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Vladlen Tatarsky (1982-2023)

El propagandista del Kremlin que llamaba «blando» a Putin

Un explosivo oculto en una estatuilla ha acabado con la vida de quien decía sin tapujos «venceremos y mataremos a todos, robaremos todo lo que necesitemos y todo será como queramos»

Nació en Maakivka (Ucrania, Unión Soviética) el 25 de abril de 1982 y murió asesinado en San Petersburgo el 2 de abril de 2023

Maxim Yurevich Fomin

Fue primero un delincuente, más adelante un combatiente en las tropas de la «República Popular del Donetsk», completando su trayectoria siendo un bloguero tan eficaz como extremista.

Los miembros del Cyber Front Z, un grupo cuyos miembros se autodenominan «soldados de la información rusa» habían reservado el Street Food Bar de San Petersburgo, –propiedad del duelo del Grupo Wagner Yevgueni Perigozhin– la tarde del 2 de abril para escuchar a uno de ellos, Vladlen Tatarsky, desarrollar sus amenazantes teorías sobre la Guerra de Ucrania. El evento transcurría con normalidad hasta que una niña se acercó al orador para hacerle entrega de una estatuilla. Minutos después, se produce una explosión, provocada, según Mash –canal de Telegram vinculado a las agencias de seguridad rusas– por la estatuilla, que mata en el acto a Tatarsky, además de herir a una veintena de personas.

Objetivo cumplido para los promotores del atentado –sigue sin aclararse sus identidades: el mismo Prigozhin niega que sea la contrainteligencia ucraniana– y se podría decir que un tipo de muerte de la que Tatarsky no hubiera renegado. Titular de una cuenta de Telegram con más de 560.000 seguidores, utilizaba tamaña proyección para llamar «blando» al mismísimo Vladimir Putin o exhibir chulería con frases del tipo «venceremos y mataremos a todos, robaremos todo lo que necesitemos y todo será como queramos» por medio de un vídeo grabado en el Kremlij, adonde había sido invitado a presenciar la «movilización parcial» del pasado septiembre.

Nada que se aparte de los cánones de la propaganda rusa más agresiva salvo, tal vez, la referencia crítica a Putin, extremo que casi nadie se permite, a diferencia, por ejemplo, de los reproches a la cúpula militar. Con quien Tatarsky ajustaba cuentas de verdad era con la tierra que le vio nacer: oriundo de Makiivka, municipio situado en el Donbás, presenció de niño la desintegración de la Unión Soviética.

Nunca superó del todo que la reconfiguración de fronteras asignara «su» Donbás a Ucrania. Por eso, cuando en 2014 se desató el conflicto en la zona, se incorporó en cuanto pudo a las tropas de la prorrusa «República Popular del Donetsk». Era también una vía de escape de unos antecedentes delictivos entre los que se contaba el atraco a la sede de un banco, por el que cumplió una pena de cárcel en Ucrania. Al ser descubierto, inició una nueva estancia entre barrotes.

Mas el fervor de su compromiso para la causa convenció al mandamás del Donetsk, Aleksandr Zajarchenko, de concederle un indulto. La decisión conllevó su vuelta inmediata a filas, sirviendo hasta 2019, año en que comenzó su trayectoria como bloguero bajo el nombre de Vladlen Tatarsky. El nombre es el acrónimo de Vladimir Lenin. El apellido está inspirado en el protagonista de una novela cuyo cometido es adaptar las técnicas publicitarias occidentales a la mentalidad rusa.

Toda una declaración de intenciones que empezó a poner en práctica con asombrosa eficacia y con una hostilidad hacia Occidente más que pronunciada. Su odio a Ucrania –«podemos causar más muertes con una mayor destrucción de infraestructuras»– bordeaba la obsesión de tipo psiquiátrico. Esa fue la tónica de Tatarsky hasta el fatídico 2 de abril.