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Antonio Ledezma
Antonio LedezmaEl Debate en América

El renacer de las cenizas en Argentina y Venezuela

Ambos pueblos muestran síntomas de hartazgo y de fatiga con sus castas demagogas mientras los liderazgos insurgentes de Milei y Machado representan una esperanza

Actualizada 09:11

Javier Milei, presidente de Argentina, y María Corina Machado, líder opositora venezonala

Javier Milei, presidente de Argentina, y María Corina Machado, líder opositora venezonala

Hay países cuya situación económica descalabrada y la alarmante pobreza que arrastra a millones de familias, hace temer que serán irrecuperables, o en el mejor de los casos muy difíciles de rescatar.

Argentina, ubicada en el cono sudamericano y Venezuela localizada en la cabecera del subcontinente, son dos referentes que presentan sintomatologías parecidas, aunque la tragedia que agobia al país libertado por Simón Bolivar, se nos revela mucho más complicada en sus diferentes variables.

Lo que si tienen en común ambas naciones, son importantes riquezas naturales, tradiciones, principios y valores muy acendrados y un admirable talento humano; factores que, de ser bien aprovechados, pudieran ser más que suficientes y efectivos remedios para superar las calamidades que en la actualidad retan a sus respectivos liderazgos; uno de ellos, el de Javier Milei, ya encumbrado en la Casa Rosada de Buenos Aires, y otra, María Corina Machado, prevenida para entrar al Palacio de Miraflores, sede de la Primera Magistratura Nacional en Venezuela.

Estados Unidos

En la historia reciente encontramos referentes que pueden servir de ejemplos y estímulos a la vez, para despejar dudas y superar pesimismos que provocan espasmos derrotistas. Comencemos por analizar la situación que padeció EE.UU. a partir de 1929. Esa crisis fue estremecedora. Dejó a su paso a miles de empresarios arruinados, muchos optaron por el suicidio para no seguir viendo el infierno que estaba consumiendo a millones de ciudadanos estadounidenses.

Fue entonces cuando apareció la receta inspirada en el liberalismo clásico que le permitió al presidente Franklin D. Roosevelt (1885-1945) impulsar The New Deal, poniendo en marcha acciones económicas y sociales para reactivar el consumo y la inversión y reordenar el sistema financiero y productivo de Estados Unidos tras la quiebra de 1929.

Las medidas oscilaban entre la típica reducción del gasto público, un control rígido de los créditos, políticas acompañadas de una limitación de importaciones y acoplamiento de los salarios. Sobre esa base se relanzaron operaciones de naturaleza industrial, agropecuarias, además de un conjunto de obras públicas y estímulos a la inversión privada y aliviadoras ayudas sociales.

Alemania

La Segunda Guerra Mundial dejó a Alemania literalmente hecha polvos. Los sostenidos bombardeos asumidos por las fuerzas aliadas convirtieron en ruinas la mayoría de las ciudades alemanes. A esas cenizas se le sumaba el preocupante porcentaje de las fuerzas laborales desplomadas que produjo el espejismo o alucinaciones de superioridad del Tercer Reich.

En 1949 Alemania fue fracturada formalmente en dos países diferentes. La República Federal de Alemania (Alemania Occidental) se estableció en las zonas ocupadas por Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos, y terminó enlazada a estos países. Mientras que Berlín era reducida a una zona soviética, dividida a su vez en cuatro comarcas. Berlín oriental se convierte en la capital de la Alemania comunista, y la ciudad permanecerá dividida de 1945 a 1990.

De esos escombros remontó vuelo un país que parecía totalmente devastado. Una alianza entre empresarios y el Estado hizo posible la magia de crear miles de empleos, la depresión comenzó a ceder porcentajes, dejando ver el brillo de una recuperación que algunos han llamado milagrosa, cuando la verdad es que más que un prodigio, fue el resultado de un esfuerzo sostenido adelantado por sus ciudadanos conducidos certeramente por sus gobernantes, para convertir a Alemania en un emporio industrial engalanada por imponentes obras de infraestructuras.

Cinco años fueron más que suficientes para que ese país demolido por esa cruenta conflagración mundial, resurgiera como una potencia económica, resultado de una verdadera apoteosis humana.

Japón

La historia registra un suceso protagonizado por la armada imperial del Japón, ocurrido el 7 de diciembre de 1941, día en que fue atacada arteramente la base naval que tenía EE.UU. en Pearl Harbor. Esa maniobra representó la incorporación de los japoneses a la Segunda Guerra Mundial.

La respuesta del gobierno norteamericano se hizo sentir con el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki, ordenado por el presidente Harry Truman los días 6 y 9 de agosto respectivamente, explosiones que provocaron miles de muertes de seres humanos y la rendición de Japón, cuyo emperador Hirohito dijo, en esa ocasión, «Hemos decidido allanar el camino para una gran paz para todas las generaciones venideras, soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible».

Dos décadas bastaron para que los japones revirtieran esa tragedia, haciendo de su país un ejemplo de recuperación que también se ha querido exhibir como un milagro, cuando lo cierto y justo es reconocer que, tal extraordinario desempeño, ha dependido del esfuerzo creador desplegado por sus ciudadanos y gobernantes unidos para lograr en la postguerra, que Japón luzca tasas de crecimiento que en el periodo comprendido entre 1946 y 1973 fueron en promedio del 9,3 % y registrando cotas del 11 % durante la década de 1960.

Las modificaciones de orden político le dieron al Estado una nueva configuración, mientras que se desarrolló una significativa y efectiva inversión en industrias y tecnologías, aunada a una encomiable disciplina y audacia de los nipones elevaron a Japón sobre esas tumbas en las que se resistieron a enterrar su futuro.

Venezuela y Argentina

En la actualidad dos países suramericanos presentan una patología muy parecida. La corrupción, los vicios y la crisis de valores en general, aparejada al maleficio del populismo, hacen pensar que solo comenzando de cero será posible salir de semejante marasmo financiero, económico, moral y social.

Argentina y Venezuela son un espejo para mirarnos y concluir en que esas tragedias no deben ser estériles, que alguna enseñanza positiva han dejado para emprender una era en la que los lastres de tales desviaciones y anacronismos se entierren para siempre. Ambos pueblos también muestran síntomas de hartazgo y de fatiga con esas castas dirigenciales perdidas en los laberintos de la demagogia.

Ambos liderazgos insurgentes, de Milei y Machado presentan planes que hacen presagiar que Argentina y Venezuela remontaran como el ave fénix.

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