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Cristina Fernández de Kirchner, minutos antes del atentado fallidoEfe

El Debate en América

El desafío de juzgar a Cristina Kirchner

Los miembros de la justicia que quieren cumplir con su deber no lo están pasando bien. Deben cerrar sus oídos a los insultos y soportar los «aprietes» de quienes se aferran al poder residual que aún conservan

Quienes desde siempre admiran los relatos llenos de adjetivos y de colores, pero absolutamente vacíos de alguna verdad, tuvieron un serio disgusto. El Fiscal de la primera causa de Cristina que llegaba a juicio, era Diego Luciani, un fiscal que en tribunales definen como «fiel a la prueba».

El latrocinio de las arcas públicas, supuestamente realizado por una «asociación ilícita comandada por quienes habían sido nuestros presidentes constitucionales», no estaba a buen recaudo.

Todas las escaramuzas que se intentaron desde entonces, tal y como si estuviéramos en una guerra de guerrillas, (metodología aprendida por muchos de nuestros actuales funcionarios cuando fueron parte de la «juventud maravillosa» de «montoneros» ), trataron de evitar el juicio o al menos postergarlo.

La promesa del actual presidente –pagaré extendido como contraprestación por el cargo que Cristina le ofrecía, cargo para el que día a día ratifica que es incapaz–, no se cumplió.

Recursos judiciales y «extrajudiciales» se desplegaron presuroso. Amenazas, encubiertas o explícitas. Brutales «chicanas» que avergüenzan, a quienes amamos la abogacía, de sólo recordarlas.

No podíamos creer tanta torpeza, tantas huellas marcadas en el envase donde se ocultaba el delito

Hubo un intento de «correr» a los funcionarios que no eran funcionales a sus propósitos. Todos los recursos de los que disponían, puestos al servicio de la impunidad.

Pero no tuvieron éxito, el juicio llegó y la prueba objetiva fue derramada en esa sala y en cada audiencia, dejaba perplejos hasta a quienes sabíamos que esos hechos habían ocurrido. No podíamos creer tanta torpeza, tantas huellas marcadas en el envase donde se ocultaba el delito. Sólo la impunidad que creían segura pudo determinar que fueran tan obvios.

La Fiscalía desgranó la valoración que merecían lo dicho, lo escrito y lo actuado, y dijo: « Señores Jueces, corrupción o justicia»

Después de trascurridos tres años de audiencias de testigos y peritos, de examinar todos los documentos que se fueron reuniendo, la Fiscalía desgranó la valoración que merecían lo dicho, lo escrito y lo actuado, y dijo: «Señores Jueces, corrupción o justicia».

Describieron la mayor maniobra de corrupción sufrida por nuestro país, la detallaron minuciosamente y la fundaron con pruebas claras, precisas y concordantes, tal como exige la ley.

Uno a uno los hechos que «se cometieron con ánimo de lucro y codicia» y que desdibujaba el relato de sensibilidad frente a los vulnerables. Ante tanta contundencia intentaron huir por el laberinto que, aunque ellos mismos habían construido, recién ahora descubrían que no tiene salida , y, en su oscuridad, lo primero que perdieron de vista fue la verdad.

Al chasquido de los dedos de la poderosa jefa que reclamaba que la defiendan del «pelotón de fusilamiento mediático y judicial» se activaron cerradas e irracionales defensas de funcionarios del Ejecutivo y el Legislativo. Funcionarios a los que se les paga sus sueldos con nuestros impuestos para que sean abogados defensores de Cristina a tiempo completo. Los problemas del país paralizados ante el estupor de que la señora pueda ir presa.

Ninguno contesta ni la acusación de sobreprecios de las obras entregadas a un único empresario (cajero bancario hasta que Kirchner asumió la presidencia y multimillonario corrupto cuando los Kirchner terminaron su mandato), ni tampoco por qué fue el único que cobró todo antes que Cristina dejara la presidencia, incluyendo las múltiples obras que ni siquiera comenzó.

No entienden que haya jueces o fiscales que no les obedezcan

No responden a las pruebas que acreditan el robo y ni pueden cuestionar la permanencia de los miembros de esa «banda» en el poder, desde donde nos despojaron de los dineros públicos. No entienden que haya jueces o fiscales que no les obedezcan (para evitar que esto siga ocurriendo designaron en la Corte de Santa Cruz a un abogado que ni siquiera tiene matrícula, amigo de Máximo Kirchner, ex ministro de gobierno de la cuñada Alicia y aportante de la campaña de la vicepresidente). La independencia y la honestidad no son cualidades valoradas en los defensores del gobierno nacional y popular.

Por suerte, no pidieron que gritaran que Cristina es inocente. Ni ese coro de fanáticos lo cree

Si no pudieron con razones, intenta sembrando miedo. «Si la tocan a Cristina qué quilombo se va a armar» se repite como un mantra y lo dice con convicción porque por suerte, no le pidieron que gritaran que Cristina es inocente. Ni ese coro de fanáticos lo cree.

El presidente, demostrando su condición de eterno deudor, se solidarizó con su vice y reiteró que se trata de una persecución y que buscan proscribirla. Él, más que nadie, sabe que es mentira. No sólo porque fue quien más la acusó antes que ella comprara su silencio con la oferta de ser presidente, sino porque la señora podrá seguir presentándose para el cargo que quiera hasta que la sentencia –que vale recordar que aun no se ha dictado– quede firme.

En Argentina muchos currículum de los candidatos tienen escritos varios reglones de acusaciones de delitos y esto parecería que ni siquiera les quita votos

En Argentina muchos currículum de los candidatos tienen escritos varios reglones de acusaciones de delitos y esto parecería que ni siquiera les quita votos.

Desde hace tiempo sus injerencias indebidas al Poder Judicial se suceden sin siquiera despertar la reacción merecida. Desarmaron los organismos de control; intentaron reformar la justicia para que la exigencia de independiente se cambie por partidaria; cambiaron su sistema jubilatorio para «despejar» cargos de jueces «desobedientes»; trataron de arrinconar al Procurador interino para designar a quien diera la orden de terminar con investigaciones que le eran adversas; realizaron actos de amedrentamiento contra los funcionarios díscolos y sus allegados; recusaron a los fiscales y los jueces de esta causa, porque no podían sacarlos de juego con «carpetazos».

Intentaron, hasta golpeando las puerta de la Corte, evitar que la sentencia de este juicio llegue

Tuvieron la mala suerte que ninguno de ellos tenía muerto alguno en el armario donde guardan decenas de años de recorrer los pasillos tribunalicios. Podría seguir en una casi interminable lista de acciones con las que intentaron, hasta golpeando las puerta de la Corte, evitar que la sentencia de este juicio llegue.

No alcanzó con poner todo el aparato de la política partidaria a favor de la funcionaria; tampoco con las amenazas en la boca del propio presidente que afirmó, que esperaba que Luciani no se suicide como lo hizo Nisman; ni con poner la «inteligencia» –debería decir «espías ilegales»– para ver con qué podían parar a la justicia. No alcanzó, pero no se dan por vencidos.

Ahora buscan la impunidad por ley. Presentaron un proyecto para sancionar jueces que practiquen el lawfare. Es decir, sancionar a jueces que actúen con «malicia», «en los juicios a dirigentes políticos». La malicia contra los ciudadanos les resulta indiferente, pero contra los funcionarios de su cofradía resulta un delito de lesa humanidad.

Malicia es para ellos sinónimo de lo que ahora llaman mensaje de odio Es decir, malicia es imputarles los delitos que cometen, cuestionar lo que hacen o simplemente opinar de manera diferente al del Frente de Todos. «Todos» también tiene un significado que no coincide con el diccionario. En este campo el lenguaje inclusivo no es hablar con 'e' o con 'x', sino agregar inocente cuando se nombra a Cristina.

Afirman que la solicitud del fiscal no se fundó en pruebas sino en un «discurso de odio» que se emite constantemente desde la justicia y los medios. Para evitar «que ese daño se expanda» proponen reglamentar la libertad de prensa y, seguramente después, un examen de ADN a quienes realicen el quehacer judicial, para detectar si hay alguna molécula de esa bacteria contagiosa que los lleva a analizar las prueba e investigar las denuncias, aunque estén dirigidas contra los políticos.

Mario Firmenich –ex jefe montonero que con cobardía abandonó a quienes seguían sus órdenes– se enorgulleció confesando que «nunca mató a nadie inútilmente ni por gusto, ni por sadismo, sino por la defensa propia legítimamente establecida en los códigos como derecho a la resistencia» y, aunque nunca aclaró defensa en relación a quien o a qué, ya que su primer crimen fue durante un gobierno democrático, sigue publicado sus recomendaciones «protectoras».

Desde su exilio en Cataluña avala el discurso Kirchnerista , denuncia persecución judicial sobre la vicepresidente y nos previene que hay peligro de conmoción social -lo anuncia al menos desde el 2020- que el «atentado contra la vida de la señora nos pone al borde de una guerra civil.»

Andrés Larroque, Ministro de Desarrollo de la Provincia de Buenos Aires, dice que tenemos que discutir si llegó la época en la que para hacer política necesitemos un chaleco antibala. Mauricio Macri, Laura Alonso, Luciani… son amenazados de muerte desde el confortable sillón del anonimato.

Personajes (lamentables) cercanos al gobierno advierten que «ahora la sangre no será la nuestra»

Personajes (lamentables) cercanos al gobierno advierten que «ahora la sangre no será la nuestra», que hay que «armar una pueblada», que fueron tres toneladas de editoriales de odio las que fundaron el pedido de pena de la vice y siguen repitiendo a los gritos « si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar»

¿Qué es tocarla a Cristina? ¿Dictar un fallo que le resulte adverso? Los militantes reunidos en la puerta de la casa de la vicepresidente con cánticos partidarios, ¿pensaran que los jueces antes de resolver, deberían consultarles si están de acuerdo? Como la justicia es el único poder en el que sus miembros no son elegidos por las mayorías populares, ¿Intentarán que para que se «democraticen», al menos en este caso, deben consultarlos sobre cómo deberían fallar?

En medio de estos ataques invitan a la oposición «a bajar un cambio», a dialogar por la paz. Mientras los insultan y amenazan les preguntan por qué están tan llenos de odio

En medio de estos ataques invitan a la oposición «a bajar un cambio», a dialogar por la paz. Mientras los insultan y amenazan les preguntan por qué están tan llenos de odio. Difícil preservar la salud mental si se pretende entender lo que pasa en Argentina.

En el medio de estos desatinos pretendo describir cómo está la justicia argentina y entonces, tal vez porque no encuentro palabras, se me presentan imágenes. Los escuderos de «Reina Cristina» marchando, animados con música de guerra, por los pasillos de los tribunales federales de Comodoro Py. Muchos jueces y fiscales encerrándose en su despacho intentando analizar la prueba reunida en relación con los crímenes que deben resolver, sin mirar ni escuchar los abucheos de esa minoría intensa y ruidosa que prefiere el caos a la verdad. Unos pocos se suman a la marcha, obtienen un presente más alegre y cómodo, pero entregan el alma en ese intento.

Los miembros de la justicia que quieren cumplir con su deber no lo están pasando bien. Deben cerrar sus oídos a los insultos, soportar los «aprietes»

Los miembros de la justicia que quieren cumplir con su deber no lo están pasando bien. Deben cerrar sus oídos a los insultos, soportar los «aprietes» de quienes se aferran al poder residual que aún conservan, pero, como dijeran los fiscales en su alegato, con una sinceridad que despierta mi gratitud, ellos tienen al menos una estructura que los contiene, los funcionarios de los organismos de control que debieron investigar al poder porque ese era su deber, sufrieron la persecución y las amenazas en una soledad que aterra y perdieron sus cargos por oponerse al atropello del poder.

Buscaron el poder sin ley y de un lado del escritorio quedaron las dádivas y el intentar infundir miedo y del otro, orgullo por la misión cumplida. Con la misma lámpara con la que intentaron encandilarlos, los magistrados iluminaron.

  • Marta Nercellas es abogada argentina, especialista en Derecho Penal y Derecho Penal Económico, columnista y profesora