Jean-François Fogel (1947-2023)
El reinventor del mundo
El ensayista fue un hombre clave en la renovación digital de 'Le Monde'
Jean François Fogel
Nació en Gargenville (Francia) el 3 de marzo de 1947 y murió el 19 de marzo de 2023 en París
Miembro de la junta directiva de la Fundación Gabriel García Márquez, era periodista y ensayista francés. Trabajó para la Agencia France-Presse, el diario Libération, el semanal Le Point y el mensual Le Magazine Littéraire
Nos conocimos a través de la literatura, nos unieron numerosos escritores que él me dio a conocer mediante un folleto literario en gran formato publicado por el diario Libération en los años ochenta, en coautoría con Daniel Rondeau, cuyo título interpelaba en francés: Pour quoi écrivez-vous? ¿Por qué escribe usted? Eran entrevistas a numerosos escritores reconocidos. Jean-François Fogel me condujo de tal modo a conocer a Samuel Beckett; y entonces, de la lectura de Beckett, así como de la de Paul Morand, nos llevó a crear y fundar una amistad que durará y trascenderá más allá de cualquier suceso, una amistad en la que la literatura tomaba un espacio esencial; y luego Cuba.
En Cuba ocurrió el gran reencuentro, durante los pérfidos años noventa; recorrimos los lugares más insólitos y peligrosos en aras de investigar para su libro ‘Fin de Siglo en La Habana’, coescrito con Bertrand Rosenthal. En aquella ocasión me regaló uno de las obras más bellas y precisas en su brevedad y contenido sobre literatura cubana, titulado ‘La Havana’, coescrito con Olivier Rollin y Jean-Louis Vaudoyer. Entonces debió marcharse, regresar a París para culminar la obra con la que defendió sin descanso la libertad de mi país, y para no volver nunca más a La Habana, aunque lo intentó, pero las autoridades castristas no se lo permitieron. Con el tiempo, después de haber publicado dos artículos míos en Le Monde, un diplomático del régimen lo visitó de improviso para comunicarle que le dejarían regresar a la isla si dejaba de publicarme en el periódico; su respuesta fue: «El planeta es grande, mi misión en la isla va más allá de algo físico».
Desde allá, yo, y él, desde aquí, en París, seguimos escribiéndonos acerca de «magnifiques» autores, de libros recientes; lo mismo sobre su ‘Morand Express’ que sobre el Nobel, V. S. Naipul, de quien era también muy leal, o de un próximo libro político acerca de Pablo Escobar.
Fogel había leído mis manuscritos en La Habana, el primero en leerlos y el primero en darme opiniones claras, y ánimos, para que continuara escribiendo pasara lo que pasara. Así fue. Publiqué mi primera novela en Francia, ‘Sangre azul’, en 1993, con todos los riesgos que eso implicaba en la época; cuando envié la segunda, bien distinta en tema y en estructura, ‘La nada cotidiana’, Jean-François sirvió de mensajero e intermediario para que el editor percibiera la importancia de ese libro en mi vida y en la vida de los cubanos.
Me faltan las palabras para describir y agradecer todo lo que le debo a Jean-François Fogel. Además de su serena y sincera amistad, era mi guía, mi modelo, mi protector, mi hermano. Hoy se ha ido de este mundo; francamente no puedo con mi alma, es como si se me hubiera vaciado el cuerpo. Ayer en la tarde, al salir del hospital, después de haberle sostenido su mano y de haberle hablado con la esperanza de que pudiera oírme, nuestra vida juntos fue pasando reveladora en mi mente y velando todo lo abrumador de esta ciudad que otrora fue lo contrario, de una belleza incalculable, supuestamente inquebrantable.
Al exiliarme en París, él se hallaba inmerso en renovar el periódico Le Monde, le Nouveau Monde, el sueño se le iba en ese proyecto que devino en un enorme éxito editorial y periodístico. Desde entonces se convirtió en uno de los grandes traspasadores de sabiduría, porque creía firmemente en la literatura, y en el periodismo, tanto impreso como digital. Aunque, llegó el momento en que supo avizorar que lo digital se dirigía hacia mundos (ahora sí) auténticamente desconocidos, nuevos y apasionantes; entonces hizo de esa fórmula de investigación y enseñanza una especie de escuela espiritual y numérica. Con Bruno Patino publicó dos libros excepcionales sobre el tema, desde la Fundación de Periodismo Gabriel García Márquez, regó su maestría y discreto liderazgo. También publicó un libro sobre otra de sus querencias: el rugby. De ahí que yo deviniera aficionada a ese deporte.
Discreto, puntual, presente siempre cuando más le necesitábamos, cercano desde donde estuviera, la mano y el pecho abiertos para ayudar y resolver sin erigirse más que en amigo, las heroicidades proclamadas no iban con él. Sin embargo, era y es un héroe, el héroe de sus familiares, de sus lectores, sus amigos, el mío. El único amigo de Daniel Rondeau, a quien hoy heredo, y el único mío. El amigo de Héctor Feliciano y Bruno Patino, ambos hasta el final ahí junto él. El salvador que me liberó de un mundo perverso y atribulado y me introdujo en un nuevo mundo reinventado por él desde su preciada y valiosa biblioteca. Gracias, bro, hermano mío, paix á ton âme. ¿Qué me voy a hacer ahora en esta ciudad sin ti?