Los innovadores métodos del hospital que alberga a los rehenes liberados por Hamás
No existían precedentes médicos escritos sobre cómo tratar a estos pacientes, por lo que el equipo del hospital tuvo que improvisar, recurriendo a experiencias previas de tratamiento de prisioneros de guerra y víctimas de abusos masivos

Shebab Medical Center
El Sheba Medical Center, situado a las afueras de Tel Aviv, no es solo el hospital más grande de Israel, sino también un punto de convergencia entre la esperanza y la desolación, un lugar donde se fusionan la medicina y los efectos de la guerra. Su extenso campus, con una infraestructura que se asemeja a una pequeña ciudad, alberga interminables pasillos, salas de espera llenas de gente y un constante vaivén de médicos y enfermeras que intentan cumplir con una misión vital: salvar y reconstruir vidas. Desde el 7 de octubre de 2023, el hospital ha tenido que hacer frente a situaciones extremas, recibiendo no solo a más de 2.000 soldados israelíes heridos en combate, sino también a un grupo particularmente vulnerable: los rehenes liberados de las manos de Hamás.
El protocolo de recepción de los rehenes liberados es extremadamente detallado y organizado. Estos llegan en helicóptero desde la frontera directamente a habitaciones privadas, donde se les somete a una serie de pruebas médicas de urgencia, tanto físicas como psicológicas, para evaluar el impacto del cautiverio. La rapidez es una prioridad, pero también la discreción. Se busca evitar cualquier contacto con los medios de comunicación o el público, y el entorno hospitalario se convierte en un espacio controlado donde la atención y el tratamiento son lo más importante. A medida que los rehenes se someten a las evaluaciones médicas, el hospital intenta, dentro de lo posible, restaurar algo de dignidad y normalidad a sus vidas tras su liberación.
«Lo que se escucha es solo el 50 % de lo que han sufrido estos prisioneros», explica un portavoz del hospital en tono grave. A medida que los rehenes llegan, la atención no se limita solo a los daños físicos. Las huellas psicológicas son profundas y complejas, y el hospital está preparado para abordar ambos aspectos. A veces, las historias de abuso, malnutrición y tortura no se expresan con palabras, sino a través de gestos, miradas y comportamientos que los médicos deben aprender a leer.
La Dra. Naama de la Fontaine, que trabaja en la clínica de trauma infantil del hospital Safra, señala que una de las consecuencias más visibles de la guerra es el impacto psicológico en los niños y sus padres. Según su testimonio, cuatro de cada cinco familias atendidas han mostrado claros signos de estrés emocional tras el ataque del 7 de octubre. «Aunque no diría que Israel sea un país en trauma, las consecuencias psicológicas de los últimos eventos son profundas y requieren una evaluación cuidadosa», comenta con prudencia. Para muchos de estos niños, la guerra no solo ha causado heridas físicas, sino también cicatrices mentales que, a pesar de los esfuerzos por ofrecerles atención, seguirán marcando sus vidas durante años.
El hospital, que se precia de tratar a pacientes sin distinción alguna, recibe también a un número significativo de niños palestinos. Antes de los ataques del 7 de octubre, el 40 % de los niños hospitalizados en Sheba eran palestinos, muchos de ellos provenientes de Gaza y con enfermedades genéticas complicadas. A pesar del contexto político tan tenso, los médicos insisten en que en las salas de operaciones y en las consultas no se discrimina por raza, religión o procedencia. «Tratamos a personas con vínculos con Hamás, y en ningún momento la atención médica se ve influida por factores externos», asegura el Dr. Moshe Ashkenazi, subdirector del hospital infantil. Sin embargo, el clima político siempre está presente, aunque de manera implícita. Las dificultades en la relación entre israelíes y palestinos se sienten en el aire, aunque se eviten conversaciones explícitas sobre el tema.
Homenaje a las personas secuestradas por Hamás
El tratamiento de los rehenes liberados ha puesto a prueba los protocolos médicos de Sheba. A diferencia de otras situaciones de emergencia, los médicos nunca tuvieron que enfrentarse a la tarea de tratar a personas que han sido cautivas de una organización terrorista. No existían precedentes médicos escritos sobre cómo tratar a estos pacientes, por lo que el equipo del hospital tuvo que improvisar, recurriendo a experiencias previas de tratamiento de prisioneros de guerra y víctimas de abusos masivos. Así, un equipo multidisciplinario, compuesto por médicos, psicólogos, psiquiatras, nutricionistas y trabajadores sociales, fue entrenado para gestionar la recepción de los rehenes y su tratamiento posterior.
El trato de estos pacientes no solo se centra en lo físico, sino también en lo psicológico. Se crearon ambientes tranquilos y aislados, asemejando sus espacios anteriores, para asegurar que los rehenes pudieran recuperarse en un espacio donde pudieran sentirse seguros y tranquilos.
Sin embargo, esta intervención médica no es suficiente para borrar por completo las huellas del cautiverio. Algunos rehenes presentan trastornos severos derivados de la tortura, la privación de alimentos, el abuso físico y la constante tensión emocional. A pesar de las mejoras físicas, los médicos reconocen que la recuperación psicológica será un proceso largo y doloroso, que podría afectar a estos individuos durante toda su vida.
El Sheba Medical Center sigue siendo un lugar de esperanza, pero también de duelo. En los pasillos del hospital, la guerra y la medicina no se pueden separar, y cada historia de recuperación se entrelaza con la de quienes aún están esperando regresar a su hogar.