El periodismo de investigación más genuino

Los últimos meses de 1993 estuvieron marcados en España por las revelaciones del equipo de investigación de Diario 16, encabezado por José Macca, acerca de la red de corrupción cuyo epicentro era Luis Roldán, a la sazón director general de la Guardia Civil, cargo que venía desempeñando desde 1986. Es decir, una persona de máxima confianza de los sucesivos gobiernos socialistas encabezados por Felipe González. Roldán era, además, el primer jefe de la Benemérita que no pertenecía a la carrera militar. Todo un símbolo de la época.

De ahí que cuando Macca y sus redactores Jesús Mendoza y José María Irujo desvelaron que Roldán, con un sueldo de 400.000 pesetas al mes, había amasado en apenas siete años un patrimonio de 400 millones de los de entonces, el revuelo que se armó fuera considerable. No solo en las altas esferas políticas y demás círculos de influencia, sino también en la opinión pública.

El caso causó, según la jerga al uso, una alarma social que fue en aumento a medida que se iban conociendo las numerosas ramificaciones de la trama y sus vertientes más frívolas, como las orgías en las que participó Roldán. Por su labor, el equipo de Macca fue galardonado con el Premio Isaías Lafuente de Periodismo y dejó plasmadas sus investigaciones en el libro «Roldán, un botín a la sombra de un tricornio», publicado en 1994.

La verdad obliga, sin embargo, a decir que la trayectoria de Macca, curtido en la Agencia Fax Press del Manu Leguineche, trascendía con creces sus exclusivas sobre Roldán. En 1987, fue víctima de uno de los mayores ataques a la libertad de expresión en democracia cuando Eugenio Ranis, titular del Juzgado de Instrucción número 17 de Madrid, le prohibió seguir publicando informaciones sobre las actividades del juez Ricardo Varón Cobos, que terminó siendo expulsado de la carrera judicial, y sobre un escándalo de sustracción de fondos a la Armada.

Macca, que fue igualmente corresponsal de Diario 16 en Roma y enviado especial a distintos puntos del planeta, aportó a la Justicia datos decisivos que permitieron aclarar las circunstancias de la trágica muerte de Mikel Zabalza, un conductor de autobuses de San Sebastián, a quien la Guardia Civil había confundido con un etarra. El periodista había recogido en 1995 la confesión del antiguo guardia civil Vicente Soria. Este último, admitió haber visto el cuerpo de Zabalza en un ascensor del cuartel de Intxaurrondo.