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Zoé Valdés
AnálisisZoé Valdés

De Biden para Trump, ¿con amor?

El demócrata sabe que el legado que heredará Donald Trump es el peor de todos, porque es el testamento del miedo. Nadie podrá ya más vivir de manera normal y descuidada, como era antes la vida

Actualizada 04:30

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden (d), y el presidente electo Donald Trump durante una reunión en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington, Dc

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el presidente electo Donald Trump, en una reunión en la Casa BlancaEFE

Lo que parecía ser, por fin, una relación correcta entre el presidente Joe Biden al final de su mandato y el futuro presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a ojo de buen cubero pareciera que se degradará antes de que el segundo acceda al poder. Biden cede un país que no ha crecido tanto como se esperaba a nivel económico, pero sobre todo lo deja, tal como se ha mostrado a finales del 2024 e inicios de año 2025 en las tinieblas provocadas por la violencia y el terrorismo.

A pocos días de haber quemado viva a una mujer en el metro de Nueva York por parte de un ilegal supuestamente perturbado mental (vamos, como todos), oriundo de una cultura ¿indígena?, mientras los demás filmaban y un policía pasaba por el lado como si malanga (lo que seguramente ya se ha olvidado), otro achocolatado también presuntamente perturbado mental empujó a un hombre a la vía del metro que en aquel momento pasaba a toda velocidad. Nada, no habrá que acercarse a los raíles, o si se puede no acceder el metro, que es el arma de exterminio eficaz de los ilegales de grandes culturas arranca corazones y achocolatados perturbados por la colonización.

Como guinda al pavo, dos ataques terroristas, uno en NOLA (Nueva Orleans) que va dejando quince muertos y decenas de heridos, y la explosión de un coche Tesla a las puertas del Hotel de Trump, en Las Vegas. Los símbolos no están por gusto, el odio contra el dúo Musk-Trump se acrecienta alentado por la prensa oficialista. Trump, adelantado, se refirió a la inmigración ilegal, como es natural, y Biden no quiso comentar, será hasta que Barack Obama no le facilite las instrucciones, que es como ha gobernado estos cuatro años en que ha fingido hacerse el bobo, el chocho, o lo que sea, para que no lo desaparezcan y continuar hasta el final con la doctora Jill también al submando.

Barack Obama, Biden mediante, intentará dejarle a Trump el país más vulnerable que puedan ustedes imaginar, y sé que a estas alturas del pánico vuestras mentes vuelan más que corren. Quemar viva a una persona y empujar a otra a los raíles del metro, más la violencia en las grandes ciudades, y capitales; por cierto, no me referí en el artículo pasado a Washington pues, aunque todos sabemos que es la capital real y política de Estados Unidos, Nueva York, Manhattan, la Gran Manzana, es la capital cultural y simbólica de ese país. No obstante, hablemos un instante de Washington, cuyo Capitolio continúa enrejado y acordonado de policías desde que el trío Obama-Biden-Harris accedió al poder. El nivel de violencia de la capital compite con el de Nueva York, pero como es lógico, con Nueva York se han ensañado con alevosa perfidia, valga la redundancia.

En la desalmada agenda de estos políticos está la de adecuar los contextos, los hábitats, al rastrojo deshumanizante internacional que las invade; no se detendrán hasta que la civilización occidental pierda su esencia y los desiertos y la oscuridad cubran los pavimentos y el neón, desapareciéndolos. Mientras, para ellos, mansiones en islas millonarias y en los pocos sitios cercados con alambradas que mantendrán exclusivamente para su beneficio de bon vivants.

Joe Biden no es un buen hombre (busquen vídeos de cuando empezó en la política y lo confirmarán), no es un tonto como están haciéndonos creer. Biden se hace el tonto, tal vez aprovechándose él mismo de su edad, para engañar a quien le reemplazará, que en lugar de ir de apocado, va de listo, siempre poniendo el pecho. Los conservadores deben aprender que a la izquierda y a la ultraizquierda hay que enfrentársele con el mismo nivel de fintas perversas. Cuesta, pero alguna estrategia habrá que proyectar con tal de evitar lo peor. Aunque no estoy segura de que a estas alturas sería ya posible de impedirlo.

Sino miren esa marcha del odio que, con los cadáveres todavía calientes de Nueva Orleans, se replicó en las calles de Manhattan llamando a la Intifada, como mismo hace unos meses se produjo en París. Llamar a la Intifada es clamar con urgencia a la masacre y destrucción de los occidentales, es exigir y la puesta en obra el fin de los ciudadanos en todo el mundo que no permiten que se les coarten sus libertades. En Londres vi en uno de esos vídeos de las redes sociales, a un inglés bien vestido de los de antes, en medio de otra turba, proclamaba sus derechos como inglés: «¡Esto no es Gaza, esto es Londres!». Pero claro, nadie se mueve a Gaza, porque el terror hay que sembrarlo en Londres, en Occidente.

Joe Biden sabe que el legado que heredará Donald Trump es el peor de todos, porque es el testamento del miedo. Nadie podrá ya más vivir de manera normal y descuidada, como era antes la vida. La alimaña de Biden no ignora que la posibilidad de que Trump drene el pantano solucionando el cenagal que han dejado resulta casi imposible, se han ocupado en que todas las instituciones estén infiltradas por estos súbditos de Alá Puñeta y compañía.

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