El cineasta catalán más personal

El cine catalán que logró salir de nuestras fronteras y darse a conocer al mundo le deberá siempre mucho a Ventura Pons, uno de sus máximos exponentes que deja huérfano un tipo de cine y una propuesta que no halla entre los directores actuales sucesor.

Ventura Pons nace en Barcelona y se inclina desde muy joven por el teatro donde dirige su primer montaje en 1967, un mundo al que volvería a lo largo de toda su carrera y que centró su vida durante más de diez años con espectáculos de éxito notable para la sociedad barcelonesa. Sin embargo, el poder del cine que abandonaba el destape y lo cañí le llama la atención y se transforma en director de documentales, género con que se da a conocer entre la cultura catalana debutando en 1978. Y es que con Ocaña, retrata intermitent y su visión provocadora del pintor marginal de las Ramblas, José Pérez Ocaña, Pons empezará a llamar la atención. No en vano, la película es hoy un tótem de la contracultura de la época como Arrebato o el Almodóvar de entonces.

A partir de ese momento, el paso por el mundo del cine de Pons se convierte en un devenir libre, inclasificable, contradictorio y abrasivo que toma el pulso a la sociedad de la Transición para luego ser aplaudido por sus comedias urbanas y de verbo ágil que hace que muchos le conocieran como el Woody Allen español. Pero está lejos del aquél. En los años 80 su cine mira a la calle, al devenir del día a día con títulos extravagantes como El vicario de Olot (1981), La rubia del bar (1986), ¡Puta miseria! (1989), ¿Qué te juegas, Mari Pili? (1990) o Esta noche o jamás (1991). Y con él, algunos actores no tan marginales, como Antonio Ferrandis, Fernando Guillén, Amparo Moreno o Enric Majó.

En la década de los 90, su fama o su popularidad desde los márgenes del cine, le hacen convertirse en un cineasta más conocido en todo el territorio nacional y sus producciones se convierten en relatos más serenos y maduros. Son los años de El porqué de las cosas (1994), Actrices (1996), Caricias (1998), Amigo amado (1999), Morir (o no) (2000) y la que es quizá su obra más aplaudida, Anita no pierde el tren (2001). Con él trabajan durante esos Rosa María Sardá, Josep María Pou, José Coronado, Carmen Elías, Nuria Espert y Lluis Homar, entre otros muchos.

El tercer capítulo de su vida como cineasta lo cierran películas más íntimas, menos populares y más «a la deriva», como el título de una de ellas. Son los años de Amor idiota (2005), Animales heridos (2005), Barcelona (un mapa) (2007), Forasteros (2008) o Año de Gracia (2011), aunque regresaría al género documental con obras relevantes como las destacadas Universal y faraona (2018), Miss Dalí (2018) o Cinema mon amor (2019). En su última película, Be happy! (2019) Pons sorprendió a sus seguidores y a la crítica realizando un musical que, si bien no fue bien acogido por la crítica, es todo un ejercicio de estilo de un cineasta que nunca tuvo miedo a experimentar.

Adalid de la cultura catalana, entre los premios que tuvo en su haber destacan la Cruz de Sant Jordi en 2007, el Premio Sant Jordi en 2011 y el premio Gaudí de Honor en 2015, además del Premio Nacional de Cine de Cataluña, el Ondas en 1999 y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2001.

Ventura Pons fue vicepresidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España, consejero de la SGAE, patrono de la Fundación Autor y autor de dos libros de memorias Els meus (i els altres) y He tastat molts fruits de l'arbre de la vida.