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Imagen de archivo del exsecretario de Estado de la Defensa Británica, John Nott, y la ex primera ministra británica, Margaret ThatcherLeemage via AFP

Sir John Nott (1932-2024)

El ministro al que Thatcher prohibió dimitir durante las Malvinas

Titular de Defensa en el conflicto, coordinó la victoria, aunque poco después dejó la política con amargura

John William Frederick Nott

Nació el 1 de febrero de 1932 y falleció el 6 de noviembre de 2024

Licenciado en Derecho y Economía por Cambridge, fue diputado por Saint Ives (Cornualles) entre 1966 y 1983. Fiel portavoz de las ideas económicas de Margaret Thatcher en la oposición, la Dama de Hierro le nombró ministro de Comercio en su primer Gobierno, encomendándole la aprobación de la Ley de Competencia, que dio pie a la epopeya económica de tipo liberal. Entre 1981 y 1983 fue ministro de Defensa.

El estallido del conflicto entre Argentina y el Reino Unido a cuenta de las Islas Malvinas se cobró una primera víctima (política) en la persona de lord Carrington, a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, por su falta de previsión acerca de la invasión perpetrada por el país iberoamericano. Pudo haber una segunda: John Nott, titular de Defensa, también presentó su renuncia a Margaret Thatcher. Sin embargo, la primera ministra estimó que prescindir de dos piezas clave de su Gobierno podía proyectar una imagen de debilidad en un momento crítico.

Las razones de Nott para marcharse eran distintas a las de Carrington: Thatcher le había nombrado ministro de Defensa en enero de 1981 —un momento en el que el Reino Unido atravesaba por una situación financiera comprometida— para asumir la impopularidad de unos considerables recorres en el gasto militar. Nott aceptó el reto y unas semanas después de tomar posesión anunció un plan que contemplaba, entre otras duras medidas, uno notable reducción del número de fragatas y destructores, el cierre de una base naval y de un astillero, la venta del portaaviones «Invincible» a Australia y la amortización del otro buque similar, el Hermes, se amortizó, el abandono de un ambicioso programa de construcción de otros dos portaaviones, sin olvidar las inevitables reducciones de plantilla que alcanzaron alrededor de 8.000 personas. La lista no era exhaustiva.

Demasiado como para que Nott no se granjease un sinfín de enemistades en el alto mando castrense —en especial la del jefe de Estado Mayor de la Armada, el almirante sir Henry Leach—, entre los sindicatos —un trabajador le metió un puñetazo durante una visita a un astilleros—, y hasta en Estados Unidos, donde no se veía con buenos ojos lo que interpretaba como una disminución de la capacidad de actuación de su principal aliado. Mas Nott aguantó contra viento y marea y el plan se encontraba en su fase inicial de aplicación cuando Argentina, el 2 de abril de 1982, invadió la posesión británica en el Atlántico Sur.

La agresión cogió a Nott desprevenido, como al resto de sus compañeros en el Gobierno. Pero al sentirse responsable de una hipotética incapacidad militar británica, presentó su dimisión. En vano: Thatcher, como era lógico, le integró en su War Cabinet. Con todo, los inicios de Nott como «ministro de la guerra» fueron complicados: ahí está su intervención titubeante en la Cámara de los Comunes durante el primer debate parlamentario. Menos mal que las cámaras aún no podían entrar en Westminster. Con el tiempo, Nott realizó una muy buena labor de coordinación, convirtiéndose en elemento esencial de las sucesivas etapas que llevaron a la victoria final. En la primera de ellas, la recuperación de Georgia del Sur, Thatcher le situó a su lado en la rueda de prensa improvisada a medianoche en las puertas de Downing Street y el ministro, leal, bregó sin problemas con sucesos polémicos, como el hundimiento del «General Belgrano».

Mas el conflicto le dejó amarguras. De ahí que meses después anunciase su intención de dejar la política con motivo de las siguientes elecciones, previstas para 1983. Thatcher no terminó de perdonárselo y meses antes de su triunfo electoral, aceptó, esta vez sí, su dimisión, a la que replicó nombrándole caballero —Sir—, a través de la Orden del Baño, pero sin otorgarle la Gran Cruz. Eso sí, en 1992, diez años después de las Malvinas, le invitó a una cena con el resto de los protagonistas. Nunca más volvieron a verse.