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Miembros de las Fuerzas de Seguridad Sirias se encuentran junto a un cuerpo cubierto tras la violencia ocurrida en los días anteriores durante los enfrentamientos entre fuerzas gubernamentales y partidarios del antiguo régimen sirio, en la ciudad de Jableh de Latakia, Siria

Miembros de las Fuerzas de Seguridad Sirias, en la ciudad de Jableh de Latakia, SiriaEFE

Claves para entender el nuevo estallido de violencia en Siria

Durante tres días, la región costera del país árabe ha protagonizado encarnizados enfrentamientos entre milicianos leales al dictador sirio Bashar al Asad y las Fuerzas de Seguridad del nuevo Gobierno, que han dejado más de 1.300 muertos

La violencia sectaria ha vuelto a sacudir a Siria y amenaza con hacer descarrilar la ya de por si frágil transición en el país árabe. Según diferentes organizaciones humanitarias, al menos 1.311 personas han muerto en los enfrentamientos que estallaron el pasado jueves 6 de marzo y que se prolongaron durante tres días.

El catastrófico balance de esta insurrección, iniciada por seguidores del antiguo régimen del dictador sirio Bashar al Asad, eleva el número de civiles asesinados a 830, mientras que 231 miembros de las Fuerzas de Seguridad del nuevo Gobierno han muerto, así como 250 militantes leales a Al Asad, según recoge el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

El levantamiento de los leales al dictador sirio abrió la puerta a un nuevo ciclo de violencia y venganza. Las Fuerzas de Seguridad del Ejecutivo, integradas en su mayoría por radicales de la organización islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) que el pasado diciembre derrocó al régimen, decidieron tomarse la justicia por su mano y ejecutar a civiles, así como realizar actos de saqueo.

«Las Fuerzas de Seguridad, el personal del Ministerio de Defensa y sus fuerzas aliadas cometieron crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos, en ausencia de medidas legales disuasorias. Estos crímenes se producen en el contexto de operaciones de venganza generalizadas contra miembros de la secta alauita, en medio de continuas matanzas masivas, incendios de viviendas y desplazamientos forzosos, en ausencia de cualquier intervención internacional para poner fin a estas masacres», sentenció el Observatorio.

¿Cómo se desencadenó la violencia?

El pasado jueves 6 de marzo, milicias leales al dictador sirio Bashar al Asad –exiliado en Rusia desde el pasado mes de diciembre–, lanzaron una fuerte ofensiva contra las fuerzas gubernamentales en la ciudad costera de Jableh, perteneciente a la provincia de Latakia, de mayoría alauí. Durante la emboscada, los rebeldes consiguieron hacerse con el control de Qardaha, ciudad natal de Asad, mientras Damasco se apresuraba a mandar refuerzos.

La región costera de Latakia y Tartús han supuesto un desafío para las nuevas autoridades sirias, lideradas por el islamista Ahmed al Sharaa –exmiembro de Al Qaeda–, ya que la mayor parte de su población está compuesta por alauitas, una rama del islam chií a la que también pertenece la dinastía Al Asad, y que ha desconfiado desde el primer momento de las intenciones del nuevo Gobierno. La dictadura de Bashar al Asad intensificó las diferencias sectarias otorgando puestos en la Administración, así como dentro del Ejército a los miembros de su misma secta.

Con la llegada de los islamistas al poder, las tornas cambiaron y se produjeron despidos masivos de alauitas, favoreciendo a los suníes. Así las cosas, la región costera siria se ha erigido como un territorio hostil con las autoridades de Damasco. Tras varios días de enfrentamientos, el presidente interino del país árabe anunció que habían conseguido restaurar el orden, aunque se seguían denunciando ejecuciones sumarias en diferentes zonas por parte de los islamistas.

Este lunes, el Ministerio de Defensa sirio informó del fin de todas sus operaciones militares en las provincias de Latakia y Tartús. «Anunciamos el éxito de nuestras fuerzas, gracias Dios y a la determinación de nuestros hombres, en lograr todos los objetivos propuestos en esta fase», declaró el portavoz de Defensa de la nueva Administración, el coronel Hasán Abdulghani.

¿Qué medidas ha adoptado Damasco?

El presidente interino de Siria, el islamista Ahmed al Sharaa, compareció este domingo en la mezquita de los Omeyas, en Damasco, para llamar a la «calma» y confesó que lo ocurrido era un desafío «esperado». «Tenemos que proteger la unidad nacional y la paz civil», aseveró Al Sharaa, que no mostró ningún tipo de autocrítica con las acciones perpetradas por los miembros de las Fuerzas de Seguridad de su Gobierno. En este sentido, el líder islamista, lejos de asumir algún tipo de responsabilidad, acusó a «fuerzas externas» de querer «arrastrar» a Siria a una nueva «guerra civil».

Para tratar de depurar responsabilidades, el presidente interino anunció la formación de un comité «independiente» para investigar las «violaciones contra civiles» y averiguar la identidad de los responsables. El resultado de estas pesquisas deberá presentarse como máximo en un plazo de 30 días. A pesar de que las investigación todavía no ha arrancado, este mismo lunes, Damasco ya ha anunciado el arresto de «varios» implicados –aunque no los identifican– en los ataques de las semanas pasada. Según informó el periódico sirio Al Watan, las Fuerzas de Seguridad «arrestaron a varios autores de violaciones», entre ellos a los responsables de la «ejecución de un anciano» que se grabaron en un vídeo «dando vueltas en una motocicleta por uno de los pueblos de la costa».

Reacciones internacionales

Europa y Estados Unidos, que se plantean levantar las sanciones económicas impuestas al anterior régimen sirio, han mostrado su preocupación por el nuevo estallido de violencia sectaria en el país. En un comunicado emitido el domingo, el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, instó a las autoridades sirias a «exigir responsabilidades a los autores de estas masacres». Rubio, además, señaló que Washington «está con las minorías religiosas y étnicas de Siria, incluidas sus comunidades cristiana, drusa, alauita y kurda».

Bruselas, por su parte, emitió un breve comunicado en el que condenó «todo intento de socavar la estabilidad y las perspectivas de una transición pacífica duradera, integradora y respetuosa de todos los sirios en su diversidad». Ante este frágil escenario, el alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, señaló que «los anuncios de las autoridades interinas sobre su intención de respetar la ley deben ir seguidos de medidas rápidas para proteger a los sirios». Este lunes, y a petición de Rusia –que también llamó a detener «lo antes posible» la violencia– y Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reúne de urgencia este para tratar la situación en Siria.