Sebastián Piñera (1949-2024)
Renovador de la derecha chilena
Desacomplejó a los conservadores, pero su ejercicio del poder fue prudente
Sebastián Piñera Echenique
Empresario
Fue presidente de Chile entre 2010 y 2014 y entre 2018 y 2022.
La victoria presidencial de Sebastián Piñera en 2010 trascendió su propio hito por partida doble: era la primera vez desde 1958 en que los chilenos confiaban las riendas del país a un candidato abiertamente de derechas; y también la primera ruptura del monopolio (democrático) del poder que la Concertación -agrupación de democristianos y socialistas- venía ejerciendo desde el final de la dictadura del general Augusto Pinochet, allá por 1990. Dos décadas en total durante las cuales la derecha chilena pasó por el inevitable purgatorio, con candidatos sistemáticamente derrotados en el camino hacia el Palacio de la Moneda; Hernán Büchi –de quien Piñera fue jefe de campaña– y Joaquín Lavín entre otros.
Quedaba, pues, quien iba a enfrentarse al democristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que ya había sido presidente entre 1994 y 2000: fue Piñera quien venció unas primarias a las que concurrieron varios candidatos de Renovación Nacional y de la Unión Demócrata Independiente, en la que militaban personalidades vinculadas al régimen militar. El discurso de Piñera era nítidamente liberal en lo económico y moderadamente conservador en lo social: sin ir más lejos, el candidato dejó claro que apoyaba el acceso a la contracepción.
El duelo entre Piñera y Frei Ruiz-Tagle también tenía un componente personal, pues el padre del primero, democristiano pata negra, se desempeñó como embajador de Chile ante Naciones Unidas y en Bélgica cuando el padre del segundo era presidente del país. Pero esos lazos entre ambos, por mucho que vinieran de lejos, se difuminaron a lo largo de una campaña reñidísima en la que se lanzaron duros reproches, en especial durante el debate televisivo.
Al final, la victoria fue para Piñera; eso sí, muy ajustada, con un poco más del 51 % de los votos. Ya en la Moneda, el nuevo mandatario empezó a aplicar su programa. Sin grandes dificultades, gracias a la buena salud de la que gozaba la economía, pese a la recesión planetaria. En el plano continental, la llegada de Piñera supuso un halo de esperanza en un escenario dominado por un Hugo Chávez en la cúspide de su gloria, con Rafael Correa y Evo Morales consolidados en Ecuador y Bolivia y una Cristina Fernández de Kirchner con mando en plaza de larga duración en Argentina. Además, la Colombia de Juan Manuel Santos mantenía una actitud ambigua.
El balance final del primer mandato de Piñera fue lo suficientemente aceptable como para que mantuviera su autoridad sobre la derecha chilena y volviera a ganar en 2018, sucediendo de nuevo a Michelle Bachelet. Sin embargo, su segundo mandato pronto se convirtió en un suplicio: no supo anticipar ni interpretar las violentas revueltas que asolaron al país andino en 2019 -y cuyas consecuencias económicas e institucionales aún colean-, torpeza política que Piñera pagó con el índice de aprobación más bajo, un 6 %, de un presidente en democracia.
Casi peor fue el proceso de destitución al que tuvo que enfrentarse a finales de 2021 –y del que se libó in extremis– por un conflicto entre determinadas decisiones que tomó como mandatario y sus intereses empresariales. Porque antes de ser político, Piñera amasó una de las principales fortunas del Chile contemporáneo, gracias a su habilidad para invertir en sectores emergentes y diversos como las tarjetas de crédito, la construcción o las aerolíneas. Una actividad que le ocasionó problemas judiciales, que siempre superó.