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Carlos SauraGTRES

Carlos Saura (1932-2023)

El director con una obsesión goyesca

Su filmografía intimista y personal ha vinculado su época con la tradición española, tanto culta como popular

Nació en Huesca el 4 de enero de 1932 y falleció en Madrid el 10 de febrero de 2023

Carlos Saura Atarés

El estilo realista de Saura ha sido heredero de la mejor tradición literaria y pictórica española, levantando ampollas en su momento, con una acertada y ácida crítica.

«Goya, en concreto, me ha perseguido durante toda mi vida.
Siempre he sentido una poderosa atracción hacia su pintura y su personalidad,
que para mí sigue siendo un enigma.
Es un personaje fantástico, al que, durante años, le he dado vueltas y vueltas».
Carlos SauraAbril 1999

A unas horas de recibir el más alto reconocimiento que concede su país, triunfó la muerte. Una aguda paradoja, una estampa valleinclanesca, que pone la guinda a dos de las obsesiones de este cineasta aragonés: la pintura de Goya y el baile flamenco. En Sevilla iba a ser, que no es cualquier sitio. Está la ciudad que bulle con las esculturas gigantes del monstruo creativo, bustos de Goya por todas partes, sevillanos fotografiándose con ellos, esperando ansiosos, ilusionados, contando las horas para que se despliegue la alfombra roja y, de sopetón, el ambiente se agita con otros vientos, menos flamencos, menos alegres: Carlos Saura ha fallecido.

La picaresca nacional se tambalea, ha muerto el maestro del cine de ensayo. Una carrera longeva, llena de éxitos y cintas fundamentales para comprender nuestro pasado reciente. Los golfos (1960), Peppermint Frappé (1967) o La Madriguera (1969) comenzaron dándole el prestigio merecido, descollando como analista en el horizonte de la sociedad española, de una burguesía ciertamente fácil de parodiar. En aquellos inicios, destacó La caza (1965), obra tan esquemática como clarificadora, que da salida a un universo surrealista, tan propio del arte de aquel momento. Continuaron la observación y la oscuridad en sus creaciones, demostrando su pasión tan inagotable como reconocida por el enorme aragonés que protagoniza este momento: Francisco de Goya. Cría cuervos (1975), interpretada por Geraldine Chaplin y producida por Elías Querejeta, fue un título especialmente emblemático en su época. Esta obra no pudo inspirarse en nada mejor que en la profunda afinidad que inspiraba a ambos maños.

En 1999, año en el que se filmó la cinta The Sixth Sense (El sexto sentido), germen de toda una cantera de thrillers sobrenaturales y psicológicos producidos en Hollywood, el cineasta oscense filmó Goya en Burdeos, manteniendo su obsesión. ¿No les parece toda una cadena de ironías? Se agita en Sevilla una niebla que murmura e inquieta. Un adiós final con gesto socarrón, como de despecho, de no necesitar ya más, un último suspiro con una carcajada. «¿De flamenco me vais a hablar? ¿A mí?». Los naranjos comienzan a estallar, ya hay algo diferente en el aire. Aún hace frío, pero la ciudad seductora por antonomasia hace cálido todo lo que acoge. Bodas de sangre (1981), Carmen (1983), El amor brujo (1986), Sevillanas (1991), Flamenco (1995), Tango (1998), Salomé (2002), intriga especular alrededor de la creación cinematográfica, intriga narrativa y, como telón de fondo, la literatura.

Carlos Saura retomó el sabor popular de la cultura española. Federico García Lorca, Manuel de Falla, el francés Merimée, el bailarín Antonio Gades y, sobrevolándolo todo, De Goya y Lucientes. El estilo realista de Saura ha sido heredero de la mejor tradición literaria y pictórica española, levantando ampollas en su momento, con una acertada y ácida crítica. El último adiós de Saura parece que es un homenaje de lánguido encanto a su admiración profunda y continuada por Goya. Su filmografía intimista y personal ha vinculado su época con la tradición española, tanto culta como popular.

Ha rizado el rizo de una manera inesperada. En paz descanse, admirado creador, Sevilla se ha quedado fría por su ausencia. Un acontecimiento de artificialidad perfectamente cinematográfica que se ha llenado de frigias liras, espléndidas memorias, astrales pesares y una infinidad de esperanzas y temores.