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Rose Dugdale (1941-2024)

De niña bien a terrorista del Ira

En nombre de la causa norirlandesa, robó en su propia finca y en otra de la que se llevó cuadros de Velázquez, Goya, Rubens y Vermeer

Nació el 25 de marzo de 1941 en Honiton, Devon (Inglaterra) y falleció el 18 de marzo de 2024 en Dublín (Irlanda)

Bridget Rose Dugdale

Licenciada en Humanidades por la Universidad de Oxford y doctora en Economía por la Escuela de Economía de Londres, prefirió el terrorismo a lo que podía haber sido una gran trayectoria académica

«Papá, te amo, pero odio todo lo que representas». El destinatario del mensaje era el teniente coronel Eric Dugdale, veterano de la Segunda Guerra Mundial, alto ejecutivo de la Lloyd’s y propietario de una próspera explotación agrícola en el condado de Devon. La autora, su hija Rose, que de esa manera descargaba todo su resentimiento social contra un establishment británico en el que se crio.

El escenario del exabrupto soltado por Rose Dugdale era el tribunal donde se la enjuiciaba por haber robado piezas de gran valor, junto a su amante de entonces, un tal Walter Heaton. Al final, la delincuente en ciernes fue condenada a una pena suspensiva de dos años de cárcel. Era junio de 1973 y evitó la estancia entre barrotes porque el juez consideró que el riesgo de que Dugdale cometiera nuevos actos delictivos era «extremadamente remoto».

Craso error: en abril de 1974, Dugdale se presentó en Russborough House, la mansión, ubicada en la campiña irlandesa, propiedad de sir Alfred Beit, antiguo diputado en la Cámara de los Comunes y heredero de una fortuna minera amasada por sus antepasados en Sudáfrica. Dugdale entró en el «Hall» fingiendo ser una turista francesa cuyo coche se había averiado.

De repente, irrumpieron sus compañeros de la banda terrorista conocida como el Ejército Republicano Irlandés (Ira). Estos agredieron a Beit, mientras Dugdale le gritaba, a él y a su mujer: «¡Cerdos capitalistas!». Acto seguido, la banda del Ira sacó del cuarto de baño a una criada de 17 años para que los llevara a las habitaciones donde se encontraban las obras de arte de excepcional valor entras las que destacaban el Retrato de doña Antonia Zárate, de Goya, La cena de Emaús, de Velázquez; y Dama escribiendo una carta con su criada, uno de los dos únicos cuadros de Vermeer en manos privadas. En total, los terroristas robaron 19 pinturas –también una de Rubens– que fueron halladas semanas más tarde en el maletero de un coche.

Esta vez, sí, Dugdale recibió una condena de nueve años de cárcel tras declararse «orgullosa e incorruptiblemente culpable». Mientras el juez leía el fallo, ella saludó con el puño cerrado a sus partidarios apiñados entre el público. Mas consiguió alimentar su leyenda ingresando embarazada en la cárcel de Limerick, donde dio a luz a un hijo, fruto de su relación con el terrorista Eddie Gallagher, detenido meses después por otros hechos delictivos. Ambos se casaron estando privados de libertad. Dugdale salió de prisión, por obra y gracia de los beneficios penales, en el otoño de 1980, haciendo uso de su recobrada libertad para ayudar al Ira a fabricar bombas.

Una de las que inventó llevaba por nombre «el lanzador de galletas», que fue utilizado en varias ocasiones por el Ira. Estaba constituido de piezas de fácil manejo, disparaba misiles perforantes cargados con explosivo Semtex y utilizando paquetes de galletas digestivas para absorber el retroceso. Dugdale nunca se arrepintió de su pasado y acabó sus días en una residencia de monjas.

No era la trayectoria vital que el destino le tenía reservada: en 1958 fue presentada a Isabel II en la edición de aquel año del Baile de Debutantes, celebrada en el Palacio de Buckingham, y unos meses después sus padres le organizaron una puesta de largo que le repugnó, calificándola de «uno de actos pornográficos que cuestan lo que 60 jubilados reciben en seis meses». Lo que parecía una impertinencia juvenil no era sino el inicio de una deriva ideológica que se acentuó en la Universidad de Oxford y se consolidó a mediados de los sesenta a raíz de un viaje a Cuba, donde abrazó la ideología comunista. De vuelta a las islas británicas, cedió a la tentación del Ira.