Javier Marías (1951-2022)
Talento, inteligencia y espera
Uno de los más grandes escritores en español del último siglo, que fue también traductor y académico, deja huérfana a la comunidad literaria, pero también a sus millones de lectores
Javier Marías Franco
Escritor y traductor
Su trabajo de traductor hizo que fuera un escritor exigente en lo formal, con una mirada tan amplia como aguda y tan profunda como adherida al detalle. Autor de dieciséis novelas, una treintena de relatos y cientos de artículos periodísticos, su obra ha sido traducida a 40 idiomas y publicada en más de 50 países.
«... Y lo que me hace levantarme por las mañanas sigue siendo la espera de lo que está por llegar y no se anuncia, es la espera de lo inesperado, y no ceso de fantasear con lo que ha de venir», escribía Javier Marías. 70 años después, su espera ha terminado. El escritor, traductor y miembro de la Real Academia Española ha fallecido a los 70 años a causa de una neumonía bilateral, según ha confirmado su familia, dejándonos huérfanos de su espera, pero ante todo huérfanos de su capacidad para hacernos partícipes de ella.
Los intelectuales siempre son necesarios. Y en esta época bisagra de crisis y cambios regeneradores, personalidades mayúsculas como Javier Marías juegan un papel crucial. Madrileño del barrio de Chamberí y académico de la lengua, Marías se estrenó como escritor en 1971, con 19 años. Debutó con ‘Los dominios del lobo’, una novela redactada «por las mañanas» una novela dedicada a su maestro Juan Benet, que le ayudó con el título.
La escritura era su pasión, pero como tantos otros escritores, se vio obligado a compaginarla con la enseñanza. En el caso de Marías, además de dar clase en la Universidad Complutense de Madrid, se dedicaba a la traducción para contar con el sustento financiero suficiente para perseguir una carrera literaria fecunda. Y así fue.
En 1979, su versión de Tristram Shandy, de Laurence Sterne, obtuvo el Premio Nacional. En 2012 volvió a obtener el mismo galardón, esta vez en la modalidad de narrativa, por Los enamoramientos. Sin embargo, las convicciones de Javier Marías le hicieron rechazar el galardón, algo que sólo hizo con los premios estatales (siempre dijo que de haber recibido el Cervantes, habría renunciado a él). Candidato al Nobel, Marías cuenta con algunos de los galardones más importantes del panorama internacional: desde el Rómulo Gallegos hasta el de Literatura Europea pasando por el Nelly Sachs.
Tras ganar el premio Herralde con El hombre sentimental e inaugurar su «ciclo de Oxford» con Todas las almas, la obra de Javier Marías dio el salto al gran público con la aparición en 1992 de Corazón tan blanco, que se alzó con el Premio de la Crítica, quizá su mejor obra, donde inauguró también un nuevo estilo: las frases largas sin apenas puntuación se convierten en la voz de su pensamiento, de forma obsesiva, sinuosa e incluso neurótica.
Después llegaron Mañana en la batalla piensa en mí, Negra espalda del tiempo y entre 2002 y 2007 la que él consideraba su mayor contribución literaria: la trilogía que, bajo el título de Tu rostro mañana, entraba de lleno en la Guerra Civil, basándose en la historia real de su padre, Julián Marías, discípulo de Ortega y Gasset.
Tras esa obra monumental, volvió a la novela y con cada lanzamiento cosechaba mayores éxitos, de Los enamoramientos a Así empieza lo malo pasando por Berta Isla y su última novela, Tomás Nevinson. Es posible que de manera póstuma se publique una que escribió de adolescente, La víspera, y que nunca vio la luz debido a las reticencias de su autor de publicar algo tan íntimo y tan «inexperto».
Su último libro, ¿Será buena persona el cocinero?, una recopilación de sus artículos periodísticos, se publicó en febrero de 2022.
Fue uno de los escritores españoles más internacionales de todos los tiempos. Sus libros se han publicado en 44 idiomas y en 57 países, y con ellos ha conseguido vender más de ocho millones de ejemplares en todo el mundo. Sometido a una dolorosa operación de espalda poco antes de la pandemia, pasó sus últimos años recluido entre su casa de la plaza de la Villa de Madrid y la de su esposa, Carme López Mercader, en Sant Cugat (Barcelona). Seguía escribiendo a máquina, y durante muchos años mandaba sus artículos y textos por fax. El día 20 de septiembre habría cumplido los 71.
«Los muertos, a falta de un lugar más confortable, se quedan en la cabeza de los seres queridos». En la de sus familiares y amigos, pero también en la de sus lectores, permanecerá este muerto indispensable del último siglo.