Don Pelegrín Muñoz (1931-2024)
Primer capellán del IESE en Madrid
Su transparencia y cercanía creaban un clima propicio a explicarle cualquier problema por complicado que pareciera
Pelegrín Muñoz Gracia
Sacerdote
Fue un sacerdote de vocación tardía, se ordenó con 54 años. Fue director de la Fundación Tajamar, consejero en la Obra Social de Caja Madrid y primer capellán del IESE en la capital de España.
El lunes pasado, a los 93 años, nos ha dejado don Pelegrín Muñoz, una persona entrañable y un sacerdote ejemplar. No resulta fácil escribir sobre una persona querida y admirada. Y si además es amigo, la dificultad es aún mayor.
Le conocí en el año 1978 como alumno en uno de los Programas del IESE, de ahí mi sorpresa al encontrarnos de nuevo, en septiembre del año 85, recién ordenado sacerdote, como capellán de la primera sede del IESE en Madrid, en la calle Abeto, donde celebraba Misa cada día. Inicié una nueva etapa en mi relación con él, en este caso de profesor a capellán y pude descubrir a un amigo de verdad.
Inició su trabajo profesional como director de la Fundación Tajamar, en la etapa de su creación y en la posterior consolidación de la Institución. Su experiencia en este campo le sirvió para ser nombrado consejero, en la Obra Social de Caja Madrid. Se ordenó sacerdote a los 54 años, en plena madurez, y vivió su vocación sacerdotal durante 39 años, la mayor parte de ellos realizando su labor con el personal del IESE y con los alumnos que pasaban por sus aulas. Como Director de la Agrupación de Antiguos Alumnos durante todos esos años, puedo dar fe de su intensa y eficaz labor personal y pastoral.
Era muy fácil conocer y querer a don Pelegrín. Su carácter sencillo y directo, ayudaba a compartir con él de manera espontánea cualquier preocupación e inquietud. Su transparencia y cercanía creaban un clima propicio a explicarle cualquier problema por complicado que pareciera. Era un director espiritual siempre atento, buen conocedor de los problemas de los directivos que pasaban por las aulas, y en los que siempre dejaba un sello de comprensión y de cariño. El sentido del humor era consustancial con su carácter, y le permitía crear un vínculo de complicidad con la persona, a la que siempre aportaba una mayor visión y espíritu sobrenatural.
Hace ya muchos años que se organizó un viaje a Roma para asistir a la beatificación del Fundador del Opus Dei, Josémaría Escrivá de Balaguer y unos años más tarde a su Canonización. Nunca había visto a Don Pelegrín tan contento y efusivo, y transmitiendo tanta paz y alegría sobrenatural a los que nos unimos a esos viajes. Nos contagiaba a todos de la alegría del alma que se decide a cumplir la misión que Dios le ha asignado. Podemos afirmar que Don Pelegrín fue toda su vida un siervo fiel y entregado a su vocación sacerdotal hasta el final. Muchas gracias, Don Pele, como le llamábamos de forma cariñosa sus amigos.
- Sandalio Gómez López-Egea es doctor en Ciencias Económicas y profesor emérito del IESE