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Dalmacio Negro (1931-2024)

El pensador político más importante en España de las últimas décadas

Crítico severo de la Constitución de 1978 y sus derivas partitocráticas y autonómicas surgidas con ella, siempre se definió a sí mismo como «liberal»

Con el fallecimiento el lunes en Madrid de D. Dalmacio Negro Pavón, precisamente el mismo día que cumplía 93 años, desaparece quien con seguridad era el pensador político más importante en España de las últimas décadas. Nacido en Madrid, por tanto, un 23 de diciembre de 1931, tuvo la desgracia de quedarse muy prematuramente sin padre al ser hijo de uno de los miles de asesinados en Paracuellos del Jarama. Hay que decir que nadie como él, sin embargo, estuvo tan exento de todo atisbo de resentimiento o rencor. Muy al contrario, su clarificador pensamiento político resaltaba aun más por el contraste provocado por su brillantez intelectual con una humildad y bonhomía personales que no dejaba de provocar admiración en todos aquellos que tuvimos ocasión de conocerle y admirarle.

Nació el 23 de diciembre de 1931 en Madrid lugar en el que ha fallecido el mismo día de 2024

Dalmacio Negro pavón

Profesor y académico

Se licenció en derecho, Filosofía y Ciencias Políticas. En esta última se doctoró. Sucedió al profesor Luis Díez de Corral en su cátedra de Historia de las Ideas Políticas. En 1995 fue elegido académico de número de la Real de Ciencias Morales y Políticas

Su vocación por el pensamiento político fue temprana, y que él mismo contaba así: «Mientras daba la clase se notaba que al mismo tiempo pensaba aquello que estaba explicando. Yo creo que fue eso lo que me llevó al estudio del pensamiento político». En esa aula del antiguo paraninfo de la calle San Bernardo, oyendo al profesor Francisco Javier Conde, sin él saberlo, se había iniciado una gran vocación universitaria y una fecunda carrera académica.

Tras las licenciaturas en Derecho y Filosofía, lo hizo en CC. Políticas, para alcanzar, posteriormente, el grado de Doctor en esta misma disciplina. Integrado en la Cátedra de Historia de las Ideas Políticas, ocupada por Luis Díez del Corral, terminaría por sucederle en su titularidad en el año 1985. Diez años más tarde, en 1995, toma posesión de su plaza como académico de número de la Real de Ciencias Morales y Políticas, culminando de alguna manera una exitosa carrera académica. Hasta ese momento destacan sus ediciones, estudios y traducciones de autores fundamentales del pensamiento político europeo, Hobbes, Hume o Mill, entre los ingleses; o los franceses Rousseau, Comte, Guizot, Tocqueville o Bertrand de Jouvenel; y, por supuesto, los alemanes, que tan profunda huella habían de dejarle: Goethe, Hegel, y el historiador von Ranke. A partir de 1995, con su ingreso en la Academia, comienza, si se puede decir así, su obra mayor con la publicación de su Discurso de ingreso, «La tradición liberal y el Estado», a la que le ha seguido una decena de libros, de los que destacaré «Lo que Europa debe al cristianismo» (2004); «El mito del hombre nuevo» (2009), y su monumental «Historia de las formas del Estado» (2010). Traducida al italiano y al ruso, y en fase de revisión de cara a una segunda edición. Señalemos también su más breve pero no menos enjundioso ensayo sobre «La ley de hierro de las oligarquías»; y, por ahora, la última de sus obras escritas «La tradición de la libertad» (2019) y que le ha valido el premio «Diego de Covarrubias». Así, pues, estamos una importante obra publicada que se completa con las numerosas lecciones impartidas sobre los más variados temas del pensamiento político publicadas por la Real Academia, a cuyas sesiones nunca dejó de asistir.

Crítico severo de la Constitución de 1978 y sus derivas partitocráticas y autonómicas surgidas con ella, siempre se definió a sí mismo como «liberal». Pocos como Dalmacio Negro se han identificado tanto con la tradición de la libertad y del gobierno limitado propias de Occidente. Y es por ello que lamentaba profundamente cuánto había de pérdida de dicha tradición por causa del monopolio que de ella ejercían los partidos políticos, pero, sobre todo, por causa de eso que hemos venido en llamar el «Estado». Porque Negro fue siempre un gran crítico del Estado entendido éste como una forma de poder característica de la Modernidad y de naturaleza impolítica y artificiosa. A este respecto solía citar al pensador conservador Michel Oakeshott cuando éste señalaba que Occidente, desde el siglo XVI en adelante, había ido sustituyendo la tradición de la razón y la naturaleza por la de la voluntad y el artificio. Razón por la que su liberalismo fue siempre peculiar, pues a diferencia de los liberales clásicos, Dalmacio Negro se mostró en todo momento renuente a aceptar como un logro positivo la escisión operada entre Estado y Sociedad, escisión donde el Estado asume íntegramente para sí el dominio de lo público en tanto que la sociedad queda reducida a mero agregado de individuos apegados a sus intereses particulares. En su opinión, un dualismo así debía generar por fuerza una expansión del Estado sobre una sociedad ahora invertebrada y cuya única cohesión, desparecido su ethos y sin una articulación interna, venía del mismo Estado, provocando con ello una deriva próxima al totalitarismo, cuando no abiertamente totalitaria, aun cuando éste se revista de la narcótica y benevolente forma de Estado de bienestar.