El poeta del cine británico

No tuvo una prolífica carrera en términos cuantitativos, pero Terence Davies seguirá siendo siempre, en términos cualitativos, uno de los cineastas más creativos, poéticos, aplaudidos, diferentes y magistrales de la historia del cine británico.

Hijo menor de una humilde familia católica de Liverpool, Terence empieza su formación artística en la Coventry Drama School donde, a los 21 años, escribe el guion de Chilrden, un mediometraje que mira a su propia infancia y que financió el British Film Institute. Así consigue acceder a la Escuela Nacional de Cine y Televisión y realizar sus dos continuaciones, Madonna and child (1980) y Death and Transfiguration (1983), con las que forma un extraño, lírico y crudo relato sobre la vida en Reino Unido en los barrios deprimidos.

Su consagración como cineasta llega en 1988 con la película Voces distantes con la que gana casi una docena de galardones entre los que destacan el premio FIPRESCI del Festival de Cannes y el de Toronto y la Espiga de Oro de la Seminci de Valladolid. Terence Davies es considerado desde entonces un demiurgo, un creador, director y guionista que, con una mirada y una voz propias, contempla de modo pausado el mundo, la religión, la infancia, la homosexualidad, el puritanismo, la soledad y el paso del tiempo y las relaciones familiares como ningún otro de sus coetáneos. Y así, con ese estilo inclasificable, artificioso a veces, minimalista otras, realiza en 1992 El largo día acaba –de nuevo con tintes autobiográficos– y, en 1995, La Biblia de neón.

A partir del año 2000 y La casa de la alegría, el cine de Davies abandona su componente más social y se refugia en historias del pasado donde sigue ofreciendo una pausada y atenta mirada sobre la sociedad, sus convenciones y secretos y la lucha interna de sus personajes por liberarse de ellos. Algo que repite en Deep blue sea (2011) y en Historia de una pasión (2016) donde, además, contempla con admiración la fortaleza de sus protagonistas femeninas.

Tocado también por la fuerza narrativa de los dramas bélicos y las consecuencias de la guerra en el alma humana, Sunset song (2015) y Benediction (2021), su última película sobre el poeta inglés Siegfried Sassoon, son de nuevo exquisitas en su fondo y deslumbrantes en su forma –elegías casi–, y en ellas relata, una vez más, mediante bellos diálogos y elocuentes silencios, la necesidad de salvación de sus protagonistas.

Considerado por la crítica como el mejor director de cine británico de las últimas décadas, sus personajes desgarrados, su dirección contemplativa, el preciosismo de sus imágenes y lo conmovedor de sus relatos, hacen del cine de Terence Davies una rara avis y a él, un cineasta único que ha muerto sin dejar herederos de su estilo.