Fundado en 1910
AnálisisPablo Uribe RuanEl Debate en América

El antídoto contra el populismo colombiano

Las cortes, y en menor medida el Congreso, limitan el proyecto refundacional de Gustavo Petro, con decisiones independientes que protegen la democracia del país

Manifestantes marchan contra el gobierno del presidente colombiano Gustavo PetroAFP

En Hispanoamérica, el miedo al populismo suele estar más presente entre los ciudadanos que el apoyo firme a las instituciones. No es por nada que seamos así, pues cada tanto aparece un líder que es elegido presidente, pero termina convirtiéndose en profeta, en redentor, aumentando nuestro temor fundado hacia los proyectos refundacionales.

Nuestra historia, por lo visto, nos dice que hemos sido y todavía somos repúblicas en construcción, imperfectas. Pero los hechos también muestran algo que solemos descartar, quizá por ese miedo descrito. Y es que el mejor antídoto contra el populismo, estamos viendo, son unas instituciones fuertes que se anteponen a la democracia de balcón populista.

El mejor antídoto contra el populismo son unas instituciones fuertes

Un caso paradigmático de ello es Colombia. La Colombia de Gustavo Petro. En este país, en el que el Gobierno mismo se hace llamar el del «cambio», las instituciones son las que funcionan y le ponen freno –casi que una estaca– a su proyecto refundacional.

Basta ver el papel las altas cortes (son tres). Ellas, sin excepción, han desempeñado un papel fundamental para limitar los planes de Petro. En estos días, la Corte Suprema de Justicia, a pesar de la presión y las asonadas –lideradas por Xavier Vendrell– del petrismo, decidió elegir fiscal general de la Nación en el momento que supuso indicado, sin inclinarse por la candidata gobiernista.

Los tribunales salvan democracias, dicen por ahí. Más, si el que intenta ponerlos en jaque perteneció a un grupo guerrillero que cometió el acto más gravoso contra una democracia liberal: quemar la sede de su máxima corte, el Palacio de Justica, en 1985. Como muestra la historia, Petro siempre ha sido alérgico a los tribunales. Así ellos, con sus bondades, hayan renunciado a la acción penal para concederle –con los otros poderes del Estado– una amnistía. Recibió perdón y olvido y la entrada a la política, para llegar hasta la Casa de Nariño.

Unos más que otros se han entregado a la protección de las instituciones. El Congreso, preso de unas bancadas parlamentarias con escasa ideología y mucho apetito burocrático, ha reaccionado, votando a favor de la ponencia de archivo de la reforma a la salud que dinamitaba el sistema de sanidad en Colombia (uno de los mejores de Hispanoamérica, según la OMS). Hay Congreso, aunque tantas veces se nos olvide.

El populismo amenaza, con sus delirios refundacionales, pero ahí están las instituciones liberales en Colombia, imperfectas y valientes, parte de una larga tradición liberal que viene de los «fueros» y las «cortes», del republicanismo de Rafael Núñez, de la misión «Currie».

El mejor antídoto contra el populismo son las instituciones liberales, que una vez más nos defienden de la deriva del «cambio».