Venezuela
Venezuela: el despertar de los movimientos sociales ¿el comienzo del fin de la dictadura?
Tal como era de esperarse, la magnitud de la crisis económica, social y política que vive el país, agravada en los últimos dos meses por la enorme devaluación de nuestra moneda, y la duplicación del precio de los insumos y alimentos, ha comenzado a pasar factura.
El inicio del nuevo año ha estado marcado por el despertar de los movimientos sociales de protesta.
Tales protestas han estado protagonizadas inicialmente por los maestros y profesores –unos 300.000 agremiados–, pero enseguida se incorporaron sectores obreros, gremios profesionales (médicos, enfermeras), los pensionistas –4,5 millones– y hasta funcionarios de la administración pública y del sector judicial, entre otros.
Según señalan analistas especializados, son las primeras grandes movilizaciones «despolarizadas políticamente y masivas» del movimiento social desde 1999.
El carácter de auto de las movilizaciones ha hecho que las organizaciones gremiales y sindicales se quedaran rezagadas en el movimiento y solo algunos líderes combativos de base hayan dado la cara.
Esto cuestiona seriamente la legitimidad de las dos grandes centrales sindicales, una leal al gobierno (la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores) y otra a la oposición (la Confederación de Trabajadores de Venezuela), las cuales han sido obligadas por sus bases a colocar en la mesa de negociaciones sus planteamientos.
La importancia de este despertar del pueblo trabajador es de tal naturaleza, que obligó a incluir el tema de la protesta social en la agenda del partido de gobierno (PSUV), y forzarlo a explorar fórmulas para un «aumento salarial sustentable en el tiempo, aunque su portavoz aprovechó también para criticar la «ostentación de algunos altos funcionarios».
Es decir, el partido y el alto gobierno están al tanto de la situación y muy preocupados por el tono y la naturaleza de los reclamos.
Pero también porque se llevan a cabo en un momento crítico en el que la Corte Penal Internacional (CPI) podría estar al borde de iniciar el juicio contra Maduro y dificultar así su candidatura presidencial.
La burocracia sindical vinculada al gobierno insistió durante toda la semana en el argumento de que la movilización social era «una conspiración desde el imperio», para intentar de manera desesperada desmovilizar y desinformar.
También intentó cumplir su rol de instrumento de contención, apoyado por los «colectivos chavistas», sin lograrlo.
La demanda central de todas las propuestas fueron las condiciones salariales –la exigencia de anclar el salario al dólar– y el cumplimiento de cláusulas de los acuerdos laborales o la restitución de los que han sido abolidos, con énfasis en los de hospitalización, medicinas, cirugía y maternidad.
Pero pronto se incorporó la exigencia de poner fin a la dictadura y la demanda de libertad.
Respuesta del gobierno
La principal respuesta del gobierno, además de la permanente descalificación y criminalización de la protesta –al mejor estilo Iraní– fue, como siempre, la represión.
Los grupos de militantes tarifados, siguen arremetiendo contra los manifestantes en casi todo momento, aunque hasta ahora, sin mucho éxito en impedir la protesta.
En otros casos, fue usada la fuerza armada de la Guardia Nacional, con el resultado, hasta ahora, de más de una docena de dirigentes detenidos.
Pese a ello, el evento público más reciente en este proceso constituyó la movilización del pueblo trabajador más importante en las últimas tres décadas en Venezuela.
La heroica movilización del pueblo trabajador autoorganizado muestra el despertar de este actor colectivo de transformación social, que había permanecido en silencio, pero que en pocos días ha producido una sacudida en los cimientos mismos de los partidos venezolanos, tanto del gobierno como de la oposición.
La situación que se plantea y que aterroriza al gobierno es la de enfrentarse con la evidencia a un pueblo que comienza a organizarse y a desarrollar su propia capacidad de convocatoria sin la intervención de las instancias burocráticas.
Queda por ver si el liderazgo opositor está a la altura de las circunstancias, con lo cual podría sentarse un importante precedente de cambio.