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Mimi Reinhardt (1915-2022)

La secretaria de Schindler

Pasó a máquina los nombres de los 1.200 judíos, incluido el suyo, que fueron salvados por el empresario

Carmen Koppel nació en Viena el 15 de enero de 1915 y falleció en Herzlya (Israel) el 8 de abril de 2022

Mimi Reinhardt

Secretaria austriaca nacida en el seno de una familia judía, fue confinada por el ejército nazi en el gueto de Cracovia y enviada después al campo de concentración de Plaszów. Fue secretaria de Oskar Schindler y escribió su famosa lista

«Un día», recordó Mimi Reinhardt en uno de sus numerosos testimonios, «un oficial de las SS entró en la oficina y le dijo a mi jefe [Oskar Schindler] que había tenido que dispararle a un niño pequeño. Le había dicho que se quitara la ropa, pero el niño le respondió que su mamá se enojaría mucho con él si se quitaba la ropa en pleno invierno, porque podía acatarrarse. El oficial argumentó que no quería dañar la ropa, porque en ese momento estaban enviando la ropa a Alemania. Al final, desvistió al niño y le disparó, y dijo que esto era muy desagradable, porque él también tenía un niño de esa edad en casa». Por escenas tan crueles como ésta, Reinhardt fue incapaz de asistir al estreno de la película de Steven Spielberg en Nueva York allá por 1993. Abandonó el lugar pocos minutos antes del comienzo de la proyección. Nadie, por supuesto, se lo reprochó: la antigua secretaria de Schindler ya tenía sus años.

Lo importante fue que cumpliera con su deber entre 1942 y 1945, cuando le incumbió plasmar –y para la posteridad– sobre el papel los nombres de los más de 1.200 judíos salvados por su jefe (conocidos como Schindlerjuden), incluido el suyo propio. Eran reclutados en el gueto polaco de Cracovia para trabajar en sus fábricas. Reinhardt, nacida en Viena y afincada en Polonia a raíz de su primer matrimonio, fue enviada al campo de concentración de Plaszów, en un suburbio del sur de Cracovia, en la Polonia ocupada por los alemanes, donde Schindler tenía una fábrica de esmaltes en la que judíos, trabajadores forzosos, fabricaban ollas y sartenes.

Schindler estaba buscando una secretaria y Reinhardt era una candidata ideal, hablaba alemán con fluidez y tenía competencias de mecanógrafa, oficio que había aprendido en un cursillo. Según ella, fue «lo único práctico que estudié y que me salvó la vida». Así fue contratada. Un trabajo en apariencia tranquilo, dentro de unas cada vez mayores dificultades. A medida que se acercaba el Ejército Rojo, Schindler, quiso afincarse en Brúnnlitz, hoy en territorio checo, pero aún controlado por alemanes, por lo que pidió al comandante del campo de Plaszów que le dejara llevar a «sus judíos», los que ya estaban trabajando en la fábrica de esmaltes, y añadir unos cientos de trabajadores extra. Obtuvo satisfacción y empezó entonces su secretaria a elaborar la lista.

Aun así nada estaba asegurado y el tren que tenía previsto trasladar a los empleados de Schindler fue desviado hacia Auschwitz, donde pasaron quince duros días antes de que las presiones de Schindler tuvieran como fruto su liberación. Para Reinhardt empezaba una nueva vida: primero empezó reuniéndose con su hijo. Ambos fueron a Marruecos, país en el que Reinhardt conoció a su segundo marido y de allí a Nueva York, donde vivió medio siglo. Pasó en Israel los últimos años de su vida.