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Julio Borges Junyent
AnálisisJulio Borges Junyent

Venezuela, el Muro de Berlín de Hispanoamérica

Ante la encrucijada de Maduro, a la oposición no le queda otra opción que insistir en la ruta electoral hasta el final y seguir dejándolo en total evidencia

Actualizada 04:30

Maduro ha ilegalizado las listas electorales opositoras que podían derrotarlo

Maduro ha ilegalizado las listas electorales opositoras que podían derrotarloAFP

Hace algunos días, de manera cínica, Lula expresó que había que esperar las elecciones del 28 de julio en Venezuela para hablar o no de fraude. El mismo Lula que felicitó a Putin y a Daniel Ortega por sus resultados electorales. La realidad es que no hay que esperar hasta el día de la elección.

Cada día sucede arbitrariedad tras arbitrariedad. De las 34 tarjetas de partidos políticos, 21 pertenecen directamente a organizaciones políticas afines al régimen, 11 de la oposición fueron ilegalizadas o cedidas a liderazgos cooptados por la corrupción gubernamental, y solo dos (UNT y MUD) estaban, en teoría, disponibles para que la oposición pudiera presentar una opción electoral.

Sin embargo, cuando la oposición intentó inscribir su candidata María Corina Machado, elegida mayoritariamente en elecciones primarias, fue imposible levantar la inhabilitación injusta que pesa sobre ella.

Lula en ese momento dijo: sécate las lágrimas e inscribe un sustituto. Pues bien, toda la oposición unida con María Corina a la cabeza logró seleccionar una candidata alterna.

El dictador Maduro se ve forzado a cometer estos atropellos porque no tiene forma de competir electoralmente, atraviesa una tormenta perfecta.

Por un lado, el índice de rechazo a Maduro es el más alto que ha tenido un candidato a presidente del chavismo.

Según todas las encuestas, Maduro tiene más del 70 % del país en su contra, y su popularidad, generosamente, llega al 15 o 20 %, no más.

Por otro lado, la decisión del pueblo de votar para salir de la dictadura parece irrevocable, lo que coloca a Maduro contra las cuerdas y lo lleva a cometer atrocidades para conservar el poder a toda costa.

Por consiguiente, Maduro, obligado por su enorme rechazo, avanza decididamente hacia un escenario nicaragüense.

Es decir, una carrera electoral contra sí mismo, donde aparece como la única opción en todo el tarjetón electoral, sin ningún tipo de rival, excepto los políticos que simulan ser oposición pero que son una extensión del propio poder dictatorial.

Una elección al estilo ruso, que solo sirve para legitimar el régimen de facto y profundizar la dramática crisis política y social.

Ante la encrucijada de Maduro, a la oposición no le queda otra opción que insistir en la ruta electoral hasta el final y seguir dejando en total evidencia a Maduro.

No cabe duda de que María Corina Machado es la persona con mayor liderazgo y apoyo político en Venezuela. Si la elección presidencial fuera hoy y María Corina pudiera presentarse, arrasaría con más del 65 % de los votos, según los estudios de opinión. Por eso, el régimen la inhabilita y la priva ilegítimamente de sus derechos políticos.

Frente al propósito de Maduro de permanecer en el poder por la fuerza, le toca a todo el liderazgo político construir junto a María Corina, cómo lograr que las elecciones del 28 de julio sean una derrota para Maduro en todos los escenarios.

Los gobiernos de Hispanoamérica deben entender que estas elecciones son de vida o muerte para el futuro de Hispanoamérica y deben contribuir a labrar un futuro para un cambio político en Venezuela.

Un cambio en Venezuela es comparable a la caída del muro de Berlín en la región, aunque de nuevo Lula diga que todo lo que pasa en Venezuela es una fabricación mediática irreal.

En la actualidad, desde Venezuela, los países anti occidente como Irán, Cuba, China, Rusia y Corea del Norte construyen sus redes para minar la democracia, la libertad y los valores occidentales en toda la región.

Si Maduro se impone por la fuerza, secuestrando las candidaturas y prohibiendo el voto del pueblo, Hispanoamérica se enfrentaría a un escenario realmente catastrófico.

La presión migratoria llegaría a niveles nunca vistos, la presencia de actores como Rusia, China e Irán se robustecería y los grupos de crimen organizado y violencia vinculados a la dictadura venezolana seguirían causando estragos en todas partes.

Sería una onda expansiva que acabaría con las democracias del hemisferio. En tal sentido, ha llegado el momento de acompañar al pueblo venezolano en su clamor por lograr la caída del muro que oprime millones de vidas. El momento es ahora.

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