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Luis Fernando Crespo Montes (1935-2023)

Funcionario del Estado al servicio de la Transición

Desarrolló toda su vida profesional en la función pública, perteneciendo a la primera promoción del Cuerpo de Técnicos de Administración Civil del Estado

Nació el 19 de julio de 1935 y falleció en Madrid el 5 de noviembre de 2023

Luis Fernando Crespo Montes

En los gobiernos de UCD fue Director General de la Función Pública y Subsecretario del Ministerio de Administraciones Públicas. Formó parte de la Comisión de Subsecretarios en la noche del intento del golpe de Estado del 23 F.

No se ha valorado suficientemente la gran contribución de los altos cuerpos de funcionarios del Estado al proceso de la Transición. Las reformas administrativas impulsadas por López Rodó (fundamentalmente las leyes de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1956, la de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957 y la de Procedimiento Administrativo de 1958) crearon un marco propicio para una profunda transformación del aparato administrativo del Estado con una doble orientación: su modernización y su sometimiento al Derecho. Esta doble orientación fue dando pasos a lo largo de los años sesenta y setenta hasta la muerte de Franco, de modo que se pudo decir con certeza que en esa evolución se creó un «Estado de derecho administrativo», en el que las actuaciones de los poderes públicos estaban sometidas a la ley y se afianzaban las garantías de los administrados.

Esta modernización de la Administración del Estado fue clave para el éxito de la Transición. Y fue protagonizada por funcionarios de los Cuerpos Superiores que apostaron decididamente por un «espíritu de cambio», que conducía, inevitablemente, hacia el «Estado democrático de derecho» y al horizonte de la Europa Unida, edificada con los valores demoliberales.

Luis Fernando Crespo Montes formó parte muy destacada de aquellos funcionarios imbuidos por aquel propósito modernizador. Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid, tras una corta experiencia como teniente y capitán auditor del Cuerpo Jurídico Militar, ingresó en la función pública en 1961, formando parte de la primera promoción del Cuerpo de Técnicos de Administración Civil del Estado (los conocidos como TAC). Y se dedicó en cuerpo y alma a la compleja tarea de diseñar las reformas administrativas orientadas tanto para mejorar su eficacia como para hacerlo con garantías para los administrados. Se convirtió en un reputado experto en la materia y fue consultor de la UNESCO y del Banco Internacional de Desarrollo, además de varios países iberoamericanos, para impulsar reformas en esta materia.

Luis Fernando Crespo era una persona afable, tolerante, con gran capacidad organizativa y grandes dotes para crear equipos basados en la confianza. Profundo conocedor de los entresijos de la burocracia, poseía un alto espíritu crítico y un proverbial sentido del humor. Esta faceta de su personalidad queda reflejada en su libro Mitos y ritos de la Administración Española, una de sus numerosas publicaciones en torno a la vida administrativa y a la necesidad de sus reformas. Defendía con vigor que una sociedad democrática y moderna exigía una Administración que actuara eficazmente con vistas al interés general de los ciudadanos.

La Constitución de 1978 –que establecía ya en plenitud «el Estado social y democrático de derecho»– reclamaba una Administración Pública en consonancia con los postulados constitucionales. Luis Fernando Crespo fue uno de los servidores del Estado que contribuyeron con gran lealtad y eficacia a esta parte de la obra de la Transición. Fue Director General de la Función Pública y Subsecretario de Administración Pública en los gobiernos de UCD.

En la noche del 23-F compartimos, él como subsecretario de Administración Pública y yo de Cultura, la vivencia de aquella Comisión de Subsecretarios, convocada por Sabino Fernández Campos, jefe de la Casa del Rey, e instalada precipitadamente en la sede del Ministerio de Interior, ante el secuestro en el Congreso de los Diputados de la totalidad del Gobierno. Sabíamos, él mejor que yo, que no teníamos facultades para tomar ninguna decisión. Pero aquel «órgano civil» hizo su papel por su mera existencia en aquellas convulsas horas de la vida nacional. Luis Fernando Crespo fue reconocido con la Orden al Mérito Constitucional, como al resto de miembros de aquella excepcional Comisión.

Luis Fernando Crespo era una persona culta, un gran melómano, un lector que sabía distinguir el grano de la paja, un gran conversador, que utilizaba sabiamente su fina ironía. Creía en la España constitucional y en los valores sobre las que se edificó. Y, sobre todo, era una buena persona, un modelo de compañerismo y de lealtad, con arraigadas convicciones religiosas, cualidades que se enriquecían con su espíritu crítico e independiente. Con el sentir de muchos amigos, descanse en paz.