Un diplomático con mucha experiencia pastoral

Muy extendida en ámbitos eclesiales es la crítica según la cual los integrantes de la élite funcionarial vaticana, la Curia, estarían desconectados de la realidad del católico de a pie. Pues bien, no se verificaba en el caso de monseñor Vicente Juan Segura, fallecido en Valencia a causa de una complicación de tipo renal. Nada más ser ordenado sacerdote en el otoño de 1981, le fueron asignadas las funciones de vicario en la Parroquia San Antonio Abad de Cullera, que ejerció durante cuatro años.

Como recuerda en la web progresista «Religión Digital» su amigo el teólogo seglar José Luis Ferrando Lada, a ambos les incumbió ocuparse de jóvenes en situación difícil, durante el curso —en colaboración con las Hermanas de la Caridad de Santa Ana— y también con motivo de los campamentos de verano. Ya en Roma, quien aún era el padre Juan Segura no perdió el contacto con la calle: en paralelo a sus ocupaciones curiales, el sacerdote valenciano fue cooperador en la parroquia de San Melchiade.

El padre Juan Segura, que ya era doctor en Derecho Civil por la Universidad de Valencia y en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino —gestionada por la Orden de Predicadores— había regresado a la Ciudad Eterna para continuar su ya abultada formación en la Pontificia Academia Eclesiástica, vivero de los diplomáticos de la Santa Sede, de que salió graduado en 1988.

Empezaron entonces para él seis años de servicio en las nunciaturas de Costa Rica, Marruecos y Mozambique, para después ser llamado a Roma: en la Secretaría de Estado se integró en la sección de lengua española, que llegó a dirigir hasta 2005. Fue entonces cuando San Juan Pablo II, en vez de devolverle a las tareas diplomáticas, le derivó hacia el orden episcopal, nombrándole obispo de Ibiza. En las Pitiusas, durante tres lustros, desarrolló una intensa labor pastoral —inició la causa de beatificación de una veintena de mártires de la Guerra Civil y construyó iglesias—, mostrando asimismo preocupación por el patrimonio artístico, siendo el impulsor de la Custodia de la catedral ibicenca. En 2020, fue nombrado obispo auxiliar de Valencia. Tres años después, presentó su renuncia al Papa Francisco, que la aceptó.