Johan Neeskens (1951-2024)
Su equipo era el Madrid
Estuvo en el Barça cinco años. Un tipo capaz de quitar y construir. Defender su área y amenazar la contraria en la jugada después. El futbolista total del fútbol ídem de su Naranja Mecánica, de aquel Ajax tricampeón de Europa. Eso sí fue el Nuevo Fútbol
Fue un futbolista neerlandés de los años 1970, considerado uno de los mejores centrocampistas del mundo de su época. Destacó en el Ajax Ámsterdam, en el F. C. Barcelona y en la selección neerlandesa.
Vente a casa mañana, vendrá Neeskens a comer. Invitaba Miguel Moreno, El Papi de todos. Fotógrafo, amigo, soltero, buen cocinero. El primero que llegaba al entrenamiento del Barcelona. Ocho de la mañana, bar del Palacio de Hielo donde forjó sus grandes relaciones con entrenadores y futbolistas azulgrana, una generación tras otra. Uno de ellos, Johan Neeskens. Si le querría que le regaló la camiseta de su último partido en el estadio, aquella tarde de un Camp Nou lloroso pues perdía un ídolo.
El Neeskens de aquel grito ¡Neeskens sí, Núñez, no! Desolado, el presidente caviló muy en serio presentar su dimisión. Fue en la Plaça de Sant Jaume tras ganar la Recopa de Basilea. Se permitían dos extranjeros por equipo y el club decidió cambiarlo por el danés Simonsen. Su llegada también fue polémica pues acarreó el adiós del delantero peruano Hugo Sotil, otro ídolo de la afición.
Fue cosa de Cruyff y Michels, el entrenador, también holandés. Con Neeskens en la sala de máquinas, Johan I y todos iban a vivir mejor. Y así era: Neeskens peleaba y buscaba a Johan I donde estuviera. Si la perdían, vuelta a empezar. El caso es que llegó y se metió a la gente en el bolsillo. Sí: entre los diez futbolistas más queridos por el barcelonismo está este Johannes Jakobus Neeskens. Que pudo ser un magnífico jugador de béisbol: el fútbol ganó ese partido.
La velada fue deliciosa. Había aparecido por Barcelona, no recuerdo por donde andaba entonces. Simpático, buen conversador, hablaba y escuchaba, no acostumbra a suceder. Llegó lesionado, una cosa muscular, y mi primera pregunta fue inevitable.
–A poco de llegar Johan dijo que ustedes los holandeses no tienen abductores.
Se carcajeó: «Es que vosotros os lesionáis mucho».
Estuvo en el Barça cinco años, menos de lo que imaginó al llegar pues su rendimiento parecía el mejor aval. Un tipo capaz de quitar y construir. Defender su área y amenazar la contraria en la jugada después. El futbolista total del fútbol ídem de su Naranja Mecánica, de aquel Ajax tricampeón de Europa. Eso sí, fue el Nuevo Fútbol…
Siempre pensé que se equivocó de club. Que en el Madrid se hubiera retirado muy pasados los 30 en plan emblema histórico. Ese Neeskens por todas partes, ese tirarse al suelo para llevarse pelota y lo que apareciera por allí, esa generosidad, esa su calidad que diría Suker… Ese saber vivir. El Bernabéu enloqueció siempre con este tipo de jugadores. En Neeskens siempre vi un Pirri rubio.
Sonrió: «Holanda no ha sido un gran mercado madridista». Es cierto que Seedorf, Van Nistelrooy, Sneijder, Robben, llegaron después. Si Johan I hubiese acabado en Chamartín quizá habría cambiado la costumbre, la historia. El caso es que el Real se le acercó y Bernabéu acabó dejando una de sus frases míticas: «No me gusta su jeta». La de Cruyff.
Y los penaltis. Antonio Ramallets, el mítico portero del Barcelona, comentaba que desde Pancho Puskas no había visto un tirador como Neeskens por potencia y acierto. Pancho apuntaba al hierro, el que aguantaba la red paralelo al poste, por la parte de atrás de la portería. Donde no llega nadie. El punto de mira más clásico en Johan era otro. Los tiraba alto y por el centro, pegadita la pelota al larguero. El meta no se movía: por miedo y porque no la veía. Un penalti suyo era un espectáculo.
En el Barça ganó solo dos títulos, una Copa y una Recopa. Se lamentaba por la Liga española y el Mundial. En este fue dos veces subcampeón. Marcó el tanto que abrió el marcador en la final del 74, el penalti del alemán Hoeness a Cruyff. Esta vez más bajito, pero siempre por el centro. El portero Maier se lanzó a su derecha. Alemania le acabó dando la vuelta.
Tampoco en el 78, entonces fue la Argentina de Kempes y Menotti. Ambas finales en territorio del rival, de visitante. Mal negocio. La segunda sin Johan I. Aquella Holanda y el Brasil del 82 son los campeones sin corona. Neeskens me compró la ocurrencia: «No podíamos jugar mejor y la gente nos lo ha reconocido, el caso es que no nos bastó».
Dejó el Barça, jugó por medio mundo. Tuvo ciertos problemas personales, adicciones malignas que fue superando. Fue entrenador, volvió al Camp Nou junto a su amigo Frank Rijkaard en momento delicado: aquel equipazo decidió despistarse y la cosa acabó con el despido del cuerpo técnico y otra crisis de vestuario.
Su mejor decisión fue enrolarse en la federación de su país. Estuvo en mundiales y europeos y lo mejor: en un magnífico proyecto en colaboración con Unicef para formar entrenadores educadores por el mundo. Hablan de 15.000 repartidos en 52 países, uno de ellos Argelia donde Johan murió ante la sorpresa y la pena del mundo de fútbol y de cualquiera que tuvo la suerte de tratarle.
Se ha retirado Iniesta, querido por todos. O casi. No recuerdo una afición que pitara a Johan. La honradez no tiene colores. Y charlar con él de fútbol y de la vida fue una delicia siempre. Descansa en paz. Y gracias por los buenos ratos.