La corrupta versión venezolana de la USAID
Los despilfarros conocidos durante los gobiernos de Chávez y Maduro se pueden contabilizar entre 35.000 y 40.000 millones de dólares

Nicolás Maduro y Juan Carlos Monedero durante la retransmisión del discutido podcast del dictador
La reacción del gobierno venezolano frente a la decisión del presidente estadounidense Trump de intervenir la USAID muestra, sin duda, que están aprovechando jubilosamente la oportunidad de endilgar a la oposición democrática y a sus líderes, a través de una enorme campaña mediática, su condición de corruptos, a manera de «proyección» de su propia naturaleza.
Una indagación no exhaustiva de la «diplomacia petrolera» instalada bajo la dirección de Chávez, y continuada con menos transparencia por Maduro, se configuró como una forma de utilizar los dineros de la nación para ejercer influencia política, no solo su área natural de Hispanoamérica y el Caribe, sino en el resto del continente y otras partes del mundo.
Todo comenzó en 1999, cuando se modificó el Pacto de San José con el que México y Venezuela venían supliendo petróleo, a precios preferenciales, a Centroamérica y el Caribe, para crear el Pacto de Caracas e incluir a Cuba. Este acuerdo que sirvió de base para crear la versión actual de «Petrocaribe» en 2005.
A lo largo de sus 13 años de gobierno, Chávez estableció otros mecanismos multilaterales como la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA); la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), se integró a otros ya existentes como el Mercado Común del Sur (Mercosur), y retiró al país del Pacto Andino, principalmente por sus diferencias políticas con Colombia.
Además, suscribió decenas de pactos bilaterales con naciones hispanoamericanas ideológicamente afines (Cuba, Bolivia, Ecuador, Honduras, Perú, Nicaragua, Argentina, y algunos países y territorios de El Caribe), cuyo costo para Venezuela se acercó a los 3.500 millones de dólares.
José Luis Rodríguez Zapatero y Nicolás Maduro, en enero en Caracas
De todos ellos, Cuba fue el país más beneficiado económicamente. A cambio de asesores de seguridad e inteligencia, médicos, educadores y técnicos deportivos, La Habana recibió insumos y enormes cantidades de dinero, con lo cual logró dejara atrás el llamado «período especial» que siguió al fin de los subsidios que recibía de la desaparecida Unión Soviética.
Hasta antes de morir en Cuba, Chávez suministraba el 60 % de la energía que consumen los cubanos, a precios preferenciales —unos 100.000 barriles de crudo al día—; ambos países tienen todavía, unas 30 empresas conjuntas en áreas diversas.
Para el 2010, ese apoyo solidario había superado los 6.000 millones de dólares, equivalente al 40 % de todo el comercio internacional de la isla.
Pero no fue solo Cuba. Muchos otros países hispanoamericanos se beneficiaron de la «filosofía de cooperación regional» —o de compra-venta de apoyos— impulsada por Chávez, a través de convenios y acuerdos de cooperación y comerciales que, por opacos, se hace difícil compilar.
Por ejemplo, en su primera visita a Caracas en 2006, el entonces flamante presidente de Bolivia, Evo Morales, suscribió siete acuerdos bilaterales, incluyendo uno para el suministro de 200.000 barriles diarios de combustibles, además de vehículos, insumos y otros apoyos.
Entre 2004 y 2007, Venezuela compró cerca de 5.200 millones de dólares en bonos de la deuda argentina. Posteriormente, Venezuela se convertiría en su facilitador de combustibles, acumulando una deuda que podría alcanzar los 5.400 millones. No incluidos los 800 mil dólares portados ilegalmente en la maleta de Guido Antonioni Wilson, como apoyo para la campaña electoral de los Kirchner.
El acercamiento al sur, fue una de las primeras estrategias de Chávez con varios proyectos, todo apellidados «sur», que pretendían evidenciar la vocación sudamericana del gobierno venezolano.
Algunas de esas ideas no se concretaron, como el frustrado Oleoducto del Sur, el Banco del Sur, y la Moneda del Sur (El Sucre), mediada por el español Juan Carlos Monedero, y que permitió justificar buena parte del dinero que luego sirvió para fundar el partido Podemos de España.
Hasta el Partido Comunista chileno recibió 8 millones de dólares disfrazados de préstamo, a la Universidad Arcis, de su propiedad.
Mientras tanto, se investigaba en Honduras la supuesta donación de 100 millones de dólares que hizo al Gobierno de Manuel Zelaya (2006-2009).
Nicolás Maduro junto a Diosdado Cabello en actos por el aniversario de la muerte de Hugo Chávez
A la muerte de Chávez, en una reunión de cancilleres del ALBA y Petrocaribe realizada en Caracas, el entonces vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, dejó claro que la estrategia de integración y cooperación continuaría; dijo allí que: «Queremos ratificar, en nombre del comandante Chávez, todo el compromiso del gobierno bolivariano para el período 2013-2019 en la construcción de esta zona económica especial».
Pero Maduro como presidente, fue más allá y extendió esos compromisos de apoyo a los carteles de la droga, la narcoguerrilla colombiana, las redes criminales, a Hezbolá y a Hamás.
Ni hablemos de las «donaciones» de aviones de combate a Ecuador, de casas a Perú y de cientos de aportes gratuitos a otros países, que incluyeron petróleo, gasolina y canchas deportivas a poblaciones de Estados Unidos e Inglaterra.
En esa misma línea de acción, Maduro condonó 70 millones de dólares de la deuda de San Vicente y las Granadinas, y otros 250 millones de la deuda de Belice.
No contamos los muy numerosos sobornos y las millonarias dádivas otorgadas a muchos personajes «ilustres» como la Senadora colombiana, ya fallecida, Piedad Córdoba, Alex Saab, Gustavo Petro, y algunos conocidos personajes de la izquierda española.
En resumen, solo los despilfarros conocidos durante los gobiernos de Chávez y Maduro se pueden contabilizar entre 35.000 y 40.000 millones de dólares, aunque faltan muchos casos y la lista es larga.
Pero el dinero legal comenzó a agotarse con las sanciones de Europa y de Trump en su primer mandato y hoy, con la suspensión de las licencias petroleras, llegará a su fin. Así que la USAID «gringa» se quedó corta.