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El expresidente Raúl Alfonsín durante uno de los juicios en La Plata©RADIALPRESS

El Debate en América

Sobre Raúl Alfonsín y la verdadera historia de Argentina

Los episodios nacionales de Argentina son oscuros, como lo fue ese golpe de Estado a la viuda de Perón del 24 de marzo de 1976, cuando ya estaban convocadas las elecciones.

Raúl Alfonsín era un demócrata, un hombre de carácter, con temperamento y buena cabeza aunque resultaba difícil coincidir con él en algunos planteamientos políticos.

Alfonsín también era un político dispuesto a asumir riesgos y vencer sus miedos, si los tenía porque confesarlos nunca lo hizo, hasta donde yo se.

Entrevistarle era una aventura o una experiencia o las dos cosas al mismo tiempo. La primera vez lo hice en su piso de la avenida de Santa Fe en Buenos Aires. A los 15 minutos apagué la grabadora. Me miró asombrado y le dije, palabra más, palabra menos: si no quiere hablar no entiendo por qué me dio la entrevista. Yo, así no sigo y me voy.

El expresidente me miró incrédulo y sin entender las razones que le daba, pero me pidió que reflexionara. Me quedé, volví a encender la grabadora y aquella fue una de las entrevistas más interesantes que recuerdo.

Alfonsín me explicó el polémico Pacto de Olivos que había suscrito con Carlos Menem. Me contó cómo era la Argentina de 1983 que le tocó gobernar, el ruido de sables que no cesaba, los problemas económicos y el desafío de crear la CONADEP (Comisión Nacional para la Desaparición de Personas), preludio del juicio a la última dictadura militar argentina (1976-83).

Aquel hombre de origen gallego entendió que para sentar en el banquillo a las tres primeras juntas militares era necesario poner una fecha límite a la avalancha de denuncias que había y establecer responsabilidades jerárquicas. Hablaba de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Las mal llamadas leyes del perdón.

Borges salió de la audiencia de aquel 22 de julio de 1985, confesando: «He asistido a una de las cosas más horrendas de mi vida. Siento que he salido del infierno»

El Nunca Más fue el libro de la CONADEP que el fiscal, Julio César Strassera, tuvo que adoptar de cabecera antes del histórico juicio. En las vistas escucharía en vivo las historias de muertos en vida y de sus familiares.

Aquellos hombres del tribunal, único en la historia universal al ser, a diferencia de los de Nuremberg, argentinos los que juzgaban a argentinos, nunca volverían a ser los mismos. Tampoco Borges que salió de la audiencia del 22 de julio de 1985, confesando: «He asistido a una de las cosas más horrendas de mi vida. Siento que he salido del infierno».

El «infierno» en Argentina se construyó en las trincheras tucumanas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), en los secuestros y las balas asesinas de los montoneros y de otros movimientos guerrilleros que sembraron el terror a finales de los 60 y principios de los 70.

El «infierno» argentino se alimentó del fuego de otras dictaduras previas, de la Alianza Anticomunista Argentina engendrada por José López Rega y el matrimonio Perón.

El fuego incandescente del horror del infierno alcanzó su máxima temperatura en los hornos de la ESMA, con el robo sistemático de bebés y con el lanzamiento de los detenidos desaparecidos desde los aviones al río de la Plata y al océano.

Los episodios nacionales de Argentina son oscuros, como lo fue ese golpe de Estado a la viuda de Perón del 24 de marzo de 1976, cuando ya estaban convocadas las elecciones.

Raúl Alfonsín dictó dos decretos, el 157 y el 158 para juzgar el terrorismo de Estado y el ejercido por las cúpulas guerrilleras

Raúl Alfonsín dictó dos decretos, el 157 y el 158 para juzgar el terrorismo de Estado y el ejercido por las cúpulas guerrilleras.

Mario Firmenich, personaje nefasto y hoy profesor en la Universidad de Barcelona, fue uno de los cabecillas de Montoneros que, por ese decreto, estuvo en prisión después de que se concretara su extradición de Brasil.

Recuerdo que Alfonsín renegaba de los indultos de Carlos Menem y defendía que todos, los jerarcas militares y los cabecillas guerrilleros, debían haber cumplido sus condenas.

También recuerdo cómo Néstor Kirchner convirtió los indultos a los militares en papel mojado (los de los guerrilleros no los tocó) y se ocupó de que Jorge Rafael Videla, con 87 años, terminara sus días en prisión, con los huesos rotos, sin ser atendido de una caída que habría ocurrido en la ducha de su celda.

«Da vergüenza que Videla, y mira que yo he odiado a Videla, muriera así»Graciela Fernández Meijide

Graciela Fernández Meijide que nunca encontró los restos de su hijo Pablo, lamentaría: «Da vergüenza que Videla, y mira que yo he odiado a Videla, muriera así». Con la lucidez que siempre tuvo ella, que también es madre de desaparecido, reclamaba un trato humano para el dictador.

Los desaparecidos documentados fueron 7.959 y no el invento de los 30.000 que impuso el kirchnerismo

También sería linchada por el kirchnerismo por recordar que los desaparecidos documentados fueron 7.959 y no el invento de los 30.000 que impuso el kirchnerismo.

Escribo sobre estos recuerdos de la historia porque produce infinita tristeza ser testigo en Madrid de afirmaciones falsas y difamaciones sobre Raúl Alfonsín y la historia de Argentina.

Da mucha lástima escuchar que el hombre que hizo lo que entonces parecía imposible y aplicó el rasero de la justicia a los «dos demonios» sea tratado de «abogado de terroristas» y se le niegue la verdad que reclaman voces falaces a una audiencia que confía en la buena fe de quien se supone que debería hablar con rigor. Me refiero a la diputada Victoria Villarroel.

En fin, una pena, una injusticia y una oportunidad perdida para contar la verdadera historia de Argentina.