Fray Tarsicio de Azcona OFM Cap. (1923-2022)
El riguroso biógrafo de Isabel la Católica
Historiador de fama intachable, combinó la investigación y la docencia con su vocación religiosa
Jesús Morrás Santamaría
Historiador
Adoptó el nombre religioso de Tarsicio de Azcona al abrazar la vida religiosa en la orden capuchina y fue ordenado sacerdote en 1946. Fue autor de una veintena de libros, un centenar de artículos científicos y varias monografías. Era académico correspondiente de la Real de la Historia.
El 12 de mayo de 2014, don Felipe y doña Letizia, en uno de sus últimos actos públicos antes de ser proclamados reyes de España, acudieron al Monasterio de Leyre para otorgar el premio Príncipe de Viana –su título navarro– de la Cultura a Fray Tarsicio de Azcona, capuchino e insigne historiador navarro, en reconocimiento a la «calidad y rigor» de una trayectoria de sesenta años, plasmada en notables investigaciones y una veintena de libros, y por su condición de «historiador versátil, capaz de moverse con igual soltura en el escenario europeo, español, navarro y local».
Un intelectual completo que empezó a ser conocido por el gran público a raíz de sus biografías de Isabel la Católica y de Juana la Beltraneja. Unas obras en la que Fray Tarsicio hace gala de toda su meticulosidad a la hora de investigar, ciñéndose a su innegociable principio de no publicar nada que no hubiera previamente comprobado en un archivo.
El interés del fraile en la figura de la famosa reina de Castilla y en su familia inmediata hunde sus raíces en las recomendaciones iniciales de sus superiores religiosos, que le orientaron hacia el estudio del Episcopado español en tiempos de los Reyes Católicos. De ahí derivó hacia la figura de la Soberana. El resultado final de su labor fue un libro muy bien acogido por una comunidad historiográfica a veces dividida sobre un personaje y una época a menudo sujetos a controversia.
El mismo efecto se produjo con motivo de la publicación de la biografía sobre Juana la Beltraneja. Las razones de este consenso en torno a la obra de Fray Tarsicio se encuentran no solo en su precisión académica, también en su condición de persona refractaria a polémicas, baratas o no, y en su negativa a alinearse en bandos. Una línea de conducta válida para las dos biografías como para el resto de sus publicaciones, entre las que también destacan un estudio sobre las bulas del papa Julio II dedicadas a la conquista de Navarra o los perdones otorgados por Carlos V a su paso por el Reino, hoy comunidad foral.
La obra de Fray Tarsicio no hubiera sido posible, obviamente, sin una sólida formación académica iniciada en los seminarios capuchinos con una licenciatura en Filosofía y Letras, continuada en la Universidad de Zaragoza y completada en la Universidad Gregoriana de Roma con una Licenciatura en Historia de la Iglesia, aprovechando su estancia en la Ciudad Eterna para conocer la Biblioteca Vaticana y consultar algunos de sus manuscritos.
Sería impensable abordar el recorrido vital de Fray Tarsicio sin evocar su genuina y tempranera vocación religiosa. No era lo que algunos llaman un «cura intelectual», centrado en sus estudios y desconectado de la realidad, pues supo siempre encontrar el tiempo para combinar sus tareas investigadora y docente con la acción pastoral y social en iglesias y barrios pamplonicas. Un hombre de Dios y del saber.