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El presidente ruso, Vladímir Putin, en el Kremlin, en Moscú

El presidente ruso, Vladímir Putin, en el Kremlin, en MoscúAFP

Las condiciones de Rusia para acabar con la guerra en Ucrania: echar a Zelenski y no firmar antes de 2026

El presidente ruso, Vladimir Putin, ha decidido tirar por la calle de en medio, dilatar las conversaciones y ganar tiempo para sentarse a la mesa de negociaciones cuando a él mejor le convenga, sin contrariar a Trump

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se enfrenta a una disyuntiva. El plan para poner fin a la invasión rusa de Ucrania está sobre la mesa y ya ha sido aceptado por una de las partes, Kiev. «La pelota está ahora en el tejado de Rusia», declaró el secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, hace un par de días, tras liderar la delegación estadounidense en las negociaciones en Arabia Saudí con los ucranianos. Inmediatamente después, el enviado especial norteamericano, Steve Witkoff, se subió a un avión rumbo a Moscú para ofrecer todos los detalles sobre estas conversaciones a los rusos y acelerar el proceso para, al menos, concretar un alto el fuego.

Putin, por tanto, debe elegir ahora si aceptar esta propuesta y seguir gozando de su privilegiada y renovada relación con su homólogo estadounidense, Donald Trump, o, por el contrario, rechazarla –dándole el gusto a los nacionalistas rusos– y enfrentarse al republicano. La opción que ha escogido el autócrata, sin embargo, es tirar por la calle de en medio. El Kremlin no se opone directamente a la tregua, pero dilatará las negociaciones lo máximo posible, en un momento en el que retiene la ventaja bélica sobre el terreno –expulsando a las tropas ucranianas de la región rusa en Kursk– y tras el renovado respaldo de Washington.

«Rusia está de acuerdo con las propuestas para poner fin a las hostilidades, pero sólo con aquellas que conduzcan a una paz duradera y eliminen las causas de la crisis», declaró este jueves el mandatario ruso, en una rueda de prensa conjunta con su homólogo bielorruso, Aleksandr Lukashenko. Putin, ante todo, sacó el tiempo para agradecer al «presidente de Estados Unidos su atención a este conflicto». Horas después, el exespía de la KGB tenía previsto reunirse personalmente con el enviado especial norteamericano al que presentó una extensa lista de requisitos y condiciones para poner fin a la guerra.

Con todo, Witkoff fue recibido en Moscú por segunda vez –ya tuvo un encuentro con el propio Putin el pasado mes de febrero para la liberación del estadounidense Marc Fogel– con toda la pompa que la ocasión merecía. Pero, lejos de la cálida acogida que se encontró, a puerta cerrada las negociaciones con su contraparte rusa no fueron tan sencillas. Según adelantó el periódico estadounidense The Washington Post, el Kremlin ha planteado una serie de exigencias «maximalistas» para poner fin a la guerra de Ucrania, una información que también confirma Reuters.

En el documento, citado por el Post y que fue redactado el pasado mes de febrero por un influyente think tank con sede en Moscú cercano al Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia, el Kremlin rechaza de pleno los planes preliminares de Trump de conseguir un acuerdo de paz en un plazo de 100 días, tildando la idea de «imposibles de realizar». Putin ha hecho otros cálculos y para él, «una resolución pacífica de la crisis de Ucrania no puede darse antes de 2026». En este sentido, y como ha advertido el mandatario ruso en múltiples ocasiones, Moscú no tolerará el despliegue de fuerzas europeos en el país invadido.

Este mismo jueves, y mientras se esperaba la llegada del enviado especial estadounidense a Rusia, la portavoz de la diplomacia de este país, María Zajárova, insistió en que «es absolutamente inaceptable para nosotros que se desplieguen unidades de las Fuerzas Armadas de otros Estados en Ucrania» y aseguró de que esto «significaría la implicación de esos países en un conflicto armado directo con nuestro país, al cual responderemos con todos los medios disponibles». Entre las demandas también destacan muchas otras que el Kremlin ha repetido hasta la saciedad: no se permitirá el ingreso de Kiev a la OTAN y exige el reconocimiento de la soberanía rusa de la península de Crimea y las otras cuatro regiones (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia) anexionadas durante la invasión.

Pero, además de lo ya conocido, Moscú pretende crear una zona de amortiguación en el noreste de Ucrania, en la frontera con las regiones rusas de Briansk y Bélgorod –esta última ha sido objetivo de múltiples ataques ucranianos durante el conflicto–, así como una zona desmilitarizada en el sur, cerca precisamente de Crimea –anexionada por Rusia de manera ilegal en 2014–, y que también afectaría a la región de Odesa.

A todo esto, se suma el gran deseo de Putin desde que lanzó su invasión a gran escala contra Ucrania, hace ya más de tres años, de acabar con el Ejecutivo de Volodimir Zelenski, elegido democráticamente, y colocar un Gobierno títere que se pliegue a los deseos del Kremlin. Moscú ha abonado el terreno, vendiendo la idea de que Zelenski no es el representante legítimo del pueblo ucraniano por no haberse sometido a elecciones, a pesar de que en el país rige la ley marcial y la Constitución le avala. Una narrativa que Trump también ha hecho suya, llegando a llamar directamente al ucraniano «dictador».

El Kremlin aceptaría, como única concesión, no emplazar sus misiles balísticos de alcance intermedio Oreshnik en Bielorrusia –país al que trasladó armas nucleares tácticas en 2023–, en la frontera con la Unión Europea, pero, a cambio Estados Unidos, se debe comprometer a no desplegar nuevos sistemas de misiles en el continente. El documento también sugiere que Rusia deje de suministrar armas a países considerados «no amigos» de Washington y este entonces dejaría de armar a Ucrania.

Con todo, como era de esperar, el Kremlin mostró sus reservas sobre la propuesta del alto el fuego de 30 días acordada en la reunión de esta semana en Yeda, Arabia Saudí, entre Estados Unidos y Ucrania. Moscú se justificó diciendo que era «apresurado» y que este tiempo solo servirá para que Ucrania se rearme. «El alto el fuego propuesto no es más que un respiro temporal para las fuerzas ucranianas», aseveró el alto asesor de política exterior del Kremlin, Yuri Ushakov, una tesis que secundó el propio Putin.