Ray Liotta (1954-2022)
Un robaplanos nato
Su recuerdo quedará eternamente vinculado al personaje de un mafioso, el Henry Hill que encarnó con poderosa convicción en Uno de los nuestros (1990)
Raymond Allen Liotta
Actor
La versatilidad de Liotta se forjó en varias de las series de televisión de los 70. Pero no fue hasta que Joantahn Demme se fijó en él para protagonizar Algo salvaje junto a Melanie Griffith y Jeff Daniels, que el cine supo aprovecharlo
A Ray Liotta la parca ha ido a buscarlo hoy mismo, precisamente mientras dormía muy cerca de la catedral primada de América, en la zona colonial de Santo Domingo de Guzmán, el lugar más bello de la ciudad preferida de Colón, allí donde el gran Francis Ford Coppola rodó las escenas correspondientes a la segunda parte de El Padrino, aquellas que transcurren en la vecina isla de Cuba.
El nexo no es baladí. Liotta, nacido en 1954, en New Jersey, trabajó mucho (rodó más de cien películas) y bien, aunque su talento no resultase siempre aprovechado. Pero su recuerdo quedará eternamente vinculado al personaje de un mafioso, el Henry Hill que encarnó con poderosa convicción en Uno de los nuestros (1990), otra obra maestra de los bajos fondos debida al genial Martin Scorsese. Imposible olvidar las tremendas trifulcas de aquel tarambana con la hermosa Lorraine Bracco cada vez que decidía pernoctar en nido ajeno, por no hablar del mítico plano-secuencia en el que con sus andares chulescos recorría todas las entrañas del night-club donde se planificaban algunas de las mayores fechorías entre licores, canciones de Tony Bennett y féminas de infarto.
La versatilidad de Liotta, adoptado a los seis años después de haber sido abandonado en un orfanato, se forjó en varias de las series de televisión de los 70. Pero no fue hasta que Jonathan Demme se fijó en él para protagonizar Algo salvaje (1986), junto a Melanie Griffith y Jeff Daniels, que el cine supo aprovecharlo. Ya entonces recibió una nominación a los Globos de Oro.
A partir de ahí su filmografía ha sido tan extensa como irregular, condenado casi siempre por su físico rotundo, su magnetismo salvaje, a abordar papeles de tipo duro pero elegante superficie, turbios psicópatas con puño de seda. Si nunca volvió a conocer un éxito como el de Uno de los nuestros la culpa no fue del todo suya, sino de quienes no supieron sacar más partido de su instinto camaleónico. Era un robaplanos nato, como en Ases calientes (2006), ante Ben Affleck y Andy García, o en Mátalos suavemente (2012), algo que no siempre se supo apreciar del todo. Un par de minutos suyos servían en ocasiones para engrandecer una película menor, y pocos acertaron a cultivar su innegable vis cómica: desternillante resultó su colaboración junto a Sigourney Weaver y Jennifer Love Hewitt en esa encantadora nadería de Las seductoras (2001).
Como tantos otros, Liotta ha tenido una última oportunidad en su vuelta al género televisivo que le vio nacer como intérprete. Su aparición no resultaría desapercibida a quienes vieron Historia de un matrimonio en Netflix, plataforma en la que también ha vuelto a aparecer en la precuela de Los Soprano, The many Saints of Newark –ciudad que precisamente le vio nacer–, en la que regresaba por sus fueros mafiosos.
Pero el cine tampoco lo había olvidado para siempre, y ahora parecía rodar feliz en ese paraíso en la tierra de la República Dominicana su último filme, Aguas turbulentas. Quizá la muerte le haya sorprendido mientras dormitaba mecido por la brisa del mar caribeño, después de haber dado buena cuenta de un buen cigarro y una copa del mejor ron añejo. En ese caso no podría pedir más. Henry Hill nunca habría elegido mejor lugar para realizar su mutis definitivo.