El fútbol de antes

La gloria la conoció Francisco García Gómez, Paquito, como jugador durante las nueve temporadas en que se desempeñó como centrocampista en el Valencia, entre 1963 y 1972: con el equipo ché ganó la Copa de Ferias en 1964 –torneo que antecedió a la actual Liga Europa de la UEFA–, la Copa del Generalísimo –que recuperó el nombre de Copa del Rey en 1976– tres años más tarde y, sobre todo, el Campeonato Nacional de Liga en 1971, que contribuyó a llevar a la ciudad del Turia por primera vez en casi un cuarto de siglo.

Al frente del banquillo estaba Alfredo di Stéfano, que dijo, al alzar el trofeo que «ningún jugador» era «tan bueno como todos juntos». Sin embargo, sobre el terreno de juego, Paquito encabezaba, en su condición de capitán, un once en el que también destacaban Pepe Claramunt –al que ha faltado tiempo para rendir homenaje a quién consideraba su maestro– y Juan Cruz Sol, que posteriormente ganaría tres ligas más en los cuatro años en los que jugó en las filas del Real Madrid. De momento, ese trío contribuyó a romper el cuasi monopolio madridista sobre la competición, solamente interrumpido, en aquella de finales de los sesenta y principios de los setenta por algún boquete del Atléti de Luis Aragonés.

Paquito, cuyos inicios balompédicos transcurrieron en el Oviedo, el equipo de su ciudad natal colgó las botas en 1972 para iniciar una singular carrera en los banquillos. Singular porque, pese a no ganar ningún título, realizó una eficaz labor de fondo en la mayoría de los clubes que tuvo a su cargo: en el Real Valladolid hizo debutar a Gail y Minguela, que marcaron una época en el césped del «José Zorrilla»; evitó el descenso del Cádiz al final de la temporada 1985-1986 y fue el artífice del retorno a Primera División del Racing de Santander en la 1992-1993.

Mas es en Villarreal donde dejó su huella más perceptible, su buen hacer sentó las bases de lo que es hoy el submarino amarillo, al que ascendió, por primera vez en su historia, a la máxima categoría del fútbol español en 1998 y clasificó para las semifinales de la Liga Europa de la UEFA en 2004. Fue su última experiencia como entrenador. Su despedida fue, también, en cierta medida, la del fútbol de antes, es decir, la de los entrenadores que no usaban la prensa deportiva y los programas radiofónicos para mantener actitudes bocazas o amenazantes, o la de los que mantenían una relación directa con los presidentes, sin directores deportivos o managers de por medio, o la de los que eran plenamente soberanos para decidir las alineaciones, sin presión de los agentes y patrocinadores de los futbolistas.