Fernando de la Serna (1949-2022)
Precursor en Política Exterior de defensa
Creció en una familia y en un ambiente de excelencia cultural, en la que destacaban hombres y mujeres de letras, excelsos periodistas y su padre, maestro de diplomáticos y uno de los grandes creadores de la diplomacia cultural contemporánea española
Fernando de la Serna Inciarte
Embajador de España
Preparó la entrada de España en la OTAN, donde estuvo destinado. Pasó por varias direcciones generales, relacionadas con el vínculo transatlántico, y fue embajador de España en Jamaica. Por su declinante salud no pudo aceptar la última jefatura de misión que se le ofreció.
Ha fallecido Fernando de la Serna. Lo digo con gran tristeza, con esa tristeza que se aloja en el fondo del corazón y que no nos abandona nunca. Fernando fue una gran persona, un gran profesional y para mí sobre todo un gran amigo. Fernando fue una persona encomiable, buena gente, amigo de sus amigos y un hombre profundamente cabal, honrado, serio y enormemente responsable. Todas esas virtudes y algunas más las heredó de su padre, el embajador Alfonso de la Serna, con quien tuve el placer y el honor de servir a sus órdenes en la Embajada de España ante los Organismos de Naciones Unidas en Ginebra. También heredó una afición por la historia, especialmente por la historia de España, las letras y las relaciones internacionales.
Fernando creció en una familia y en un ambiente de excelencia cultural, familia en la que destacaban hombres y mujeres de letras, excelsos periodistas y su padre maestro de diplomáticos y uno de los grandes creadores de la diplomacia cultural contemporánea española. Compartimos juntos, como miembros de la misma promoción, nuestra estancia en la Escuela Diplomática, donde en un entorno de excelencia intelectual cada uno ya «apuntaba maneras». Las suyas eran, entre otras, una obsesión por el estudio de la Política Exterior española y todas sus derivadas. A finales de los años 70, una de estas fue la especialización en temas militares y en concreto la preparación para nuestro ingreso en la OTAN, donde de hecho estuvo destinado en nuestra misión permanente y formó parte del primer núcleo de diplomáticos españoles especializados en Política Exterior de defensa.
Posteriormente, tras su paso por direcciones generales en el Ministerio, siempre vinculadas con las relaciones transatlánticas, con EE.UU, con estrategias de política de defensa, ocupó las embajadas de España en Jamaica y Trinidad y Tobago, con su ya conocida profesionalidad.
Fernando continuó estudiando y reflexionando sobre los grandes temas que afectan a la Historia de España y a la Política Exterior española. Era un lector impenitente y las tertulias y conversaciones con él eran un placer el que todos disfrutábamos mucho. Hace poco tiempo, me envió un resumen analítico de los grandes temas de la historia de España cuya lectura es obligada.
La vida fue cruel con Fernando, y no le ahorró el dolor y los sufrimientos causados por dolencias que desgraciadamente se volvieron crónicas. Las soportó con estoicismo y buen ánimo, encomiables para los que le visitábamos. Ciertamente su esposa Belén y sus hijos le ayudaron enormemente en un declive físico de su vida que llevó con admirable valor. Tan grande era su integridad personal y profesional que rechazó una jefatura de Misión muy atractiva sencillamente porque ya no se consideraba con fuerzas suficientes para aceptarla. Esto es un ejemplo de honradez intelectual y profesional.
Fernando y yo fuimos parte de la misma promoción de la Escuela Diplomática, y curiosamente su padre y el mío también fueron de la misma en su momento. Ésta es una historia cruzada de afectos, amistades y mutua estima.
Corresponde a sus hijos continuar una tradición caracterizada por la vocación de servicio a España, por la excelencia literaria y por el buen hacer profesional.
Descanse en paz mi amigo y compañero Fernando.