Hace ya meses que Repsol comercializa en algunas de sus gasolineras los conocidos como combustibles renovables. Hablamos de una familia de combustibles ecológicos que logran ser neutros en emisiones de CO2.
Estor carburantes han nacido como una alternativa para la descarbonización de la atmósfera que tanto preocupa a Bruselas y que ha llevado a anunciar la prohibición de los coches con motor de gasolina y diésel en 2050, aunque en 2035 se prohíbe su venta.
Prohibidos los coches a motor
Este tipo de combustibles están fabricados a base de residuos orgánicos, desde aceites domésticos usados hasta restos de cosechas, algas y muchos otros componentes que aún están en investigación.
Repsol es el responsable de su creación y a día de hoy se fabrican ya a gran escala en dos de las refinerías que la petrolera tiene en territorio nacional, distribuyéndose en más de 350 estaciones de servicio.
Por ahora se vende tan sólo el sustitutivo del gasóleo, pero sin tardar mucho llegará también el de la gasolina.
Alternativa muy real ya
Estos carburantes pretenden ser una alternativa para que el parque de vehículos con motor gasolina y diésel que hay hoy en día en España puedan seguir en circulación. Para ello quieren aprovecharse de la misma excepción aprobada por Bruselas que permite la utilización de los combustibles sintéticos, mucho más caros y sin origen vegetal.
Estos combustibles renovables son compatibles con más del 90 % de los motores que funcionan en España, aunque conviene siempre consultar en el manual de instrucciones si nuestro vehículo está homologado para ello.
Hemos decidido poner a prueba su funcionamiento a bordo de un vehículo convencional, en este caso en un Opel Grandland diésel de 130 caballos y el resultado convence, sobre todo si tenemos en cuenta sus emisiones neutras en carbono.
Hasta la boca
Lo llenamos hasta la boca con este tipo de carburante, teniendo en cuenta que el depósitvo estaba prácticamente vacío. Pagamos el combustible a 1,70 euros el litro y lo primero que nos llama la atención es el olor, este carburante tiene un olor mucho más suave que el gasóleo convencional.
Sobre el asfalto y tras una ruta de más de 200 kilómetros podemos afirmar que no existe la menor diferencia en materia de rendimiento. El motor se muestra ágil y muy alegre en las aceleraciones y recuperaciones, todo ello sin percibir la menor diferencia en la sonoridad ni en la suavidad del propulsor.
Fuera del coche no percibimos ningún humo peculiar ni olor a biocombustible, de hecho ni se percibe.
Más allá de lo eléctrico
Esta ruta de pruebas a un ritmo alegre arroja un consumo medio en torno a los 5,5 litros que no se diferencia mucho del homologado y del que tendríamos con gasóleo normal.
A falta de que Bruselas permita su utilización y venta más allá de 2035 se trata de una demostración más de que existe vida más allá de los coches eléctricos, una alternativa que podría dar continuidad a los más de 30 millones de coches de combustión que hay en España.