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Igor Kirillov ha sido asesinado en Moscú

Igor Kirillov, el hombre en la sombra del poder químico de Rusia que ha sido asesinado en Moscú

El jefe de las tropas de protección química de Rusia, acusado por Occidente de usar armas prohibidas en Ucrania y ser un engranaje clave de la desinformación del Kremlin, ha muerto en un atentado en Moscú

En la mañana fría del 17 de diciembre de 2024, la avenida Ryazansky de Moscú ha sido testigo de un acto que ya resuena en todo el panorama geopolítico: el asesinato del teniente general Igor Kirillov, jefe de las Tropas de Protección Radiológica, Química y Biológica del ejército ruso. Su muerte, producto de una explosión en un scooter eléctrico al salir de su residencia, no sólo truncó la vida de uno de los estrategas más polémicos del Kremlin, sino que expuso las grietas y tensiones en el conflicto entre Rusia y Ucrania.

Kirillov, una figura compleja y controvertida, fue tanto un arquitecto de la narrativa oficial rusa como un blanco constante de las críticas occidentales. Sus informes, cargados de acusaciones contra Estados Unidos y sus aliados, le otorgaron una notoriedad única, siendo considerado por algunos como un «guerrero de la desinformación» y, por otros, como un patriota que defendía la soberanía rusa frente a una conspiración global.

Nacido en una Rusia aún marcada por las tensiones de la Guerra Fría, Kirillov ascendió rápidamente en la jerarquía militar gracias a su formación científica y su afinidad por las tácticas de guerra no convencionales. Antes de liderar las Tropas de Protección Radiológica, Química y Biológica en 2017, dirigió la Academia Timoshenko, una de las instituciones más respetadas en la investigación y formación militar especializada en armas químicas y biológicas.

Su tarea, según las propias palabras del Ministerio de Defensa ruso, era doble: proteger a las fuerzas rusas de amenazas químicas y biológicas, y «causar pérdidas significativas al enemigo mediante medios incendiarios». Bajo su liderazgo, esta división no sólo se centró en la defensa, sino también en el desarrollo de capacidades ofensivas que, según acusaciones internacionales, se manifestaron en múltiples episodios durante el conflicto en Ucrania.

El maestro de la propaganda

Kirillov se convirtió en un rostro familiar de los informes militares del Kremlin, donde desgranaba teorías que mezclaban hechos, especulación y propaganda. Algunas de sus afirmaciones más notorias incluían la existencia de laboratorios biológicos en Ucrania financiados por Estados Unidos, la liberación de «mosquitos de combate» portadores de virus y el supuesto desarrollo de «bombas sucias» por parte de Kiev con ayuda occidental.

Kirillov ha muerto en plena calleAFP

Aunque estas acusaciones fueron desmentidas por expertos independientes y catalogadas como desinformación, cumplieron con su propósito dentro de Rusia: consolidar la narrativa oficial de que el país estaba bajo un asedio científico y militar liderado por Occidente. Esto le valió elogios entre los círculos patrióticos y críticas feroces en el ámbito internacional.

La sombra más oscura sobre la carrera de Kirillov fue su supuesta implicación en el uso de armas químicas en Ucrania. Según informes del Servicio de Seguridad Ucraniano (SBU) y del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, las fuerzas bajo su mando habrían desplegado sustancias tóxicas, incluidas municiones químicas y agentes asfixiantes como la cloropicrina.

El SBU llegó a documentar más de 4.800 casos de ataques químicos atribuidos a Rusia desde el inicio de la invasión en 2022, una cifra que coloca a Kirillov en el centro de las investigaciones por crímenes de guerra. En vísperas de su muerte, el general había sido citado en rebeldía por la justicia ucraniana bajo cargos de uso masivo de armas químicas prohibidas.

Un asesinato que sacude al Kremlin

El asesinato de Kirillov, reivindicado por el SBU como una «operación especial contra un objetivo legítimo», representa un golpe simbólico y estratégico para Rusia. El hecho de que un alto mando militar sea eliminado en pleno Moscú pone de manifiesto las vulnerabilidades internas de un régimen que se presenta como invulnerable.

Más allá de su trágico final, el legado de Igor Kirillov estará siempre marcado por las acusaciones de crímenes de guerra y su rol como defensor de una narrativa que buscaba justificar lo injustificable. Su figura evoca paralelismos históricos con otros altos mandos que, desde posiciones estratégicas, jugaron un papel clave en la maquinaria de desinformación de regímenes autoritarios, desde Joseph Goebbels en la Alemania nazi hasta Lavrenti Beria en la era estalinista.

Kirillov no fue simplemente un soldado ni un científico: fue un constructor de mitos al servicio del Estado. Su vida y muerte reflejan las tensiones y dilemas de una Rusia atrapada entre el pasado imperial y un presente marcado por la guerra y el aislamiento internacional.

En la historia del conflicto ruso-ucraniano, su nombre quedará inscrito como un recordatorio de hasta dónde puede llegar un régimen en su búsqueda de poder y control narrativo, y de las consecuencias de jugar con fuerzas que, como las armas químicas, no conocen fronteras ni banderas.