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Ignacio Bayón fue también presidente de RealiaEFE

Ignacio Bayón (1944-2024)

Aquellos días azules

A tu lado aprendí el ejercicio de la tolerancia, me enseñaste a cultivar la bonhomía y siempre, mi querido Ignacio, sonaba un aria de una ópera infinita en mi memoria

Nació en Madrid el 14 de febrero de 1944 y falleció en Ezcaray (La Rioja) el 4 de mayo de 2024

Ignacio Bayón Mariné

Político

Desempeñó el cargo de ministro de Industria y Energía entre 1980 y 1982, durante los gobiernos de la Unión del Centro Democrático (UCD). Era doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y letrado del Consejo de Estado y de las Cortes Generales. Era miembro de la Real Academia de Gastronomía.

Te escribo como si no te hubieras ido al otro lado, como si aquellos días azules de la camaradería y el afecto, aquellos días machadianos estuvieran iluminando el paisaje de un mayo creciente que se quedó en tu mirada. Te escribo emulando a Hernández en su poema fúnebre a Ramón Sijé.

Desde la conmoción por la noticia de tu ausencia y la gavilla de recuerdos vividos a tu lado, cuando me afianzaba en mi oficio de hombre y el mundo estaba recién inaugurado y me enseñabas a crecer.

Descubrimos la risa y el buen vino, las rutas lejanas del continente americano y la tarea de sembrar de libros, de historias, de poemas el universo inmenso del español.

A tu lado aprendí el ejercicio de la tolerancia, me enseñaste a cultivar la bonhomía y siempre, mi querido Ignacio, sonaba un aria de una ópera infinita en mi memoria.

Poco tiempo hace que comimos juntos, y que programamos otro encuentro que ya no tendrá lugar y ese día reímos como en los viejos tiempos y festejamos con un buen vino y un mejor whisky, la cercanía de tus ochenta años que habías cumplido cuando mediaba febrero.

Fue uno de aquellos días azules, cercanos y felices de un rencuentro que se iba dilatando. La conversación tuvo un prefacio de actualidad subrayando la preocupación, la inquietud por una política errática y caprichosa de un gobierno y una sociedad anestesiada y cómplice con las heridas constitucionales, y pronto pasamos a recuperar nuestras experiencias de cuando el mundo todavía no se había puesto en pie.

Y el homenaje dialéctico a los viejos amigos, los días y las noches de vino y rosas, a los pies del Iguazú, el viaje al Chile de Pinochet, recuperando las grandes alamedas como en una canción de Víctor Jara, la función de un Ballo in Maschera en la vieja opera de Frankfurt, el paseo londinense sin prisa alguna, el descanso en La Mamunia cuando amanecía Marraquesh, y tantos y tan vivos recuerdos que nutren mi memoria.

Y Julia, tu compañera, mi presidenta, poniendo permanentemente los puntos sobre las íes y ayudándome a encontrar el camino que me condujera al lugar esperado. Para ella, querido Ignacio, se dirige mi abrazo solidario.

Y me sorprendo escribiendo lo que nunca sospeché que podía hacer, escribiendo tu obituario con palabras imprecisas, escribiéndolo desde el dolor y el afecto, con la urgencia amable de una impresión inesperada, escribiéndolo con silencios que me aprisionan la garganta, viejo amigo, querido amigo de aquellos días azules, y digo Ignacio, pronuncio tu nombre y se abren de par en par las puertas del mundo que me enseñaste a compartir.

Hasta siempre, compañero, buen viaje.