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AFP

Jacques Delors (1925-2023)

Visión y ambición de Europa

Promovió eficazmente la conclusión del Tratado de Maastricht, que supuso la entrada de la política con mayúsculas a la recién bautizada Unión Europea, merced a la incorporación de la Política Exterior y los asuntos de Interior y Justicia

(Nació el 20 de julio de 1925 en París donde ha fallecido el 27 de diciembre de 2023)

Jacques Lucien Jean Delors

Europeísta

Fue el séptimo presidente de la Comisión Europea y uno de los más relevantes de toda la historia de la institución. Durante su mandato (1985-1995) se aprobó el Tratado de Maastricht y España accedió a las Comunidades Europeas.

En la mañana de ayer nos llegó la triste noticia del fallecimiento de Wolfgang Schäuble, el delfín de Helmut Kohl relegado por Angela Merkel y todopoderoso ministro de Finanzas alemán durante las crisis del euro de finales de la primera década de esta siglo.

Cuando meditábamos sobre el papel jugado por Schäuble en el Ecofin y en el Eurogrupo, nos sacudió otra muerte, no menos dolorosa por esperada: la de Jacques Delors.

Había nacido Delors en 1925 en la capital francesa donde falleció y fue, junto con Mitterrand y Kohl, una de las personas más influyentes en la configuración actual de la Unión Europea. Con ellos compartía el haber conocido los horrores de la Segunda Guerra Mundial y aquel Plus jamais ça se convirtió en el faro de su actuación política.

Economista de profesión, se incorporó al gabinete del primer ministro Chaban–Delmas durante el gaullismo, trabajando más adelante en el comisariado del Plan y en el Banco de Francia, hasta a su militancia en el Partido Socialista en 1974.

Miembro del Parlamento Europeo tras las primeras elecciones directas en 1979, sus conocimientos económicos le catapularon al Ministerio de Finanzas cuando Mitterrand fue elegido Presidente de la República en 1981. Al plantearse la sucesión de Gaston Thorn al frente de la Comisión Europea en 1985, Kohl convenció a Mitterrand para promover la candidatura de Delors frente a otro francés, Claude Cheysson, que era el preferido del Presidente de la República.

Eran tiempos difíciles para Europa, donde las palabras que mejor definían la situación eran euroesclerosis o europesimismo. Sin embargo, y fortalecido por la confianza del eje franco-alemán, Delors supo dar un importante impulso a la construcción económica y política de nuestro continente.

Para ello actualizó el método monnetiano de integración por sectores al que añadió dos ideas-fuerza: visión y ambición. Este método Delors, que tan bien describe en sus Memoirs, se basaba en varios pasos: el primero consistía en detectar el problema; el segundo, en convencer a los actores –singularmente, los gobiernos– de la necesidad de encontrar las soluciones adecuadas; en tercer lugar, proponer un objetivo con un calendario preciso con las medidas a adoptar; finalmente, contar con la complicidad de los gobiernos nacionales para llevarlo a cabo.

Esta forma de actuar la aplicó con éxito en la reforma de los tratados fundacionales conocida como Acta Única Europea , adoptada en 1986. Primero constató que el mercado común proclamado en los tratados de Roma era una flatus vocis; a continuación encargó a su vicepresidente, el británico lord Cockfield, la elaboración de un Libro Blanco sobre el mercado interior, donde enumeraba las carencias y la manera de resolverlas; una vez visulizado el problema, dio con una fórmula de sencilla enunciación –la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales– y cifró en 293 el número de directivas necesarias para alcanzar tal objetivo y un plazo –1992–para llevarlo a cabo.

En paralelo, encargó un estudio –el informe Cecchini– para cuantificar el coste de no llevar a cabo la reforma del mercado interior; reconoció al Parlamento Europeo un papel, modesto pero papel al fin y al cabo en un campo hasta entonces vedado a los representantes populares, e insufló con su determinación un cambio de actitud en los operadores políticos que abandonaron la euroesclerosis para abrazar la acción.

Delors jugó un papel de primer orden en los acontecimientos que acaecieron en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, la unificación de Alemania y la necesidad de dar una respuesta política a unos acontecimientos de hondo calado de tal naturaleza. Por un lado, capitaneó el llamado Plan Delors para dotar al mercado interior común de una Unión Económica y Monetaria, cuyo mejor exponente fue la puesta en marcha del euro. Por otro lado, promovió eficazmente la conclusión del Tratado de Maastricht, que supuso la entrada de la política con mayúsculas a la recién bautizada Unión Europea, merced a la incorporación de la Política Exterior y los asuntos de Interior y Justicia.

Durante los diez años que presidió la Comisión Europea (1985-1995) muchas fueron las iniciativas que la Comisión llevó a buen puerto. Entre ellas queremos destacar el convenio de Schengen, el programa Erasmus, la ampliación a España y Portugal, de la que fue un ferviente partidario, la incorporación del concepto de cohesión económica y social al acervo comunitario o la instauración del marco financirero plurianual

Todos estos avances los asentó Delors en su autoridad, basada en el amplio conocimiento de los asuntos que trataba, así como en el apoyo que recibió del eje franco-alemán y la complicidad que supo tejer con el Parlamento Europeo.

Finalizado su mandato europeo y cuando en Francia parecía predestinado a presentarse como candidato en las elecciones presidenciales para suceder a Mitterrand, anunció sorpresivamente que no se presentaría a la elección. Aunque las cábalas a aquella decisión fueron innumerables, su instinto le indicó que era un hombre más de consenso y reflexión que de brega partidista; la suerte que corrió un decenio atrás Raymond Barre pudo facilitarle la decisión…

Retirado del primer plano de la política, Delors continuó siendo un foco de referencia para la reflexión sobre Europa, a través de la Fundación Notre Europe o el instituto que portaba su nombre.

Gran admirador de la vocación europea de los españoles, que comprendieron inmediatamente el juego comunitario y que parecían un país fundador y no un recién llegado –le oímos afirmar– recibió el reconocimiento de nuestro país a su importante contribución a la construcción europea. Así, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación internacional en 1989 o con el primer Premio europeo Carlos V de la Academia de Yuste.

En el años 2015 y con motivo de la conmemoración del XXX aniversario de la adhesión de España a las entonces Comunidades Europeas, el Gobierno le invitó a participar en aquel acto. Su delicado estado de salud le impidió viajar.

Pocos días después, el Presidente Rajoy propuso al Consejo Europeo su nombramiento como Ciudadano de Europa, honor que comparte con otros dos dos personajes capitales en el empeño de «hacer Europa»: Jean Monnet y Helmut Kohl.

Hoy, cuando la bandera europea ondee a media hasta en señal de duelo, le haremos justicia si le recordamos como la persona que nos encaminó –como en el hermoso verso de Baudelaire– Vers le paradis de nos reves.

  • Marcelino Oreja es vicepresidente de El Debate y fue secretario general del Consejo de Europa( 1984-1989), diputado europeo(1989-1993) y Comisario europeo (1994-1999)

  • Íñigo Méndez de Vigo es letrado de las Cortes Generales y fue diputado europeo (1992-2011), secretario de Estado para la Unión europea (2011-2015) y presidente del Colegio de Europa (2009-2019)