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AnálisisZoé Valdés

François Bayrou, frente al desorden francés

Los franceses son conscientes de que, por primera vez, su país vive por debajo de sus medios, de ahí que anhelen mejoría y libertad económica, menos o ninguna inmigración ilegal y tranquilidad en su vida cotidiana

El presidente francés, Emmanuel Macron, y el nuevo primer ministro, Francois Bayrou, en PauEFE

Al presidente Emmanuel Macron se le multiplican los entuertos, o le crecen los enanos, debido a lo cual ha deseado negociar un acuerdo de no censura con vistas al próximo Gobierno a cambio de una renuncia al artículo 49.3. Sin embargo, el arco republicano con el que deberá debatir y pactar acuerdos el primer ministro nominado se anuncia complejo, pues iría desde los ecologistas hasta los republicanos, pasando por los islamocomunistas, hasta el partido mayoritario, Agrupación Nacional, en temas sumamente difíciles como la «no proliferación nuclear», la crisis económica y de seguridad, entre otros. Al presidente prudente la excesiva moderación se le sube por las venas del cuello, aunque ha sido y sigue siendo su sello de marca.

A final de la mañana del viernes, dos micrófonos instalados en el tapiz rojo de las escalerillas principales del Hotel Matignon indicaban la ceremonia de traspaso de poder al nuevo ministro –lo que tenía que haberse hecho sin dilaciones. La prensa aguardaba ansiosa, subrayaba un reconocido periódico, sin embargo, sabemos que a Macron le agrada hacerse esperar. De modo que a Anne Renaut en X, antes Twitter, sólo se le ocurre un comentario que describe lo irrisorio de la acción: «No sabiendo todavía el nombre del futuro primer ministro, los técnicos de audio de Matignon se interrogan sobre la estatura del segundo micrófono. Por el momento han colocado ambos micros al mismo nivel». ¿Se pudiera leer esto con segundas intenciones? Desde luego, Francia es el país de las segundas intenciones. A lo que podríamos añadir una cierta idea de 'la pagaille' organizada, el desorden como recurso de sucesivas celebraciones o, como decimos en buen cubano: el relajo con orden.

Los ciudadanos son conscientes que, por primera vez, Francia vive por debajo de sus medios, de ahí que anhelen mejoría y libertad económica, menos o ninguna inmigración ilegal, tranquilidad en la vida cotidiana, o sea nada de violencia, recrearse en una cultura del buen vivir sin imposiciones permanentes de religiones ajenas y culturas relacionadas con regulaciones sectarias y prohibiciones…

Por lo visto han debido subir el micrófono a un metro setenta y cinco, que es lo que mide el nuevo primer ministro, François Bayrou (1951), una figura histórica centrista, que desde sus primeros pasos en la política ha elegido la vía no violenta, inspirado por Mahatma Gandhi, de ahí que después de la participación en movimientos demócratas de centro (ajenos y suyos) por fin se concentrara en la refundación del partido UDF (Unión para la Democracia Francesa), de Valéry Giscard d’Estaing, devenido en el MoDem (Movimiento Demócrata), fundado por él.

Bayrou forma parte de una generación de políticos que sin hacer nada relevante se ha mantenido en el candelero

Profesor agregado de Letras Clásicas fue consejero político a partir de 1979, momento en el que inició su carrera política. Candidato a la elección presidencial en dos ocasiones, en el 2002 y en el 2007, quedando en cuarta y tercera posición según el orden, además ha sido ministro de Educación Nacional entre 1993 y 1997, y en el 2017 desistió a una tercera candidatura para disponerla en favor de Emmanuel Macron. Bayrou forma parte de una generación de políticos que sin hacer nada verdaderamente relevante se ha mantenido en el candelero todos estos años; salvo cuando fue enjuiciado.

Les Echos publicaba recientemente: «De las once personas procesadas por el Tribunal Penal de París, tres, entre ellas François Bayrou, fueron absueltos. Los jueces, por el contrario, fueron duros con los otros ocho acusados. La fiscalía apeló».

El juicio contra François Bayrou y diez exejecutivos y cargos electos centristas se celebró del 16 de octubre al 21 de noviembre de 2023 en París, en el caso de los asistentes parlamentarios europeos. Este expediente provocó la dimisión de François Bayrou, entonces ministro de Justicia, Marielle de Sarnez (Asuntos Europeos) y Sylvie Goulard, (ministra de las Fuerzas Armadas), apenas un mes después de su entrada en el Gobierno en 2017.

En este caso, los acusados son sospechosos de haber utilizado fondos europeos entre 2005 y 2017 para pagar a asistentes parlamentarios que en realidad trabajaban para la UDF (Unión para la Democracia Francesa), entonces MoDem.

El 5 de febrero de 2024, el tribunal emitió su veredicto: François Bayrou fue absuelto 'con el beneficio de la duda'. Como otros dos acusados. Los otros ocho, entre ellos cinco exeurodiputados, fueron condenados sin embargo a penas de entre 10 y 18 meses de prisión, multas de 10.000 a 50.000 euros y dos años de inhabilitación suspendida. En cualquier caso, Bayrou está libre de polvo y paja. Es probable que sea un buen primer ministro que no interferirá en nada al presidente, ni a los futuros candidatos a la Presidencia del 2027, pero se las verá negras con el resto.

Algunos, sobre todo los comunistas, lo atacan fieramente, otros se burlan de las obras efectuadas por Bayrou; comentaba hace unos días un periodista de CNews: «Lo más trascendental que ha hecho fue darle una cachetada a un vejigo (niño) que intentaba robarle algo de un bolsillo durante un acto de campaña en un barrio de los suburbios». No es tan así de cierto, pero es verdad que aparte de ser lo que llaman un beauparleur, o sea, de hablar con elegancia, no ha destacado como una figura contundente de primera línea.

En el año 2002 tuve un encuentro simpático con él, en una de las calles de París, en la rue Saint-Dominique, cerca de donde entonces vivía, en ocasión del aniversario de un conocido; debo decir que fue paciente y aceptó amablemente nuestro reto. En el 2007, en una encuesta con escritores de una célebre revista, lo di como posible presidente. A ojo de buen cubero no estuve tan errada.