El mundo de Trump, el de los suyos y el de los otros
Trump espera que sus aranceles «funcionen», que el mundo capitule y llegue a un «trato» con él. Sus defensores creen que así será. Bill Ackman, un multimillonario inversor hasta ahora sensato, es uno de ellos. El 3 de abril, tuiteó: «A veces, la mejor estrategia en una negociación es convencer a la otra parte de que estás loco»

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la firma del decreto de «aranceles recíprocos»
¿Qué haces cuando un presidente estadounidense desconoce la diferencia entre aranceles y desequilibrio comercial?
¿Qué haces cuando el mismo presidente se adhiere a la creencia de que el superávit comercial de otro país con Estados Unidos es una prueba fehaciente de sus traiciones y de su perfidia antiamericana? (¿De verdad Bangladesh pretende empobrecer Pensilvania?).
El mejor comentario sobre los aranceles de Trump provino de un observador anónimo en X (anteriormente Twitter), quien describió las acciones de Donald Trump como Teoría Crítica del Comercio: «Cualquier desequilibrio comercial entre dos países es evidencia de facto de prácticas comerciales injustas sistémicas». (Para quienes no entiendan la referencia, se trata de un juego de palabras con la Teoría Crítica de la Raza, una creencia progresista estadounidense que insiste en que todas las disparidades raciales son resultado del racismo sistémico. ¿Otras causas? Imposible).
No basta con decir que Trump es un analfabeto económico y que sus asesores son exactamente iguales. Es demasiado fácil. Y, en cualquier caso, la perversa emoción momentánea de poder decir tal cosa sobre el hombre más poderoso del mundo –poder presumir, irrefutablemente, de saber más de economía básica que él– se disuelve rápidamente en pánico. Porque si esto es cierto –y lo es– el mundo está jodido… y lo está. Al menos por ahora. Hasta que prevalezca mejor juicio. Hasta que eso suceda, poco podemos hacer aparte de fulminar.No basta con decir que Trump es un analfabeto económico y que sus asesores son exactamente iguales
Impuestos disparados
Podríamos, por supuesto, intentar señalarle a Trump sus errores. Michael Strain, mi colega del American Enterprise Institute —un think tank de libre mercado (o liberal clásico) en Washington, donde soy un «fellow»— escribe que «los aranceles anunciados ayer (miércoles) por el presidente Trump constituirían el mayor aumento de impuestos desde los impuestos de 1968 para financiar la guerra de Vietnam». Muchos economistas también han señalado que la tasa promedio de los aranceles de Trump sería más alta que bajo la ley Smoot-Hawley, una medida proteccionista promulgada por el presidente Hoover en 1930, que desencadenó la Gran Depresión.
Muchos creen que nos encaminamos hacia una Gran Depresión Trumpista (un Great Trump Depression, en inglés)
Muchos creen que nos encaminamos hacia una Gran Depresión Trumpista (un Great Trump Depression, en inglés). Se cree que él quiere un Premio Nobel de la Paz. En cambio, es probable que una catástrofe económica mundial lleve su nombre.
No me complace decir nada de esto. Trump es una mezcla exasperante de lo genuinamente revolucionario –en el buen sentido de la palabra– y lo asombrosamente estúpido. (The Wall Street Journal, mi periódico, usa la palabra inglesa «dumb» para describir su política comercial. No es una palabra fina, pero acierta).
En el lado revolucionario de su libro de contabilidad está su cruzada para desmantelar la desmesurada burocracia federal, incluyendo –¡Aleluya!— la abolición del Departamento de Educación, que ha contribuido más a convertir a una generación de estadounidenses en imbéciles semi analfabetos que cualquier cantidad de televisión y redes sociales. También está poniendo fin al antisemitismo y a los excesos de la «diversidad» progresista en los campus universitarios.
Pero en materia de comercio, demuestra una ignorancia tan monumental que uno se pregunta si realmente comprende la enormidad de lo que ha desatado. También hay que preguntarse cuál es su cálculo político.
Todo está a punto de encarecerse para el consumidor estadounidense
Todo está a punto de encarecerse para el consumidor estadounidense. Alimentos, incluyendo frutas y verduras. Autos y camiones. Fertilizantes. Ropa. Electrodomésticos. Teléfonos. Zapatos. Ferretería. Utensilios de cocina. Cubiertos. Juguetes. Muebles. Dispositivos médicos. Medicamentos. Alcohol. Azúcar. Carne. Tampones.
Los estadounidenses sufrirán: sería como una patada en la entrepierna. Entre los muchos temas sobre los que Trump hizo su campaña electoral, uno notable –y que le ganó votos– fue la inflación que había cobrado fuerza durante la presidencia de Biden. «Bajaré los precios para el tipo común», dijo Trump. Esas palabras ahora suenan a broma, estafa, trampa, burla. Porque está haciendo todo lo contrario. No solo a los estadounidenses. El precio de todo va a subir para todos, en todas partes. (Incluso para ti, querido lector).
Y la gente de todo el mundo va a dejar de gastar. Dejaré que los economistas nos expliquen las consecuencias.
Trump será castigado por los votantes en las elecciones (de mitad de mandato) de 2026
Mientras los estadounidenses se enfrentan a aumentos masivos de precios, y sus inversiones y cuentas de jubilación sufren un duro golpe, es casi seguro que Trump será castigado por los votantes en las elecciones (de mitad de mandato) de 2026. Incluso puede que ya las haya dado por perdidas. Los analistas políticos creen que debe estar pensando a largo plazo, con la vista puesta en las elecciones presidenciales de 2028 (para las que, por supuesto, no puede presentarse, ya que la Constitución prohíbe un tercer mandato).
Trump espera que sus aranceles «funcionen» para entonces, que el mundo capitule y llegue a un «trato» con él. Sus defensores creen que así será. Bill Ackman, un multimillonario inversor hasta ahora sensato, es uno de ellos. El 3 de abril, tuiteó: «A veces, la mejor estrategia en una negociación es convencer a la otra parte de que estás loco».
Este es el mundo en el que vivimos ahora. ¿Pero es el mundo en el que queremos vivir?
*Tunku Varadarajan escribe para la página editorial de The Wall Street Journal. Es «fellow» del American Enterprise Institute.