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El dictador venezolano, Nicolás MaduroAFP

El Debate en América

La negociación: más burla que esperanza

Seguir creyendo en la negociación solo traerá decepción a quienes esperan que allí se resolverán los problemas de la enorme crisis económica, social y política que vivimos

A estas alturas y luego de lo ocurrido con el gobierno interino y la propia AN 2015, la palabra negociación suena cada vez más a una burla a las expectativas del pueblo opositor para recuperar la democracia y el país perdido.

Sabemos que se negocia cuando las partes se reconocen y aceptan, y reconocen que existe un conflicto que enfrentar (resolver o transformar) y ambas entienden que tienen algo que ganar.

En este punto el gobierno ha dicho, claramente, lo que quiere: que se reconozca su legitimidad, es decir, la sumisión de la oposición a sus actos, y que cesen las sanciones y restricciones económicas provenientes de otros países.

Así pues, la negociación gobierno-oposición parece que permanecerá en el mismo limbo en que está el liderazgo opositor sin Guaidó.

Y es que el dilema principal en una negociación, es si las partes se proponen, simplemente, resolver un conflicto puntual o si en verdad aspiran a avanzar hacia un horizonte deseado en el cual se logre construir nuevas formas de relación y la paz, a través de un proceso de elecciones creíble.

Por lo que veo, el gobierno no tendría interés en reunirse para «resolver un conflicto», pues ya no percibe que exista un conflicto que resolver, y nada que requiera llegar a un acuerdo.

La oposición de Venezuela pone fin al mandato de Juan Guaidó

Por otra parte, la evidente debilidad del nuevo liderazgo opositor, anula cualquier posibilidad de que la negociación permita avanzar hacia un horizonte deseado, y devenga en oportunidad de transformar las relaciones políticas y humanas, para impulsar la cooperación mutuamente beneficiosa y fundamentar la necesidad de revisión permanente de las reglas, normas, leyes e instituciones.

Si fuera así, la negociación permitiría, entonces, crear procesos de cambio constructivo que reduzcan la violencia, incrementen la justicia en la interacción directa y en las estructuras sociales, y responda a los problemas reales de la sociedad.

Por lo tanto, en las condiciones políticas creadas, seguir creyendo en la negociación solo traerá decepción a quienes esperan que allí se resolverán, de una vez, los problemas de la enorme crisis económica, social y política que vivimos.

En el mejor de los casos, lo que podría ocurrir en el futuro sería una negociación contenciosa, polémica y a pérdida, forzada por una crisis insostenible, en la que el liderazgo opositor está inerme frente a un poder omnímodo, que quiere ganar destruyendo al otro.

Un miembro de la Guardia Nacional Bolivariana emite su voto en CaracasYuri Cortez / AFP

En tales condiciones, la negociación no conducirá a la apertura de los espacios de transición a la democracia, es decir, a procesos electorales no viciados, con un árbitro confiable, con la recuperación plena de la institucionalidad vulnerada y con un órgano rector de la justicia en el que se pueda creer.

Al respecto, las declaraciones del jefe del Partido de gobierno, no dejan lugar a dudas: «si quieren elecciones libres, debemos estar libres de sanciones».

Tomemos como ejemplo los acuerdos alcanzados en la última ronda de las negociaciones.

Millonaria ayuda a Venezuela

Con relación a la liberación de 3 mil millones de dólares de los fondos bloqueados del gobierno, estos se dirigirán a la prestación de ayuda humanitaria según criterios ya establecidos y serán administrados por entidades de las Naciones Unidas. Así que el Gobierno no verá un solo centavo de ese dinero ni podrá intervenir en su manejo durante los próximos tres años. Lo que si podrá, es intentar sabotear su aplicación, como ha hecho anteriormente con las ayudas humanitarias organizadas por la oposición y sus aliados.

En cuando a la renovación de la licencia para operaciones petroleras de la empresa Chevron, pasa algo parecido. La licencia durará seis meses y se evaluará mes a mes. También autoriza la adquisición por parte de la empresa, de los equipos, repuestos e insumos que requiera para su actividad en el país sin ninguna limitación.

Se utilizó su propia Ley Antibloqueo, creada para eludir las sanciones, como piso legal para el acuerdo

El gobierno venezolano, por su parte, no recibirá ningún beneficio, ni en dinero ni en petróleo, pues tanto la actual como la futura producción, estimada entre 125 mil y 250 mil barriles diarios, será vendida directa y únicamente a los Estados Unidos y sobre ella, Chevron tampoco pagará regalías a PDVSA.

Al fin y al cabo, y a lo sumo, como resultado de estos acuerdos solo pudiera haber algún alivio para la gente que requiere con urgencia la ayuda humanitaria en nuestro destrozado país y, al mismo tiempo, podemos estar ayudando a occidente a sobrellevar la crisis energética creada por la guerra que Rusia, China e Irán le han declarado. Pero nada más.

  • Alex Fergusson es autor de 19 libros, profesor-Investigador de la Universidad Central de Venezuela y asesor en Gerencia de Conflictos y Negociación