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Las revueltas en Perú, pese al estado de emergencia, han dejado escenas como el de la imagenEfe

El Debate en América

El drama peruano

La salida real a la crisis no será tan fácil ni tan rápida ya que pasa, además, por la necesidad de cambios estructurales, así como el hecho que los ciudadanos honestos diseñen nuevas derechas e izquierdas

En su obra «Lima de aquí a cien años», el escritor Julián Manuel del Portillo describió la forma en que avizoraba el futuro. Considerada la primera novela peruana de su etapa republicana, Del Portillo sostenía que algunos países, con distintas variaciones, permanecerían anclados en el siglo XIX.

En la trama, Artur, un narrador limeño, y su amigo, nacido en la ciudad de Cusco, son trasladados por la acción de un genio divino hacia un lugar en el cual se vive la modernidad, el cosmopolitismo; lleno de hoteles, teatros, calles bien iluminadas y pavimentadas mientras otros sitios perviven en el pasado.

El Gobierno de la ineptitud

En casi 17 meses de Gobierno, Castillo, el primer presidente de izquierdas en llegar al poder por medio de las urnas, transformó en tierra arrasada amplios sectores de la administración del Estado. Hizo de la ineptitud una forma de Gobierno; de la designación de personas con prontuario delictivo o sin cualquier cualificación para altos puestos, una normalidad; de los escándalos de corrupción, el pan de cada día.

Eso atizó aún más los enfrentamientos con una oposición de derechas que, tras imponerse con una diferencia de unos pocos miles de votos, nunca reconoció su victoria, tenía el control parcial del Congreso, le reclamaba por el caos en que estaba sumergiendo al país y lo acusaba con frecuencia de querer implantar una dictadura comunista.

Castillo decidió darles la razón a sus críticos y suicidarse políticamente

De este modo, el 7 de diciembre, el día que el Parlamento debía votar una tercera moción para su eventual destitución, Castillo decidió darles la razón a sus críticos y suicidarse políticamente.

Optó por quebrantar la democracia, cambiando el título de presidente electo a través del voto popular por el de dictador

Contra todas las evidencias de que la oposición contase con los votos necesarios, dos de sus colaboradores más cercanos le convencieron de lo contrario y optó por quebrantar la democracia, cambiando el título de presidente electo a través del voto popular por el de dictador.

Bajo esa lógica, anunció la disolución del Congreso, la intervención del Poder Judicial, del Tribunal Constitucional y ordenó la detención de la Fiscal de la Nación, quien lo investiga tanto a él, como a su familia y a varias personas por fuertes indicios de corrupción.

Visa para México

Cuando se percató de que la maniobra no encontraría eco en las fuerzas armadas, obtenía una repulsa masiva, incluso entre algunos sectores de las izquierdas que lo habían apoyado y todo derivaba en una portentosa chapuza se propuso escapar hacia la embajada de México a fin de pedir asilo, pero era demasiado tarde: la orden policial de detenerlo en flagrancia había sido dada y fue ejecutada por la escolta encargada de su protección.

Luego, en un intento por salvarlo de una posible condena, algunos de sus seguidores, un puñado de presidentes latinoamericanos y hasta políticos españoles de reconocida trayectoria deslizaron teorías absurdas como que fue drogado, víctima de un ataque de amnesia o que su autogolpe no era tal porque no detuvo ni mató a nadie, alegatos que podrían deleitar a Antonio Tejero y sus huestes a raíz de la asonada de 1981 en Madrid y Valencia u otros golpistas patéticos de cualquier latitud del mundo.

Boluarte, demostrando una pésima lectura de la coyuntura, juramentó y aseguró que cumpliría su mandato hasta 2026 para tener que recular después hasta admitir ahora la posibilidad de realizar elecciones en diciembre de 2023

Quien imaginó que este desenlace se volvería una página virada, se equivocó palmo a palmo. Primero, Boluarte, demostrando una pésima lectura de la coyuntura, juramentó y aseguró que cumpliría su mandato hasta 2026 para tener que recular después hasta admitir ahora la posibilidad de realizar elecciones en diciembre de 2023.

Como si esto fuera poco, la flamante jefa de Estado y sus principales funcionarios exacerbaron los ánimos de quienes reclamaban nuevas elecciones al descalificarlos, afirmando que se trataban apenas de burócratas del régimen de Castillo, azuzadores profesionales o vinculados a antiguas organizaciones terroristas.

Sin líderes conocidos y con miles de personas agitadas en diferentes puntos del territorio nacional, semejantes descalificaciones no solo los enardecieron, sino que se están convirtiendo en un pesado obstáculo para iniciar el diálogo y restablecer la paz.

Desde hace varios años, la clase política, en general, se ha transformado en una pléyade de delincuentes y los partidos en microcosmos grotescos

Sin embargo, Castillo y Boluarte no son los únicos culpables de este nuevo drama peruano. Desde hace varios años, la clase política, en general, se ha transformado en una pléyade de delincuentes y los partidos en microcosmos grotescos donde hibernan intereses oportunistas de toda laya, varios de los cuales poseen representación en el Parlamento.

Que se vayan todos

La población lo percibe a plenitud. No en vano un amplio sector de los peruanos desea que se vayan todos, a decir de las encuestas y la mayor de las demandas que enarbolan quienes ahora protestan en las calles.

Eso explica el actual estado de combustión nacional, aunque hay más. Mucho más.

Mientras en Lima y las mayores ciudades del país, principalmente sobre la costa del Océano Pacífico, se alzan pequeñas islas de prosperidad, subsiste un mar de pobreza en el resto de las regiones.

Los pequeños ciclos democráticos y de bonanza económica del Perú, luego de que se emancipó de España, han sido insuficientes para resolver aspectos gravitantes en una democracia plena como la libertad, la igualdad, la justicia, la identidad y la ciudadanía.

La salida real a la crisis no será tan fácil ni tan rápida ya que pasa, además, por la necesidad de cambios estructurales

Por todo ello, la salida real a la crisis no será tan fácil ni tan rápida ya que pasa, además, por la necesidad de cambios estructurales, así como el hecho que los ciudadanos honestos diseñen nuevas derechas e izquierdas.

Entre tanto, el libro de Del Portillo estará lejos de ser tan solo una novela para continuar siendo la lacerante realidad de un país porque muchos de sus políticos permanecen de espaldas.

  • Hugo Coya es periodista, escritor y profesor universitario