes algo, redactan un reporte que repercute de mamera negativa. A mí, por conducirme de 'manera irrespetuosa' hacia la autoridad penitenciaria. Nunca fue así, pero por esta causa me quitaron las llamadas telefónicas durante tres meses, así como la visita familiar y la conyugal. Producto de este estrés, me dio una parálisis facial en el lado derecho, de la cual guardo algunas secuelas.
-No fue el único episodio, que se sepa.
-Cuando hice mi segunda huelga de hambre, de cuatro días -porque no podía más-, no me dejaban dormir: cada tres horas me levantaban de la celda. Estaba en ropa interior porque no me ponía el uniforme en una celda donde había cámaras de seguridad. Nada de privacidad, por lo tanto. En otra ocasión, estuve 63 días -cuando una mujer solo puede estar 10- sin salir de otra celda extremadamente pequeña, sin condiciones sanitarias elementales: el agua sale del lugar donde uno hace sus necesidades.
-Sin olvidar cuando tuvo dengue, una enfermedad febril, cuyos síntomas, según la Organización Panamericana de Salud, van «desde una fiebre moderada a una fiebre alta incapacitante, con dolor de cabeza intenso, dolor detrás de los ojos, dolor muscular y en las articulaciones, y sarpullidos».
-Sí, me tiraron en una celda de aislamiento, sucia, con un baño lleno de gusanos. No tenía agua, me desmayé como tres veces, me daba golpes en la cabeza. Terrible: no tenían ni termómetro. Me hicieron unas pesquisas con un perro, buscando droga. Le pregunté a la capitana: ¿Me traen perro y no médicos? Hacía tres días que no podía bañarme.
-¿Qué hicieron?
-Cambiarme a una nueva celda, donde estuve una semana. El médico, cuando pasaba, no entraba. Pensé que iba a morir, llegando a redactar un testamento en el que me despedía de mi familia. Lo pasé fatal.
-Hablando de familia, tampoco pudio estar con su madre en los últimos días de su vida, que falleció al año y medio de estar usted presa.
-Antes, no la dejaban vernos juntas -a María Cristina y a mi- juntas en la visita. De ahí que un día a la semana viniera a verle a ella, y otro a mí. Tres meses después de que pudiera vernos juntas por primera vez, falleció. Ya muy enferma, iba casi todos los días con su bastón a la Policía, a llorar y a pedir que nos liberaran.
- ¿Pudiste ir a su entierro?
-No, solo al velatorio. No estaba adecentada, pues no había féretros ni transporte para trasladarla a la funeraria. Me despedí de ella durante 45 minutos. Estaba en una camilla.