Las elecciones infinitas
¿Con qué derecho se inmiscuyen Silva, Obrador y Petro e intentan imponer elecciones ad infinitum hasta que gane el que a ellos les gusta?
Tres presidentes que van de feministas y protectores de las mujeres al final van a ser muy «machirulos» pues la toman contra una mujer que lucha por la libertad de su país desde hace más de dos décadas. El término de «machirulo» no es mío, como podrán imaginar, sino que corresponde a ese género de definiciones tan bajas que hacen de un tiempo a esta parte las neo-feministas de los hombres y el patriarcado. ¿Por qué llamo de esa forma, que es a todas luces despectiva, a los presidentes Luis Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro y Andrés López Obrador (AMLO)? Según las exigencias de este nuevo feminismo, y hasta del clásico, son machistas, o pudieron serlo en algún momento: AMLO besuqueando y toqueteando exageradamente a la nueva presidente en diversos mítines, Lula da Silva como cuando hizo aquella broma pesada con la que incendió al Brasil: «Si el tipo que le pega a una mujer es del Corinthians, como yo, todo bien», y Petro, en su etapa de terrorista guerrillero como secuestrador de mujeres, algunas adolescentes.
Pero ahora, los tres, exigen a la venezolana María Corina Machado, que obedezca y repita elecciones, puesto que estas que acaban de celebrarse en Venezuela, país donde ejerce el ordeno y mando otro «machirulo», Nicolás Maduro, no les han dejado satisfechos; inclusive si la oposición mostró las actas donde se comprobó que el nuevo presidente es Edmundo González Urrutia, y que el régimen no ha enseñado nada. Los ataques machistas verbales y agresivos de Nicolás Maduro contra María Corina Machado, la que impulsó estas elecciones desde la oposición junto a Edmundo González Urrutia, han sido bestiales, todavía no he oído a ninguna neo-feminista tomar su defensa pública, tampoco es que lo espere.
El resultado de las elecciones en Brasil fue tildado de más que sospechoso, sin embargo, como resultado ya Lula tomó el poder y cuenta con presos políticos desde las primeras horas. Nadie le exigió a Lula que volviera a celebrar elecciones, pese al reclamo ensordecedor que se produjo en su país con el argumento de un posible fraude.
Lo mismo sucedió en Colombia, supuestamente Petro ganó en 2022 contra un popular Rodolfo Hernández, que se vislumbraba como el candidato más popular. Ocurrió a la inversa, se cantó el triunfo de Petro. El pueblo colombiano, senadores y políticos, acusaron masivamente de fraude electoral; la sombra del timo sigue oscureciendo la presidencia del exguerrillero y actual mandatario. ¿Aceptó Pedro repetir el proceso electoral con el objetivo de aclarar la legitimidad de los votos a su favor? De ninguna forma, ni en sueños.
México, en elecciones recientes la candidata de AMLO, Claudia Sheinbaum se presentó contra Xóchitl Gálvez del Partido Acción Nacional. Ganó Claudia contra toda encuesta, buena parte de los mexicanos sumidos en la duda protestaron, pero al final debieron aceptar, y Xóchitl fue la primera que reconoció el triunfo de su adversaria, aunque miembros de su equipo no aprobaron su precipitada actuación. Tampoco nadie se atrevió a reclamar repetición de elecciones.
Entonces, ¿con qué derecho se inmiscuyen estos tres e intenta imponer elecciones ad infinitum hasta que gane el que a ellos les gusta, sabiendo cómo se las gasta Maduro con sus maquinitas electrónicas? ¿Por qué para colmo tratan de modificar la opinión de un anciano con problemas de senilidad como es el caso del actual presidente norteamericano Joe Biden, que primero confirmó que exigía –al nivel de estos tres mencionados– repetición del proceso electoral, para horas más tarde echarse atrás con la justificación de que no había entendido bien la pregunta formulada?
Debo decir, sin desear juzgar severamente, que en el pasado María Corina Machado se había negado a intervenir activamente en el proceso electoral pues consideraba que era una forma de legitimar a la dictadura. Ella ha explicado a posteriori su cambio de opinión, y por lo visto y comprobado su plan A salió a la perfección, pero su plan B no lo ha demostrado todavía, o no lo tiene. En cualquier caso, es un hecho sin discusión que el nuevo presidente de Venezuela es Edmundo González Urrutia, nadie debiera contestar la decisión del pueblo venezolano; por el contrario, los gobernantes del mundo debieran reconocerlo al unísono. Además, también tendrían que apoyar a esta mujer que ha movido cielo y tierra, con sus aciertos y defectos, desde hace años, para liberar a su país de la ignominia.
No obstante, ¿tendríamos que estar sorprendidos? No en mi caso, conozco quiénes son estos «machirulos» del social-comunismo ‘letrinoamericano’. Tal vez ahora ustedes estarán desayunándose con el escándalo de violencia de género entre el expresidente de Argentina Alberto Fernández y la ex primera dama Fabiola Yáñez, pero se los aseguro yo, no hay ni uno del «social-comunismo del siglo XXI», de esa izquierda rancia, que se salve.