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Antonio Ledezma

Anatomía de un dilema: María Corina Machado y su lucha por la libertad de Venezuela

La precandidata presidencial venezolana siempre ha demostrado que no se pierde en vacilaciones al momento de decidirse por luchar resueltamente por la justicia y la verdad

La precandidata presidencial opositora de Venezuela, María Corina MachadoEFE

El escritor español Javier Cercas describió en su libro Anatomía de un instante, el episodio en el que el presidente Adolfo Suárez preserva la dignidad de su investidura, arriesgando su propia vida, siendo consciente, como era lógico suponer que lo estaba, de que su humanidad erguida sobre aquella butaca del Parlamento podía ser una diana a la vista de las ráfagas desatadas por los militares golpistas que asaltaron la sede del Congreso de Diputados del país que gobernaba el día 23 de febrero de 1981.

Adolfo Suárez era la cabeza del estamento político y, persuadido de lo que significaba tal encomienda, ese sentido de responsabilidad le dio fuerzas para, a pesar del miedo natural que cualquier ser humano podía experimentar en tales circunstancias, mantenerse a la vista, como una excepción, de los sediciosos liderados por el teniente coronel Antonio Tejero, en aquel escenario de cuerpos guarecidos debajo de los escritorios tratando de evitar un balazo en aquel fallido intento de golpe de Estado. Era lógico suponer que aquel hombre no requería más que unos pocos segundos para descifrar el brete en que se encontraba y responder, tal como lo hizo, con sentido de grandeza y con la dignidad que correspondía, defendiendo el compromiso asumido con sus ciudadanos españoles para ese momento.

Hoy, en Venezuela, mucha gente insiste en preguntarle a María Corina Machado cuál es la definición de su grito de lucha «Hasta el final». Es natural que se repita insistentemente ese interrogante en sus comparecencias a las entrevistas con periodistas del país y del extranjero que la preguntan sobre qué significa tal frase que se repite como un eco que vuela por todos los confines del país que aspira gobernar. La amenaza de cerrarle el paso a la candidata que, en las últimas encuestas creíbles, suma un 74 % de respaldo a su nominación, frente a un 21 % que reúnen los demás competidores, incrementa la curiosidad de quienes se adelantan a dar sus particulares interpretaciones, que van desde los que, ante la maniobra inhabilitadora, exageran que «María Corina propiciará una rebelión» o que «María Corina se resignará a ver los toros desde la barrera». Ni una cosa ni la otra, parafraseando al expresidente Carlos Andrés Pérez.

Hasta el final es apelar a la ética política. Es armarse de coraje para defender dignamente los principios y los valores que también cuentan en un proceso electoral como el que se escenifica actualmente en Venezuela. Y para cumplir ese cometido, basta con estar persuadida, como en efecto lo está María Corina, de que para hacer valer los derechos menguados de los ciudadanos venezolanos, es menester comenzar evidenciando que estamos resueltos a defender los nuestros, profesando con el ejemplo, tal como lo está dando, en medio de tantos riesgos personales, la propia María Corina Machado.

Mal puede un líder despertar confianza entre el conglomerado que aspira conducir, si no es capaz de darlo todo, de sí misma, para hacer valer sus particulares derechos; qué pensaría un ciudadano de a pie si la persona que le promete luchar por hacer respetar sus derechos no es capaz, siquiera, de defender los suyos. Por eso hasta el final es atreverse a dar la batalla para que se respete la voluntad de las mayorías que reclaman una vuelta a la democracia, a la seguridad jurídica, a la convivencia, a la concordia entre los venezolanos, a la reinserción en la comunidad internacional y a transitar por la senda al progreso para todos.

La figura de la inhabilitación es una arbitrariedad que el régimen madurista pretende imponer mediante la legalización de semejante villanía, utilizando para tales efectos los aparatos en los que han sido degradadas las instituciones que en una democracia formal deberían proceder conforme a la Constitución y a las leyes vigentes en un país. Por eso la réplica de la propia ciudadanía que acompaña entusiastamente la opción de María Corina es repreguntar ¿qué van a hacer con una lideresa que al día de hoy aglutina el respaldo del 74 % de los venezolanos consultados? ¿Cómo sería posible explicar que, por acatar sumisamente las resoluciones ilegítimas del régimen, se deje de lado la aspirante que desde ya es habilitada por 7 de cada 10 venezolanos encuestados?

La inhabilitación es una auténtica chapuza jurídica

Desde el punto de vista legal, esa inhabilitación no tiene una pizca de sustentación. Es un absurdo, una auténtica chapuza jurídica que solo es posible aplicar bajo el amparo de una dictadura arbitraria como la que opera en Venezuela, en donde la legalidad se falsifica. Sobre María Corina Machado no pesa ninguna sentencia o condena penal, no ha estado sometida a juicios de esa naturaleza, ni es funcionaria pública. Por lo tanto mal puede estar inhábil civilmente y en consecuencia su derecho político a ser elegida no puede ser restringido. Fue diputada hasta que el régimen resolvió, en el 2014, despojarla de su investidura facturándole aquella exclamación que, en vivo y en directo, en el recinto parlamentario le hiciera al expresidente Hugo Chávez puntualizándole que «expropiar es robar».

En conclusión, frente a ese dilema de someterse a unas reglas ilegítimas o mantenerse firme defendiendo lo que moralmente corresponde hacer, María Corina siempre ha demostrado que no se pierde en vacilaciones al momento de decidirse por luchar resueltamente por la justicia y la verdad. No se trata de procurar un laurel de orden personal, es avanzar hasta reconquistar la democracia y la libertad de todos.