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General Zvi Zamir (1925-2024)

Zvi Zamir: Desató la «Cólera de Dios»

Como director del Mossad, encabezó la operación de eliminación de los autores de la matanza olímpica de Múnich y avisó a Golda Meir de la inminencia del ataque árabe en vísperas del Yom Kipur

Nació en Lodz (Polonia) el 3 de marzo de 1925 y falleció en Tel Aviv el 2 de enero de 2024

Zvicka Zarzevsky

Se alistó en la Haganá, antecesor de las Fuerzas de Defensa de Israel, a la edad de 18 años, y tuvo una trayectoria plana hasta que en 1968 fue nombrado director del Mossad, cargo que ocupó hasta 1974. Durante su mandato, ocurrieron la matanza de Múnich y la Guerra del Kipur, de cuya inminencia avisó a Golda Meir: por eso fue de los pocos mandos exonerados en la posterior comisión de investigación.

A última hora del 5 de octubre de 1973, el general Zvi Zamir, desde Londres y en su condición de ramsad (director) del Mosad, envió a autoridades políticas y militares un telegrama en el que auguraba un ataque inminente de Egipto y Siria al Estado judío. «Saben», escribía., «que hoy es un día festivo en Israel y creen que pueden atravesar nuestra orilla del Canal de Suez antes de que anochezca. El «Ángel» estima que (Annuar) El Sadat [sucesor de Gamal Abdel Nasser como presidente de Egipto] no puede aplazar el ataque para no incumplir la promesa que había hecho al resto de dirigentes árabes, por lo que desea mantener su compromiso hasta el final».

Añadía el ramsad: «La fuente estima que, pese a las hesitaciones de Sadat, las posibilidades de que lleve a cabo el ataque son del 99.9%». Falló por una décima y puede que por unas horas: las alarmas, pues egipcios -por el Canal de Suez, como había indicado Zamir- y sirios atacaron hacia primera hora de la tarde del día sagrado del calendario judío. El resto de las previsiones se cumplió a rajatabla, dando lugar al inicio de una guerra de más de dos semanas en la que Israel, por primera vez, empezó perdiendo.

Al final, la ganó in extremis, tras acorralar al III Ejército egipcio en su orilla del Canal de Suez y llegar, en el Frente Norte, a 20 kilómetros de Damasco. La cruda realidad tiene una doble vertiente: sin la intervención de Zamir, las consecuencias podrían haber sido nefastas para Israel y que el escepticismo inicial mostrado por el Gobierno israelí acerca de la información valiosa proporcionada por el ramsad lastró a su Ejército.

El episodio sirvió a Zamir para resarcirse de su mayor frustración como máximo dirigente del Mossad: el 5 de septiembre de 1972, ocho militantes fuertemente armados de Septiembre Negro, una facción de la Organización de Liberación de Palestina, asaltaron el edificio que albergaba la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Múnich, matando a dos atletas y tomando nueve rehenes. Los terroristas exigían la liberación de 236 prisioneros palestinos encarcelados en prisiones israelíes. El Gobierno de Golda Meir se negó a ceder y la primera ministra encargó a Zamir y a sus equipos el desenlace de la crisis.

El ramsad voló inmediatamente a Múnich, donde suplicó a las autoridades alemanas que permitieran a la «Sayeret Matkal», en aquel momento una de las pocas unidades militares israelíes entrenadas en el rescate de rehenes y la lucha antiterrorista, liberar a los atletas israelíes. Pero como la Constitución alemana prohibía a los extranjeros llevar a cabo operaciones militares en suelo alemán, su petición fue rechazada.

Mientras, los secuestradores exigieron dos helicópteros para trasladarlos a ellos y a sus rehenes al cercano aeródromo de Fürstenfeldbruck, y un avión especial para llevarlos desde allí a un país árabe. Los alemanes accedieron y planearon utilizar francotiradores para disparar a los secuestradores cuando pasaran de los helicópteros al avión.

Una operación mal amarrada por la policía alemana, que se saldó con la muerte de la totalidad de los rehenes, y la que Zamir asistió, pasivamente, desde una torre del aeródromo. De vuelta a Israel, sugirió a Meir eliminar uno a uno a los autores de la matanza. La primera ministra aceptó.

Así empezó la «Operación Cólera de Dios», mediante la cual el Mossad, a lo largo de casi 20 años, acabó con la vida de quienes habían hecho lo propio en Múnich. El primero en caer fue Abdel Wael Zwaiter, oficialmente traductor de la embajada libia en Italia pero, según el Mossad, terrorista de Septiembre Negro; recibió 12 disparos del equipo de asalto de Zamir el 16 de octubre de 1972 en Roma. Así hasta completar la lista.

Hubo un error fatídico, cuando los hombres del Mossad asesinaron a un trabajador marroquí en Lillehamer (Noruega), el 21 de julio de 1973, creyendo que se trataba de Ali Hassan Salameh, el cerebro de la matanza olímpica. En el resto de los casos, la «Cólera de Dios» alcanzó sus objetivos. Y su impulsor, el general Zamir, alcanzó el olimpo de los héroes de Israel y acalló las críticas de aquellos que dudaban, por su perfil militar plano, de su capacidad para dirigir el Mossad, donde sucedió al mítico Meir Shamit en 1968.

Hasta aquella fecha, la carrera de Zamir, nacido en Polonia en 1935 y emigrado a la Palestina Mandataria con ocho meses de edad, había sido más bien discreta -pese a haber servido, en sus inicios, en la misma unidad que los generales Moshe Dayan e Itzak Rabin- pero eficiente, siendo su culminación la agregaduría militar en Londres. Después, vino el Mossad.