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Alonso montero

Maduro tiene miedo y no le faltan motivos

Edmundo González Urrutia ha aprendido que rendirse no es una opción y ahora mira de frente cuando proclama, con las actas oficiales por testigo, que es el presidente electo de Venezuela

Actualizada 08:53

Maduro tiene miedo y motivos no le faltan. El régimen ha cerrado la autopista del aeropuerto de Maiquetía a Caracas hasta el 9 de enero. La ciudad está empapelada con carteles de «Se busca», con el rostro impreso de Edmundo González Urrutia y la recompensa de 100.000 dólares. Un millar largo de efectivos de «seguridad» tiene previsto desplazarse para amedrentar / dispersar / aniquilar las manifestaciones convocadas por María Corina Machado para este jueves, un día antes de que la dictadura consume su último golpe con la tercera investidura del antiguo conductor de autobuses y moderno tirano de ese lado del Caribe.

Los tambores y cornetas de libertad suenan en los cuarteles desde el asalto a las urnas que el mes de julio dieron la victoria a la oposición. El ruido de sables saca chispas desde que millones de venezolanos salieron a votar por la democracia y demostraron su victoria a pesar de las reglas ventajosas y tramposas de sus verdugos.

El mandatario venezolano Nicolás Maduro

El mandatario venezolano Nicolás MaduroAFP

Maduro tiene miedo porque González Urrutia ha aprendido que rendirse no es una opción y ahora mira de frente cuando proclama, con las actas oficiales por testigo, que es el presidente electo.

El usurpador, Cilia Flores y el clan que ha reventado ese Estado fallido que es Venezuela huele a azufre, a ese del que presumía Hugo Chávez para hablar del «cadáver» de George Bush y que, ironías del destino, se lo llevó a él primero.

Marco Rubio no es Antony Blinken ni Donald Trump se parece a Joe Biden. Los que todavía mandan en Washington se hacen fotos en la Casa Blanca con González Urrutia y los que van a mandar ajustan las agendas y en ellas, el nombre de Nicolás Maduro está proscrito. Más miedo.

Edmundo González Urrutia no podrá aterrizar para reclamar lo que es suyo en Caracas si antes no hay una revolución, un contragolpe que obligue a la banda bolivariana de los Jorge y Delcy Rodríguez, Diosdado Cabello, Vladimir Padrino y compañía a rendirse primero o a salir volando ellos antes. El elegido por María Corina Machado podrá ocupar las portadas de medios de todo el mundo con una decena de expresidentes como escudos. Ahí se ofrecen el colombiano Andrés Pastrana, los panameños Mireya Moscoso y Ernesto Pérez Balladares, o los mexicanos Felipe Calderón y Vicente Fox. También los vecinos de Sudamérica se apuntan. Mario Abdo, de Paraguay, Jorge Tuto Quiroga, de Bolivia o el ecuatoriano Jamil Mahuad, hacen cola para acompañarle con los demócratas que cierren filas con él. Lejos, como recordó Antonio Ledezma, están los cómplices que miran para abajo: el Brasil de Lula, el México de Claudia Sheinbaum, la pupila de López Obrador o la Colombia del guerrillero ebrio y de gatillo fácil que fue Gustavo Petro.

Habrá sorpresas en Venezuela y quizás sangre, más sangre de la derramada en estos días de miedo, miseria, esperanza y lágrimas. Veremos lo que no querríamos ver y no veremos lo que el Gobierno de Pedro Sánchez está obligado a hacer: reconocer la victoria de Edmundo González Urrutia. Rodríguez Zapatero sabe por qué y guarda silencio ahora, mudo se queda hasta con el secuestro del yerno de González Urrutia.

En esta semana de gira internacional, de emoción y fervor en la nueva Argentina de Javier Milei, de apoyos universales y del pueblo resucitando, el viejo diplomático y presidente electo, puede terminar el viernes jurando su cargo en su embajada de República Dominicana, puede hasta ser un segundo Juan Guaidó. Puede hacer todo lo que promete y hasta esperar un milagro. Todo eso es posible, pero, al menos de momento, casi nada es probable.

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