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Stuart SpencerEl Debate

Stuart Spencer (1927-2025)

Artífice de las victorias electorales de Reagan

Precursor de la comunicación política, convirtió a un actor de serie B en uno de los políticos más admirados de su tiempo

Nació en Phoenix (Arizona) el 20 de febrero de 1927 y falleció en Palm Desert (California) el 12 de enero de 2025

Stuart Spencer

Asesor político

Tras estudiar Sociología, fundó una de las primeras consultorías políticas de Estados Unidos, desde la que asesoró a Nelson Rockefeller, Gerald Ford y, sobre todo, a Ronald Reagan, al que propulsó a la gloria electoral en cuatro ocasiones.

«No voy a hacer de la edad un tema de esta campaña. No voy a explotar la juventud e inexperiencia de mi contrincante». Esta pulla, tirada por Ronald Reagan al candidato demócrata Walter Mondale durante el debate presidencial de 1984, estaba encaminada a prevenir cualquier comentario crítico sobre los 73 años del entonces inquilino de la Casa Blanca, que buscaba su reelección, frente a los 56 de su contrincante. Su efecto fue tan devastador que obligó a su destinatario a admitir posteriormente que «ahí terminó la campaña».

El autor de la pulla fue Stuart Spencer, histórico asesor de imagen y estratega electoral de Reagan, artífice de los cuatro comicios —todas victoriosos— a los que concurrió: dos postulando a gobernador de California y otras tantas a la presidencia de Estados Unidos. Fue, por lo tanto, quien convirtió, con el paso de los años, a un actor de serie B en uno de los políticos más admirados de su tiempo. La relación entre ambos se remontaba hasta 1966, año de la primera campaña californiana de Reagan.

Fue el entonces muy conservador Barry Goldwater, barrido por Lyndon Johnson en las presidenciales de 1964, quien recomendó al antiguo actor y político en ciernes que contratase a Spencer. Este último había dirigido la campaña de su adversario en las primarias republicanas, Nelson Rockefeller. Pero Goldwater quedó impresionado por el buen hacer de Spencer.

Reagan se fio del consejo y no se arrepintió, pues el joven asesor y estratega percibió que la California abrumada por las protestas contra la Guerra de Vietnam era en realidad bastante más conservadora. De ahí que presentara a Reagan como el candidato de la ley y el orden. Antes, sabedor de la inexperiencia electoral de Regan, Spencer ideó, tal y como narra James Mann en The Rebellion of Ronald Reagan, el conocido como undécimo mandamiento, que prohibía hablar mal de cualquier «compañero republicano». El objetivo, obviamente, era proteger al candidato de los ataques de adversarios más curtidos.

Se produjo, sin embargo, un divorcio temporal entre Spencer y Reagan en 1976 cuando el segundo desafió al presidente saliente, Gerald Ford, al que el segundo decidió asesorar. Spencer pergeñó entonces una primera pulla, también de indiscutible eficacia: «El gobernador Reagan no pudo iniciar una guerra, el presidente Reagan, sí podría». La labor de superación de rencores entre ambos, de cara a las presidenciales de 1980, corrió a cargo de Nancy Reagan. Spencer volvió a acertar al encabezar al grupo de asesores que propusieron el nombre de George H.W. Bush para la vicepresidencia, pese la reticencia inicial de Reagan.

Spencer, según sus propias palabras, «adoraba hacer campaña y detestaba gobernar». Por eso no postuló a ningún cargo en la Casa Blanca. Pero sí entraba con frecuencia en el Despacho Oval para hablar al presidente con franqueza, pues era todo lo contrario de un cortesano. De ahí que criticase que Reagan describiese a la Unión Soviética como el «Imperio del mal» y también la creciente influencia de la Primera Dama durante el segundo mandato, aunque hubiera sido su valedora.

Procedente de la clase media californiana, el futuro asesor se alistó con 18 años en la Armada, siendo destinado al Pacífico. Pero cuando se disponía a entrar en combate, Truman ordenó el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki: se había acabado la Segunda Guerra Mundial. Después estudió Sociología, base de su dedicación a una comunicación política, especialidad aún sin explotar. Por lo tanto, Spencer sí que llegó, a su manera, a participar en la Historia.