Irán toca fondo tras la caída de Al Asad en Siria y el agotamiento de Hezbolá
La República Islámica de Irán está a punto de cerrar un año cuyo balance no es nada positivo. En los últimos meses, el régimen de los ayatolás ha encadenado severos golpes en su política exterior, basada en el autodenominado «Eje de Resistencia», una amplia red de milicia proiraníes desperdigadas a lo largo de toda la región y que, desde el 7 de octubre de 2023, tras la masacre de Hamás contra el sur de Israel, acosan de manera constante al país hebreo. Entre sus principales aliados, Irán podía contar con la organización terrorista palestina en la franja de Gaza, las milicias proiraníes en Irak, la Siria de Bashar al Asad, los hutíes, en Yemen, y su gran punta de lanza, Hezbolá en el Líbano.
Sin embargo, y en cuestión de unos meses, Irán ha dejado de contar con el apoyo Damasco, tras la caída del dictador sirio en una ofensiva relámpago a manos de los rebeldes, mientras que Hamás y Hezbolá se encuentran en su peor momento tras más de un año de guerra con Israel. El derrocamiento de Al Asad y su posterior huida a Rusia ha sido el último clavo en el ataúd de la política exterior iraní, que con tanto esfuerzo le costó desplegar al general Qasem Soleimani, asesinado por Estados Unidos en un ataque con drones en el aeropuerto de Bagdad en 2020. Cuatro años después, la mayor parte de los proxies de Teherán se encuentran fuera de juego.
Como suele ser habitual en la República Islámica, que culpa de todos sus males en la injerencia de potencias occidentales, el líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, señaló a Estados Unidos, Israel y, de paso, a Turquía como los principales responsables de la caída de Al Asad y, aseguró, que la llegada al poder de los rebeldes, liderados por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), no debilitará a Irán. «El analista desinformado, inconsciente del verdadero significado de la resistencia, cree que, si la resistencia se debilita, la República Islámica también se debilitará», señaló Jamenei, que aclaró que Irán «es fuerte y poderoso y se volverá aún más fuerte y poderoso».
Pero, por ahora, los hechos parecen indicar todo lo contario. Sin Asad en Siria, Irán pierde una de sus principales vías de suministro a la milicia chií libanesa Hezbolá. Está por ver si los rebeldes sirios, con una organización fundamentalista de corte suní a la cabeza, permiten a la mayor teocracia chií usar el país para seguir nutriendo de armas y recursos a Hezbolá. Por ahora, HTS pretende vaciar Siria de cualquier injerencia extranjera, entre los que se incluye la milicia libanesa, las tropas rusas, así como las turcas y los soldados estadounidenses. Israel, país al que ha atacado de manera directa por primera vez este año, ha sabido ver el momento de debilidad de su mayor enemigo y ya ha amenazado con atacar instalaciones nucleares, para evitar que los ayatolás se hagan con la bomba.
Al parecer, y según publicó The Wall Street Journal, el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, también estaría evaluando la posibilidad de realizar ataques preventivos contra Irán para detener su programa nuclear. Para evitar este escenario, Teherán ha cedido a una mayor supervisión por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica de Naciones Unidas, aunque sigue defendiendo sus ensayos que, asegura, persiguen únicamente fines civiles. El futuro pinta bastos para Irán, con un Hezbolá completamente desgastado y decapitado, tras la muerte de su gran líder Hasan Nasralá, en un ataque israelí el pasado mes de septiembre, y con Hamás agotado y dispuesto a ceder a las exigencias del primer ministro hebreo, Benjamin Netanyahu, para llegar a un acuerdo de alto el fuego en Gaza.
Con todo, los hutíes de Yemen se han convertido en la principal fuerza hostigadora apoyada por la República Islámica y que todavía sigue suponiendo una amenaza para Israel, pero, sobre todo, para Occidente por su control sobre el mar Rojo. Desde finales de 2023, los rebeldes yemeníes han asaltado y atacado cientos de barcos mercantes, supuestamente vinculados al Estado judío, poniendo en grave peligro el flujo de comercio por esta importante vía marítima. Más allá de los problemas fuera de sus fronteras, el régimen de los ayatolás sigue sufriendo una grave crisis de legitimidad, que se agudizó tras la muerte en custodia policial de la joven kurda Jina Mahsa Amini en 2022. El resentimiento con las autoridades iraníes aún resiste, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, y a pesar de la brutal represión que se ejerció contra las manifestaciones a favor de la libertad que se sucedieron durante meses.