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Virginio Rognoni (1924-2022)

El ministro que pudo con las Brigadas Rojas

Titular de Interior entre 1978 y 1983, desarticuló al comando que había asesinado a Aldo Moro e impulsó una eficaz legislación antimafia que aún sigue en vigor

Nació en Corsico (Lombardía) el 5 de agosto de 1924 y falleció en Pavía el 19 de septiembre de 2022

Virginio Rognoni

Este abogado y profesor de Derecho Procesal, beneficiario de una de las primeras becas Fullbright, inició su andadura política como concejal y vicealcalde de Pavía. Desde 1968 hasta 1994 fue miembro de la Cámara de Diputados. Formó parte de ocho gobiernos entre 1978 y 1992.

Resulta sorprendente que un ministro italiano dure más de cinco años en el cargo. Un hito que alcanzó Virginio Rognoni, titular de la cartera de Interior entre 1978 y 1983. Más lo destacable es que llegó al Palacio del Viminale en las circunstancias más trágicas de la Italia contemporánea: la primera consecuencia política del secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro fue la dimisión, con carácter irreversible, del entonces ministro, Francesco Cossiga.

Para sucederle, el presidente del Consejo de Ministros, Giulio Andreotti, se decantó por Rognoni, que hasta la fecha había sido un discreto diputado democristiano por la provincia de Pavía. Su decisión fue acertada: en la Italia de los «años de plomo» –actuaban alrededor de 200 organizaciones terroristas–, Rognoni procedió metódicamente.

Empezó delineando claramente los objetivos. El primero consistía en tranquilizar a la opinión pública. Lo logró con un tono suave, pero firme, que rezumaba autoridad en un contexto de pérdida de confianza en un Estado desbordado por las circunstancias. El segundo fue empeñarse en que el miedo cambiase de bando: se imponía sembrar inquietud en el seno de las Brigadas Rojas, que habían reivindicado el magnicidio de Moro.

Para cumplir con el compromiso, Rogni colocó a todos los cuerpos policiales bajo un mando único a cuyo frente puso al general de Carabineros Carlo Alberto dalla Chiesa, que ya se había distinguido encabezando el operativo que desembocó en la detención del líder de las Brigadas Rojas, Renato Curcio. Dalla Chiesa respondía directamente ante Rognoni.

Los resultados de la nueva estrategia estuvieron a la altura de las expectativas: las fuerzas de seguridad irrumpieron en el zulo de la calle Monte Nevoso, en Milán, donde, además de detener a sus ocupantes, se hicieron con la primera parte de los textos que escribió Moro durante los más de 90 días que duró su secuestro. Esta operación, realizada en octubre de 1978, contribuyó decisivamente al principio del fin de los «años de plomo».

El otro gran frente de Rognoni era la lucha contra la intensificación de la criminalidad mafiosa. De nuevo encargó la tarea al general Dalla Chiesa, que primero actuó desde Roma y, a partir de abril de 1982, desde Palermo, adonde había llegado como prefecto. El 3 de septiembre de aquel año, el militar y su mujer fueron abatidos a balazos por la Cosa Nostra.

La reacción de Rognoni fue contundente: reactivó en diez días una propuesta de ley esbozada meses antes que creaba un delito específico de pertenencia a la mafia, con duras penas y graves consecuencias patrimoniales para los que la contraviniesen, es decir, los principales capi. El ministro tuvo, asimismo, la elegancia de compartir el nombre de la ley –que sigue en vigor– con su inspirador inicial, el diputado Pio La Torre, asesinado en la primavera del fatídico año de 1982.

Esa innovación penal fue el último gran acto de Rognoni en el Viminale. Su siguiente paso por un Ministerio fue fugaz: unas semanas en Justicia en la primavera de 1987. Algo más, año y medio, duró como ministro de Defensa, entre 1990 y 1992. No sobrevivió al ciclón electoral de 1994, que se llevó por delante al grueso de la vieja clase política. Pero su recuerdo perdura como el del hombre que preservó la dignidad del Estado cuando éste se jugaba su propia estabilidad.