Atípico dentro de su estirpe

Los Rothschild también se pelean: la rivalidad entre Jacob, cuarto titular de la baronía británica de la estirpe, concedida por la Reina Victoria, y su primo sir Evelyn estalló en 1980, cuando el primero vendió su participación en el histórico banco familiar N & M Rothschild and Sons para unirse al Rothschild Investment Trust, Rit en sus siglas de hoy, cuya presidencia asumió inmediatamente, y fundar en paralelo una compañía de seguros hoy llamada St. James Place. El movimiento parecía arriesgado.

Sin embargo, a Jacob le avalaban casi dos décadas de operaciones atrevidas culminadas con éxitos: financió un oleoducto transalpino, nada más ingresar en N & M Rothschild and Sons, estructurando años más tarde la operación de compra del grupo cervecero Watney Mann por parte de Grand Metropolitan, una empresa hotelera. Bajo su dirección, el banco también entró en el mercado cada vez más lucrativo de los eurobonos y eurodólares. Sir Evelyn, por su parte, abogaba por una gestión más clásica.

Jacob, decidido a seguir su propia estela, trasladó sus métodos al Rit, al que quería hacer pasar del típico banco de negocios en una entidad más creativa: en lugar de comprar acciones de forma rutinaria, quería financiar empresas y ayudar a gestionarlas. Sin ir más lejos, permitió a los accionistas minoristas acceder a oportunidades cotizadas y no cotizadas a través de un fondo de inversión cotizado, y llegó, en otro arrebato de originalidad, a comprar una empresa de jardinería.

El atrevimiento volvió a funcionar: en cinco años, el fondo Rit se había multiplicado por diez. Hoy es uno de los más afamados de la City londinense, con unos activos que rozan los 3.000 millones de libras. Jacob Rothschild también conoció el fracaso: el más sonoro fue en 1989, la fallida «opa» hostil sobre British American Tobacco, aventura que emprendió en compañía de otros dos magnates, el anglofrancés sir James Goldsmith y el australiano Kerry Packer. Ninguno de los tres, pese a sus colosales fortunas personales, disponía de los fondos suficientes para la operación y su enfoque se saldó con la oposición de las autoridades bursátiles norteamericanas.

Mucho más clásico se mostró quien ya era el barón Rothschild respecto del mecenazgo y de la protección del patrimonio. Empezando por el suyo: recibió en herencia el espectacular castillo de Waddesdon, símbolo del esplendor «rothschildiano» en Gran Bretaña, si bien tuvo la habilidad de convertirlo en atracción cultural, consciente de que los signos de los tiempos así lo indicaban. Prefirió instalarse en el pabellón de Eythrope, sito en una ladera de la finca de Waddesdon.

Es la única de las antaño nueve propiedades de los Rothschild en Buckinghamshire que sigue habitada. La contribución de lord Rothschild al bien común se plasmó en una intensa acción filantrópica y en la presidencia del semipúblico National Heritage Trust, a través del cual impulsó numerosas obras de restauración arquitectónica.