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El presidente de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, Juan Manuel Albendea, durante una intervenciónEFE

Juan Manuel Albendea (1937-2022)

Un diputado que honró el Parlamento

Profesaba una profunda convicción monárquica que defendía con pasión

Nació en Cabra, el 8 de junio de 1937 y falleció en Sevilla el 2 de enero de 2022

Juan Manuel Albendea Pabón 

El ejemplo del señorío parlamentario

Creía en la «España constitucional», en la reconciliación que propició la Transición, en la Monarquía parlamentaria, en la continuidad histórica de España, y en los valores que nuestra Constitución consagra: libertad, justicia, igualdad y pluralismo. También era amante de sus tradiciones, a las que había que dejar en manos del pueblo soberano, sin injerencias del poder, que ahoga la libertad espontánea.

En tiempos remotos, corrían los años sesenta, mantuve una leve disputa con Juan Manuel Albendea en el semanario Signo, cuyas páginas nos acogía a los jóvenes de Acción Católica de entonces. Como alevín de la democracia cristiana, tenía yo entonces veleidades «accidentalistas» en materia de forma de gobierno; Albendea, en cambio, profesaba una profunda convicción monárquica que defendía con pasión.

Muchos años después coincidimos ambos en la misma bancada en el Congreso de los Diputados durante cuatro legislaturas. Yo ya me había hecho tan monárquico como él, si bien Albendea tenía el galardón de la primogenitura. A él le tocaba en todos los debates presupuestarios defender la lista civil de la Casa del Rey, frente a los que estúpidamente pretendían aprovechar ese trámite parlamentario para socavar el prestigio de nuestra monarquía. Juan Manuel Abendea demostraba la modestia de la asignación en comparación con las de otras Jefaturas del Estado, republicanas o monárquicas fueran, y ponía en su sitio a los detractores.

Juan Manuel Albendea fue un político de los que honran al Parlamento. Aterrizó en él, en representación de sus electores sevillanos, tras una brillante carrera profesional en el mundo de la banca. Con ocho hijos, personificaba a la perfección la figura del «buen padre de familia», consagrada en nuestro venerable Código Civil. En sus tareas parlamentarias puso a disposición del bien común sus conocimientos financieros, miraba con rigor las cuentas (porque es mentira que el dinero público «no sea de nadie»), detestaba los despilfarros y defendía siempre una hacienda saneada.

El señorío sevillano de Juan Manuel Albendea se paseaba por el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio de la carrera de San Jerónimo. Practicaba y apreciaba el «decoro parlamentario», esa norma no escrita que desdichadamente está en creciente olvido, por la degradación de la vida parlamentaria, que Juan Manuel ya no vivió y que le habría hecho sufrir mucho. Albendea no tenía enemigos, aunque sí adversarios. Al ser preguntado un diputado, que estaba en las antípodas de las posiciones que mantenía Albendea, por qué le había elogiado, contestó «porque es una buena persona». Sus virtudes sobresalían y eran apreciadas por tirios y troyanos: es el mejor regalo que se puede hacer a un Parlamento

Juan Manuel Albendea creía en la «España constitucional», en la reconciliación que propició la Transición, en la Monarquía parlamentaria, en la continuidad histórica de España, y en los valores que nuestra Constitución consagra: libertad, justicia, igualdad y pluralismo. También era amante de sus tradiciones, a las que había que dejar en manos del pueblo soberano, sin injerencias del poder, que ahoga la libertad espontánea.

Por eso Albendea, que era un gran aficionado a la fiesta de los toros y que sabía de ella más que el Cossío, defendió con calor la vigencia de la fiesta de los toros, la «fiesta nacional», en nuestra cultura, ante los ataques que se iban prodigando. Yo vi en esa defensa, en la que se puso al frente, algo más que la de la tauromaquia: era la visión de una España, a la que hay que respetar en sus costumbres y expresiones colectivas, que son siempre fruto de la libertad de sus habitantes.

La muerte de Juan Manuel Albendea nos ha llenado de tristeza a muchos, a los que tuvimos la fortuna de compartir con él batallas gratas y batallas con sinsabores. Nos enseñó a todos los valores de la convivencia, de la palabra dada, de la lealtad, que él impregnaba con su gran bondad. Descanse en paz.